Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos todos sabéis que la ‘ibada (la adoración) es una entrega con conciencia (taqwa) al Altísimo. En ese momento nos convertimos en siervos (‘abd) del absoluto y nos minimizamos ante la grandeza de la creación en la que vivimos. Es una buena medicina frente al hondo ego (nafs) y el vano deseo que a veces nos asedia nuestra vida cotidiana. La ‘ibada nos permite sentir el ākhira (el más allá) en el dunya (mundo material), nos permite trascender.

Pero ¿Cuántas veces haciendo nuestra ‘ibada hemos perdido la concentración? ¿Cuántas veces no hemos puesto todo nuestro ser frente a Allāh en la ‘ibada? Así es como obviamos el khushu’ un elemento imprescindible para que esa ‘ibada nos haga trascender hacia Allāh, el altísimo. Una actitud de la que bien poco se habla pero que es el núcleo de esa ‘ibada porque nos hace situarnos en qibla (en dirección) hacia Allāh, que su nombre exaltado sea.

En árabe la raíz kha-shīn-‘ayn refiere a la humildad, a la aceptación, al susurro, a la mirada baja, a los eclipses, al evaporarse, a la entrega. Ese khushu’ de la ‘ibada podríamos traducirlo como esa actitud de «ser eclipsados por la luz de Allāh».

Al ser eclipsados por tanto brillo, por tanta belleza, por tanto bien, a nosotros solo nos queda evaporar nuestro ego (nafs), convertir nuestra ‘ibada en un susurro en el cosmos y aceptar con humildad ser sobrepasados por Allāh, el altísimo, cuando hacemos ṣalāt, cuando entregamos la zakāt, cuando ofrecemos nuestro ayuno o peregrinamos hacia Meca. E incluso cuando pronunciamos nuestra shahāda que nos diluyamos en las dos frases tomando conciencia de su significado. Somos poco, casi nada, pero lo que queda de nosotros tras la ‘ibada sincera únicamente lo somos gracias al Altísimo y lo que conocemos lo hacemos por la luz que Él, que su nombre sea exaltado, ha puesto en su Mensajero ﷺ.

El khushu’ previene la ghafla (el olvido) en un mundo en que olvidar, se devorado por la vorágine de lo inmediato, la nostalgia del pasado o la ebriedad del futuro es norma. Una humildad que nos recuerda nuestro modo de existencia. La ‘ibada con khushu’ nos hace presente nuestra finitud, nuestras limitaciones y, al mismo tiempo, la llave del éxito, pues dice Allāh, el Altísimo, en el Corán: «Estos son los creyentes que alcanzan la victoria: aquellos que son eclipsados en su ṣalāt» (Corán 23: 1-2).

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El khushu’ esconde muchos misterios en el silencio de la ṣalāt o en la conciencia de la zakāt. De nada sirve hacer mucha ṣalāt si después de hacerla te levantas de forma altanera o si presumes de la zakāt dada después de entregarla a un pobre. En nuestro mundo prima la publicidad al silencio en vez de ver la maravilla del sobrecogimiento del khushu’. Nada soy, nada tengo pues todo es de Allāh, el altísimo. Nada puedo decir que no haya dicho su bendito y amado Muḥammad ﷺ. Y sin embargo publicitamos nuestras acciones y se nos llena la boca de decir todo lo que hacemos en el dīn.

Nuestro mundo, nuestra comunidad ha olvidado el khushu’, como tantas cosas, y sitúa la ‘ibada entre fotos, palabras e hiperrealidad vacía. Cuando en medio de la ṣalāt, justo en el sujūd, olvidamos el peso enorme de la acción y pensamos en otra cosa, cuando perdemos la conciencia de la entrega y hacemos la ‘ibada como una obligación, forzados estamos perdiendo una oportunidad magnífica de saborear (dhawq) la realidad (ḥaqīqa) que el Altísimo nos ha otorgado.

Queridas hermanas, queridos hermanos ¡todo es ‘ibada! Y por eso decir que alabados se Allāh es el primer paso hacia incorporeizar, es decir hacerlo parte de nuestro cuerpo, el khushu’. Para nuestro mundo el khushu’ es una debilidad, para un creyente el khushu’ es la actitud que abre las puertas hacia Allāh el altísimo. Pero tampoco nos mortifiquemos ni tengamos culpa si nuestro khushu’ fluctúa y a veces se diluye en nuestra vida, pues para eso nos ha creado Allāh: para que le conozcamos (‘arf) y le sirvamos (‘abd). Es un camino progresivo, no una carrera. La meta es tener el equilibrio entre conocer su realidad (ḥaqīqa) y seguir el camino del Mensajero (sharī‘a) para tener una vida mejor y más plena. Todo es así de sencillo.

Por eso, el khushu’ es algo que no viene dado de nacimiento, sino que tenemos que mejorarlo y perfeccionarlo con nuestra práctica espiritual. Decía el Mensajero ﷺ que teníamos que renovar nuestra amana (confianza, firmeza) cada día (Ibn Hajar, Sobre el Dhikr, 17). Así debemos hacerlo siguiendo su Sunna, con dhikr (recuerdo) estableciéndonos en el presente de Allāh, leyendo a los sabios (ra) quienes han traído esclarecimiento en la oscuridad de nuestro mundo, con acciones cargadas de nīya (intención) y practicando la verdad, la belleza y la bondad por doquier. Así nos establecemos en el khushu’ y así eclipsados por la luz de Allāh hará que nos sintamos humildes ante su grandeza. Es esa humildad la que nos permitirá estar plenos para la ‘ibada, ser servidores de la creación con conciencia y que la taqwa gobierne nuestra vida.

Quiera Allāh, el altísimo, darnos la posibilidad de obtener ese khushu’, eclipsarnos con su jalāl y su jamāl, ser conscientes y recordar su presencia y sobre todo vivir en la tierra como en el cielo con nuestra ‘ibada sincera brillaremos más. Quiera Allāh apartarnos del olvido (ghafla), de las distracciones y del miedo. Quiera Allāh darnos a Allāh. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq). Amen

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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