Católicos, musulmanes, protestantes y judíos reflexionan bajo el influjo del Espíritu de Córdoba sobre la solidaridad humana como misión ética insoslayable Cuidado de la vida humana
«La vida es un don extraordinario. Y nuestro deber es cuidarla». Así resumió Isabel Romero, presidenta de Junta Islámica, el eje central de las IV Jornadas Interreligiosas que bajo el Espíritu de Córdoba reúnen desde 2022 a las cuatro confesiones reconocidas oficialmente por el Estado español: católicos, musulmanes, protestantes y judíos. En el salón de actos del Palacio de Congresos de Córdoba, un centenar de personas escucharon las deliberaciones de veinte representantes religiosos sobre asuntos clave de la existencia, focalizada esta edición sobre El cuidado de la vida humana.
A lo largo de la jornada del martes 11 de febrero, sanitarios, educadores, profesores y empresarios analizaron desde sus respectivas cosmovisiones religiosas la importancia capital del cuidado de los mayores, los enfermos, los trabajadores y los jóvenes. «Tenemos más en común de lo que nos diferencia», subrayaron los portavoces de las cuatro comunidades en un clima abiertamente constructivo.
El primero de los cuatro bloques de las jornadas abordó la Espiritualidad, mayores y cuidado. Y la primera en abrir el debate fue Débora López, cuidadora de una residencia evangélica de ancianos. «La sociedad entiende la vejez como un deterioro, siempre tenemos prisa y los mayores molestan», sentenció. «Y como creyentes, que nos basamos en los libros sagrados, debemos respetar y cuidar a las personas mayores».
Débora López cree que los ancianos no solo necesitan aseo y atención física sino «cuidado espiritual». Las personas mayores requieren «sentirse útiles» y percibir que «sus vidas no se han terminado». Esa es una de las labores que ella misma se impone como prioridad y que, en su opinión, debe prevalecer en la asistencia social. «A muchos mayores los dejan sus familiares en la residencia como si fueran cachorros. Y son personas. Sus hijos tienen la obligación de visitarlos, llamarlos y acompañarlos».
A juicio de Patricia Carles Grassin, el cuidado de las personas mayores es «fundamental» para los musulmanes. «Les debemos todo», proclamó en su intervención. Y pidió «paciencia, amor y cercanía» para las personas que han dado su vida «por nosotros». Su propia experiencia como musulmana le ha permitido participar en la liturgia islámica del lavado de tres mujeres fallecidas. «Cuanto más cerca estés de Dios mejor va a ser la aceptación de la muerte» y más llevadero el «miedo a lo desconocido», argumentó.
En hebreo, la palabra vejez hace alusión a la persona que ha adquirido «sabiduría». Así lo reveló Sara Chocron en representación de la comunidad judía. Según indicó, la vejez es la «fase de madurez espiritual» y «comprensión profunda de la vida». Y citó al filósofo andalusí Maimónides para recordar que el «alma puede seguir perfeccionándose a través del estudio» en los años postreros de la existencia. «Vivimos en una sociedad que deifica a la juventud», lamentó la portavoz judía. «Valgo si soy productivo y gano dinero. Y así vamos deteriorando la autoestima», aseguró Chocron, que defendió la urgencia de modificar esos patrones sociales.
El bloque sobre el cuidado de los mayores lo cerró Ana Sierra en representación de la comunidad católica. «La ancianidad es el tiempo donde más se mira al umbral de la eternidad», declaró. A sus ochenta años, y residente en un centro de mayores por voluntad propia, censuró la creciente pérdida de respeto a los ancianos cuando todavía tienen mucho que aportar a la sociedad. «La jubilación es una experiencia que conlleva mucha soledad», dijo. Y propuso como antídoto cultivar las amistades y procurar la amabilidad, fuente de «bienestar físico y mental».
A preguntas del público, las cuatro participantes coincidieron en su oposición a la eutanasia, aprobada legalmente en España desde 2021. Ninguna de las confesiones presentes en el debate admiten su práctica porque contraviene su marco doctrinal, aunque sí apuestan por los cuidados paliativos como alternativa para mitigar el dolor del paciente en sus horas finales. «Cada uno tiene su día y su hora de morir», resumió gráficamente Patricia Carles.
El segundo bloque sometió a debate el cuidado del enfermo. Y quién mejor que el jefe de Oncología del hospital Reina Sofía para abrir fuego en el turno de intervenciones. El médico Enrique Aranda habló en nombre de la comunidad católica. «Al enfermo hay que acompañarlo. No debe sentirse solo», pidió en su alocución. Y consideró preceptivo ofrecerle los sacramentos, que son «parte esencial del cuidado».
«La confesión y la eucaristía son fuente de consuelo», remarcó el oncólogo, quien sostuvo que la «fe en la resurrección y la cercanía de Dios» son fundamentales para reforzar la esperanza del enfermo. «La oración es el arma más poderosa que tenemos», señaló el doctor Aranda.
A continuación intervino otra profesional sanitaria especializada en salud mental. Carmen Lara, portavoz de la confesión evangélica, defendió que los enfermos merecen dignidad porque son seres humanos «hechos a imagen y semejanza de Dios». Y abundó en la genealogía de la enfermedad, cuyo origen se encuentra, en su opinión, en el «pecado del paraíso». «La desobediencia separa al hombre de Dios y lo somete al sufrimiento», señaló.
El prisma judío volvió a estar representado en esta segunda mesa por Sara Chocron. La enfermedad, manifestó, no es un «castigo divino» sino una invitación al «autoanálisis» y un canal para conectar con lo «trascendente». El judaísmo atribuye a Dios la capacidad de sanar y el médico es su instrumento. En el marco de esta cosmovisión, el dolor de un miembro de la comunidad interpela al conjunto del colectivo. «Todos pertenecemos a un mismo cuerpo», remarcó Sara Chocron.
La enfermera Dunia Ammar compartió la mirada del islam en relación al cuidado del enfermo. «Acompañar a un paciente es un acto humano y no únicamente profesional», subrayó, independientemente de la religión que profese el enfermo o el cuidador. Es un momento de «máxima vulnerabilidad» y para un musulmán, afirmó la joven sanitaria, se trata de un trance de «acercamiento al Creador» y confianza en su «poder curativo». El moderador de este bloque, el sacerdote católico Antonio Navarro, destacó la coincidencia de visiones en el marco de la diversidad.
Las relaciones sociolaborales también concitaron un amplio consenso. Los conceptos de justicia social, equidad o ética empresarial atravesaron el discurso de los portavoces de las cuatro confesiones. La profesora Francisca Sánchez recordó que los fundamentos del islam se sustentan en la «equidad» y que existen muchos hadices del profeta que defienden la «justicia social».
«La solidaridad no es igual que la limosna», afirmó, en relación a la sadaqa, el impuesto islámico que se destina a los más pobres. Un tributo, aclaró la docente, que no únicamente se sustancia en dinero sino también en cualquier tipo de servicio comunitario. «La sadaqa se entrega por voluntad propia y puedes dar también honra, cariño o una buena palabra», explicó.
La ética laboral en el protestantismo centró la intervención de Esteban Buch. «Jesús es un modelo de cuidados que abarca lo físico, lo espiritual y también lo social», aseguró, al tiempo que recalcó la incompatibilidad de hablar de dignidad humana sin justicia social y mientras persistan las situaciones de explotación. «Los principios éticos deben regir las relaciones laborales», advirtió Buch, que volvió a colocar a Jesucristo como referente virtuoso. «Jesús defendió a los oprimidos y condenó las injusticias», mencionó.
En esa misma línea argumental, la consultora de marketing Daniela Shalom puso en valor la función de las religiones como motor originario en la defensa de la justicia social, la solidaridad y la dignidad en el trabajo. «Las legislaciones han venido después», aclaró, «y por eso debemos sentirnos orgullosos». Shalom manifestó que la tradición judía impone «límites éticos» al trato de los trabajadores y la justicia es un «pilar esencial».
El empresario agrícola Iván de Arteaga constató el denominador común que articula el discurso social de todas las confesiones. Y añadió: «Los trabajadores también tienen que ayudar a su empresa, que es la que les da trabajo». El representante católico destacó la «dignidad» del trabajo y el valor supremo de la familia. «El Evangelio es la mejor guía de un seguimiento ético del trabajo», concluyó.
El cuidado de los niños focalizó el último bloque temático de la jornada. El educador Jalid Nieto, que acreditó una larga experiencia de 20 años en la docencia, repasó todas las fases de la infancia en su alocución. «Cada niño tiene un código genético y se cría en ambientes diferentes» que determinan su carácter, razonó. El representante musulmán aludió al «diálogo no verbal del cariño» durante la lactancia y a la vida sana al aire libre en la juventud como factores educativos decisivos.
No es fácil hoy día bregar con los adolescentes, advirtió Ángel Martínez, educador y pastor evangelista de Tarragona. «Hoy vivimos en un profundo materialismo, que solo busca el placer momentáneo», lamentó. Su experiencia como educador certifica que una mayoría de jóvenes solo aceptan el «mínimo esfuerzo» y su horizonte vital no va más allá de Instagram y Youtube. El desafío para un docente es, por lo tanto, colosal. Y Ángel Martínez está dispuesto a aceptar el reto, tal como expresó en el Palacio de Congresos. «Lo esencial es el acompañamiento. Y el acompañamiento tiene que ver con el tiempo», precisó. El pastor evangelista trabaja con familias desestructuradas, integradas por chicos «desesperados por encontrar referencias», y la empatía es un arma indispensable. «Somos el resultado del tiempo que nos dedicaron», argumentó.
Sus argumentos fueron, en gran medida, compartidos por otra educadora, en esta ocasión católica. «Son tiempos revueltos para la educación», proclamó María Amor Martín. «Vivimos en una sociedad individualista que deja a los niños solos y aislados», describió con evidente crudeza. La profesora de Magisterio de la Iglesia criticó el «narcisismo» y el «hedonismo» imperante, y combatió el «relativismo que nos impide conocer la verdad». Bajo su prisma, «no hay educación posible si se obvia la dimensión trascendente del ser humano».
Cerró el debate sobre la juventud Ary Mesyngier, judío argentino, que puso énfasis en el protagonismo de los niños y en la naturaleza de la infancia como una «bendición». «Soy nieto del Holocausto», reveló en relación a la dramática historia de sus antepasados. Mesyngier recalcó que el judaísmo pone el acento en la formación de los jóvenes líderes y en la educación como «eje central» de la infancia. «El tiempo y el amor son valores esenciales para el futuro».
Tras una jornada intensa de intercambio y reflexión, al borde de las 20.00 horas, los representantes de las cuatro confesiones religiosas certificaron en una breve declaración conjunta que es mucho más lo que los une de lo que los separa en el reto comunitario del Cuidado de la vida humana.
Para ver el vídeo de las IV Jornadas puedes acceder a través de este enlace.