La luz de Sabora

En busca del conocimiento hemos llegado a la consideración de que los humanismos le quedan cortos al hombre y necesita superarlos, tras él hemos llegado al Islam. No se nos ocultan los riesgos inherentes a tal opción, pero es nuestro deseo hacer un “préstamo generoso a Allah”, lo que en última instancia consiste en hacernos un favor a nosotros mismos. (Sabora Uribe, el Hueco de Dios)

Hace veintitrés años que Sabora Uribe —que Allah la tenga en su Jardín— partió de este mundo, que viajo hacia Allah convirtiéndose en luz. Una luz tan luminosa, que no ha dejado de brillar para nuestra comunidad y para miles de musulmanes que tienen referencia de ella. La pensadora por excelencia de neo-Al Ándalus fue capaz de sintetizar, de forma muy brillante, lo que significaba ser mujer, musulmana, vivir en lo global y en local. Así lo atestigua el homenaje que publicó VerdeIslam en su volumen décimo. Es por eso que hoy, desde la redacción de VerIslam, queremos recordarla con cariño, queremos evocar su espíritu de trabajo —que aún nos inspira— y, sobre todo, su valentía para abrir un camino que disfrutamos todas y todos.

Psicóloga y filósofa, defensora de la democracia y la libertad que había luchado contra la dictadura, madre y esposa, sensible buscadora espiritual son algunos de los adjetivos que podríamos ofrecerle a tan brillante hermana. Testificó su lucha espiritual con su propia vida, por eso se la reconoció como shahida (mártir). Su reconocimiento del islam, al lado de su marido Mansur Escudero —que Allah le tenga en su Jardín— supuso una oportunidad para enfrentar las contradicciones de una época donde se batían la modernidad y la tradición, el exceso y la restricción para llegar a un punto medio. A día de hoy su artículo, ya clásico, la Familia Islámica es el más consultado en esta página día tras día. Por algo será…

Ella se definía como una musulmana en la Aldea Global y encontraba que en la tradición islámica —aceptando a Allah, el Altísimo, y viviendo como Su Mensajero, que la azalá de Allah y su salam sean sobre él— le permitían liberarse de ciertas contradicciones y de miedos de su tiempo, dándole la oportunidad de vivir en plenitud: en un mundo sin maniqueísmos, sin culpas y en pureza. Es la globalidad perfecta que un creyente necesita para unos tiempos de zozobra y cobardía. Para ella el islam era lo universal en nosotros mismos, más allá de las culturas, y el acto gozar con ello:

En este punto me parece conveniente hacer una precisión y distinguir entre el pueblo árabe y el idioma árabe. Al primero pertenecen unos pocos, el segundo nos pertenece a todos, es patrimonio universal y está disponible para que quienquiera lo aprenda, lo viva y lo disfrute. Todos los idiomas, todos los lenguajes, han servido alguna vez para comunicar a los pueblos que los utilizan los mensajes que Allah ha querido enviarles: haced el bien, evitad el mal; no me asociéis a nada ni a nadie; mantenedme en vuestra conciencia, permaneced en el camino recto; no os alejéis de Dios. (Una Musulmana en la Aldea Global, VerdeIslam, 1999).

Esa es quizás su mayor enseñanza y la que mejor pervive en nuestra comunidad. Shahida Sabora fue capaz de decirnos en voz alta que podíamos pensar, abrir nuestro corazón y ofrecer a la comunidad lo que éramos sin miedo. Esto es, sin duda para quién escribe estas líneas, lo más valioso de su tiempo. La primera vez que supe de ella, aún antes de convertirme, sentí su abrazo y su fuerza para proseguir lo que empezó y seguir desbrozando el camino. Y creo que no soy el único y que, en esta redacción, en esta comunidad y entre los amigos de la comunidad hay la misma sensación. Sabora nos acompaña y, en cierto sentido, hace de madre espiritual de todas y todos los que buscamos el islam neo-andalusí como reencuentro con nosotros mismos.

El recuerdo es quizás la mejor herramienta para honrar a alguien que ya no está con nosotros. Le haremos caso y por eso os invito a leerla en sus publicaciones, en el libro homenaje con su obra completa que le brindamos en el veinte aniversario de su fallecimiento y, sobre todo, a poner en práctica lo que nos enseñó.

Quiera Allah tenerla en la parte más verde de Su Jardín, quiera que ella esté cercana a Su Mensajero, que la azalá de Allah y su salam sean sobre él, quiera el Altísimo que su sonrisa no se apague jamás y que la podamos ver una vez dejemos de ser materia para convertirnos, como ella, en luz. Amén.

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