Aqida at-Tahawia (6): Lo que Allah quiere

Presentamos la edición y traducción de la Aqida del Imam Tahawi realizada por Abderramán Mohamed Maanán y publicada en WebIslam.com durante 2013.

wa lâ yakûnu illâ mâ yurîd*

y sólo es lo que Él quiere…

El Profeta dijo: “Lo que Allah quiere que sea, es; y lo que no quiere que sea, no es”. Estas palabras contienen la ruptura definitiva con el mundo de la idolatría. El Corán dice: “No queréis hasta que Allah quiere”. Todo en la existencia plasma únicamente la Voluntad (Irâda) de Allah, Señor de los Mundos. Nada es contrario a su querer, nada escapa a su deseo, nada se opone a su decisión, nada se sostiene ante Él. En realidad, no hay más Voluntad que la suya. Con esto nos sumergimos definitivamente en el Océano de la Unidad y en la paz más reconfortante. Ésta es la clave que nos sitúa por completo en el Universo de Allah, demoliendo nuestras ficciones.

Hemos hablado de la Dzât de Allah (de su Esencia) y hemos afirmado su Unidad (Wahdânía) y le hemos negado socio (sharîk), rechazando de entrada toda forma de idolatría, asumiendo la inasequibilidad de su Secreto, negándonos a representarnos esa Incógnita. Y también hemos hablado de sus Cualidades (Sifât) llevándolas al infinito y situándonos entre dos posturas: la de quienes las niegan y separan a Allah del mundo, y la de quienes interpretan esas Cualidades de modo ingenuo y antropomorfizan a Allah. Gracias a las Cualidades sabemos que Allah -Remoto e Infinito- es, a la vez, Presente e Inmediato, embargándonos de un modo inexpresable.

Nos queda por hablar de sus Actos (Af‘âl), que son ‘nuestra existencia’, y asentarnos en la Unidad en lo que se refiere a este asunto, en el que también, como veremos, se dan dos extremos opuestos. Para adentrarnos por este resbaladizo terreno -el más cercano a nosotros- deberemos primero relativizar nuestros valores y anularlos en la Grandeza de Allah, agigantando nuestros criterios en las inmensidades de la Verdad, que siempre está mucho más allá de nuestras espectativas, convicciones, contradicciones o esperanzas.

Todo cuanto tiene realidad y hechura es obra de Allah. Existen el bien y el mal, lo que nos gusta y lo que nos disgusta, lo que nos enamora y lo que nos aterroriza, lo que nos satisface y lo que nos frustra, lo que nos conmueve y lo que nos hace rebelarnos,… todo existe en medio de razones que se nos escapan y a las que ineludiblemente estamos sometidos. Hay, por tanto, infinitos opuestos, y tienen realidad. Y es Allah el que realiza las cosas.

La fuerza con la que se impone la Realidad es el Poder Determinante de Allah (Qudra). La contundencia del mundo es signo de la Presencia Inmediata de la Verdad. Nada tiene origen fuera de Él, nada es expresión de lo que no sea su Voluntad (Irâda), por mucho que nos contrarie. Es más, aquello que nos contraria, lo que escapa a nuestro gusto, a nuestro entendimiento y a nuestro control, es manifestación de la Preeminencia de Allah, es señal del cumplimiento de una Voluntad que no depende de nosotros. En cada extremo, Allah se da a conocer. Con lo bello y agradable, Allah se hace amar. Con lo terrible, Allah rinde al hombre. Ante lo terrible el hombre descubre su impotencia e intuye a su Verdadero Señor Irreductible. Abatiendo ante Allah su estandarte, el musulmán fluye con la Voluntad verdadera en la que descubre el secreto que lo mueve en lo más íntimo, el misterio creador de su realidad. Ante Allah claudica la ficción, y lo auténtico emerge desbordándose a través del que ha renunciado a su fantasma para pasar a existir en el Querer que mueve, desde lo recóndito, a la molécula y también al astro imponente. Con ello, el ser humano no pierde ‘voluntad’ sino ‘supuestos’: en lo más hondo de sí se reencuentra con la Voluntad Una que lo hace ser realmente.

El Tawhîd es el esfuerzo por alcanzar el sentido más puro de la Unidad, y nos exige negar toda influencia y decisión que no sean de Allah Uno. Esto nos lleva a afirmar el Decreto (Qadâ) y el Destino (Qádar). Todo está predeterminado (maktûb), es decir, tiene orígenes remotos: lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, lo amable y lo terrible. Todo, cada instante, cada acontecimiento, está asentado sobre una eternidad fecunda.

Nada pasa a la existencia o se mantiene en la nada, nada vive o muere, es o deja de ser, está sano o enfermo, es pobre o rico, es feliz o desdichado, es recto o se desvía, es musulmán o no-musulmán, nada se mueve o se está quieto, sin que sea porque Él quiere que sea así. Nada se acerca a Allah, acogiéndose a su Abundancia, o se aleja de Él, condenándose a la Privación, si no es porque Él así lo ha decretado. Nadie acepta a Allah, exponiéndose a su Generosidad, o lo rechaza, sumergiéndose en su Ira, si no es porque Él así lo determina. Nadie es afortunado o desgraciado si no porque Allah así lo ha decidido. Nadie tiene una voluntad independiente de lo que Allah impone. Sólo existe su Voluntad, rigiéndolo todo. Éso es el Destino (Qádar), la realidad irrecusable, la fuerza de lo actual.

Todo ocurre según lo quiere Allah, y entre aquello que Él quiere que sea hay cosas que ama porque quiere amarlas y hay cosas que detesta porque quiere detestarlas -Él sí elige-; y ordena al hombre que haga lo que Él quiere y le prohibe lo que Él odia, y hace que cada hombre se sitúe en el campo que Él haya querido para él, y le da la voluntad y capacidad con las que cumplir su destino -Él sí impera-. Todas las criaturas ejecutan lo que Allah decreta, pero los musulmanes hacen lo que Allah ama y combaten lo que Él odia: ésta es la diferencia. Y ésta es la expresión de la absoluta Preeminencia del Uno-Único, su Arrogancia (Kibriyâ) que es con lo que Él se impone de acuerdo a la majestad de su Esencia y a la sabiduría de su Ciencia. Y esto nos invita a una absoluta claudicación (Islâm).

Existe, por tanto, una Voluntad Absoluta (Mashí-a, o Irâda Kaunía) que es la que da el ser a toda realidad, y existe una Voluntad que escoge y se revela (Irâda Shar‘ía). Según esto, gentes de Allah (ahl Allah), las de su elección, son quienes se someten a su Voluntad expresa, y realizan lo que Él ama (el bien, la justicia, la belleza, todo lo que se le parece) y luchan contra lo que Él detesta (el mal, el egoísmo, la idolatría, la opresión). Él vuelca la abundancia de su bien (su Rahma) sobre los suyos, los que desean acercársele, y desencadena su Ira (Gádab) contra los que han preferido lo que Él detesta.

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