El ‘Espíritu de Córdoba’ ilumina la diversidad y la concordia

Equipo Editorial Verislam

Católicos, musulmanes, evangélicos y judíos defienden en las III Jornadas Interreligiosas la vigencia de la espiritualidad como palanca para resolver los desafíos del futuro.

Líderes religiosos del encuentro Espíritu de Córdoba

En un blanco patio del Palacio de Congresos de Córdoba hay una pequeña placa de metacrilato. En su interior, se puede leer un breve manifiesto que habla de amistad, cooperación, diversidad, bien común y derechos humanos. El texto está firmado por los representantes de las cuatro confesiones de especial arraigo en España. Y se encuentra encabezado por un lema sencillo pero elocuente: Espíritu de Córdoba. Sobre la placa posaron el pasado martes Antonio Navarro, Isabel Romero, Carolina Bueno e Isaac Benzaquen, junto al anfitrión Juan Salado, en representación de católicos, musulmanes, evangélicos y judíos para certificar que el diálogo y la convivencia son un imperativo inexcusable.

El patio que acoge el rótulo también ha adoptado el evocador nombre de Espíritu de Córdoba. Y acredita que justo aquí nació el 2 de junio de 2022 la iniciativa que compromete a las cuatro religiones en un camino común de diálogo y reconocimiento mutuo. El martes celebraron las III Jornadas Interreligiosas bajo el epígrafe general de Igualdad y convivencia, que contó con la participación de 16 ponentes repartidos en cuatro mesas temáticas que reivindicaron la pertinencia de la espiritualidad como motor para promover la igualdad, la justicia social y la dignidad humana, y hacer frente al racismo.

Una visión contemporánea de la espiritualidad

Todos los intervinientes defendieron la vigencia del hecho religioso como parte esencial del ser humano e instrumento para dar respuesta a los interrogantes del presente, aunque admitieron que urge buscar un lenguaje renovado para conectar con las nuevas generaciones. “La religión suena a palabra antigua”, confesó Bárbara Ruiz Bejarano, doctora en estudios árabes y miembro de Junta Islámica. “No hemos sabido reinventarla y traerla al mundo contemporáneo”, abundó. En su opinión, hay un problema grave de sintonía con los jóvenes y es preciso encontrar fórmulas para vincular el humanismo religioso con la sociedad actual.

Ese es uno de los retos básicos para las cuatro confesiones representadas en el acto del Palacio de Congresos, que registró una notable asistencia de público. Otra de las inquietudes planteadas a lo largo de la jornada fue la menguante presencia de la religión en el espacio público, alentada en parte, según algunos ponentes, por el Estado y su concepción laicista. Así lo sostuvo José J. Albert Márquez, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Córdoba. “El Estado aplica un laicismo que potencia que el espacio público sea neutro”. Y agregó: “El laicismo estatal confunde y no promueve el hecho religioso”.

En ese sentido, Yusuf Cadelo, musulmán y funcionario del Ayuntamiento de Algeciras, lamentó que la sociedad contemporánea fomente el “desconocimiento de la religión” y la “caricaturice” cuando, a su juicio, sigue siendo un modo de ver el mundo que ofrece “respuestas a las grandes preguntas de la humanidad” y genera seres humanos “benevolentes”. “El gran problema de la religión”, argumentó Cadelo, “es el mal uso que se hace de ella”.

Justicia social, dignidad personal y respeto a la diversidad

La justicia social es una de las piedras angulares de la religión. El amor al prójimo es el punto de partida del judaísmo, precisó Estrella Sananes. Y de ahí derivan un conjunto de valores vinculados estrechamente con la justicia. “Lo que no quieres para ti, no lo hagas para tus semejantes”, proclamó la interviniente judía como principio básico. “En el judaísmo son muchos los preceptos vinculados con la justicia”, adujo Sananes, como, por ejemplo, el descanso semanal previsto en las sagradas escrituras. El propio Maimónides ya estipuló ocho niveles de justicia en el contexto de la civilización andalusí peninsular.

Debate sobre justicia social

Para Salvador Ruiz, director de Cáritas Diocesana, la economía tiene una “dimensión moral” inseparable de la justicia. Así lo entiende la doctrina social de la Iglesia y lo dispone el Evangelio. “La actividad económica no es éticamente neutra”, subrayó en su argumentación, y está limitada por la dignidad de la persona, que es “inalienable”. Salvador Ruiz trazó un esquema de valores interrelacionados sin los cuales la actividad económica no tiene sentido: solidaridad, destino universal de los bienes, dignidad, caridad y bien común. “Sin opción preferencial por los pobres no hay justicia”, concluyó.

Las cuatro confesiones representadas en las III Jornadas Interreligiosas comparten el diagnóstico sobre muchos desafíos del mundo contemporáneo y así se puso de manifiesto en las cuatro mesas de reflexión. Desde ese punto de vista, el Espíritu de Córdoba neutraliza buena parte de los clichés que retratan a las confesiones en un permanente estado de conflicto. Todas coincidieron, por ejemplo, en la convicción de que la espiritualidad es un arma eficaz para combatir el racismo. Ana Ruiz, profesora de la Autónoma de Madrid y máster en Formación Teológica Evangélica, aseguró que todas las maneras de discriminación constituyen una “forma de violencia contra la persona” y, por tanto, están prohibidas para los cristianos. Aunque puntualizó: “La igualdad no puede anular la diversidad”.

Bárbara Ruiz Bejarano, por su parte, puso como ejemplo de diversidad y respeto al diferente a Al Andalus. “Fue un modelo muy válido de sociedad diversa. El espíritu de Córdoba funcionó con todos sus matices”. Y citó una aleya del Corán: “Os hemos creado en distintos pueblos para que os conozcáis”. Coty Aserín, presentadora del programa Shalom, de TVE, indicó que la Torá ya contempla el concepto de sociedad multicultural. De hecho, el texto sagrado judío habla en “36 ocasiones de amar al prójimo mientras que solamente una de Dios”. Con todo, previno del impacto del racismo, que ha sido devastador para la humanidad, como demuestra la “ideología nazi”.

El comerciante cordobés José Vacas puso un fresco contrapunto a las jornadas. “Soy gitano puro de oliva”, arrancó nada más intervenir en el módulo tres sobre el racismo. “Nosotros no somos mejores que nadie, pero tampoco peores”, zanjó con una sencillez demoledora. En su alocución, defendió los valores gitanos como signo distintivo de una comunidad minoritaria que tiene presencia en la península ibérica desde el siglo XV. “Nos obligaban a vestirnos como los de aquí y nos mandaban a las galeras. Y como no podíamos integrarnos, nos recluimos en nuestra comunidad”, señaló, antes de lamentar que aún hoy, cinco siglos después, la etnia gitana aún vive bajo el baldón de la discriminación.

El Espíritu de Córdoba se reveló como una iniciativa innovadora que intenta romper todos los prejuicios sobre el papel disgregador de las religiones. Y la capital de Al Andalus es, sin duda, el escenario simbólico que mejor representa una propuesta de esta naturaleza. Al final del acto, las cuatro confesiones leyeron un breve manifiesto con las conclusiones de las jornadas y se conjuraron para mantener el anhelo de cooperación en los próximos años. Para que el Espíritu de Córdoba ilumine la diversidad y la concordia.