﷽
Las alabanzas sean para Allāh, creador, el que inicia y el que crea las formas. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor, y sea sobre sus gentes, y sea sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
La luna crece y llevamos días de Ramadán. Noches cortas y días largos y entramos en el tiempo del perdón (ghafara), donde Allāh t’ala nos cubre con su raḥma (misericordia) para olvidar nuestras faltas. Y siguiendo ese ejemplo, el agua –tan llena de baraka– hace la misma función con nuestro cuerpo propiciando la ṭahāra. Es el camino para cualquier acción, para cualquier camino. El punto cero para que todo empiece, el olvido de cualquier impureza.
En la khutba de hoy hablaremos de la ṭahāra, la purificación. Esta es una de las acciones más importantes para todo musulmán. No obstante, todos los libros de fiqh (jurisprudencia islámica) comienza por este tema. La ṭahāra no es simplemente «lavarse», sino que es la preparación para la ‘ibada (la adoración), para entregarse a servir a Allāh t‘ala. Es preparar cuerpo y alma, algo que se hace durante la vida y está con nosotros hasta nuestro final. Sin purificación no hay camino posible en el islam.
La ṭahāra viene referida en el propio Corán y se nos advierte: «Ciertamente Allāh ama a los que se vuelven hacía Él y a los purificados (muṭahirīn)» (Corán 2: 222). Esos purificados son aquellos que se han deshecho de las impurezas tanto materiales e inmateriales. La impureza es un signo de debilidad, de velo que espera a ser levantado para contemplar sin opacidad tanto el visto (hadhir) y el no visto (ghayb).
En las enseñanzas de los maestros tradicionales la purificación, la ṭahāra, se divide en dos clases:
La externa, que es la que afecta a nuestro cuerpo. Aparta la impureza física de nosotros gracias al agua, un elemento bendito (mubārak), y se realiza antes de cada acto de ‘ibada. Es la más usual, la que hacemos de forma más consciente y diariamente.
La interna o purificación del ego (tazkiyya al-nafs). El ego (nafs) produce impurezas en el corazón, lo petrifica y pierde su estado de organo sutil (laṭif). Esta tiene un peso muy importante el dhikr o recuerdo de Allāh y las ṣalawat sobre nuestro amado Profeta Muḥammad (saws), tiene un estátus similar agua que nos refresca y limpia para llegar a Allāh. Por eso, esta purificación no es, sino, un objetivo de vida, una preparación para llegar al paraíso.
Ya sea agua o dhikr, la purificación refresca porque aporta baraka. Las fuentes y las palabras de recuerdo las tienen y son, para nosotros, elementos esenciales. Esa baraka es pura vida. La pureza de ambas la vemos en la intención (nīya), y por eso es importante que seamos muy conscientes que sin intención poco tendremos que hacer. Agua o palabras deben brotar con la intención de volvernos purificados (muṭahirīn).
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Hay un ḥadīth qudsī en el que Allāh t‘ala nos dice: «Dentro del ser humano hay un órgano que si está sano estaremos sanos, pero si se corrompe enfermará todo el cuerpo».
El corazón (lubb) es un elemento central en la vida de cualquier musulmán. No contemplamos el puro materialismo, sino que necesitamos de arraigarnos en el espíritu. Las acciones, actitudes, los deseos o los anhelos nos afectan. Las peores enfermedades no vienen por virus o bacterias, provienen de no tener una «higiene» espiritual adecuada. Por eso, no es ninguna cosa extraña dedicar tiempo al cuidado de nuestro corazón.
El susurro del Shaytan siempre está presente. Y nuestro corazón, débil, tiene tendencia a caer, a ser seducido por la facilidad, a olvidar lo trascedente. El triunfo de lo externo es un riesgo en una sociedad que prima la apariencia. Por eso, junto al dhikr hay que cumplir la shari‘a, que es la purificación de la sociedad.
Una vez estemos totalmente purificados, podemos vivir en plenitud en este mundo (dunya) y en el más allá (akhira). Solamente con purificación nos espera que Allāh nos conceda todo lo que le pedimos. Y así, trascender aquellas enfermedades que del cuerpo sutil van hacia el cuerpo físico, huyendo del agotamiento espiritual y teniendo conciencia que purificados llegaremos más lejos, llegaremos al atributo del Ṭahīr, Allāh purificado.
Pedimos a Allāh subhana wa t’ala que como Ṭahīr nos permita purificarnos junto a nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros hermanos y el resto de la humanidad.
Aceptando nuestras responsabilidades y el mandato divino.
Pedimos Allāh paz para todos los pueblos que están en conflicto.
Pedimos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.
Pedimos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Pedimos a Allāh que nos guie puros en el ṣirāṭ al-mustaqīm (camino recto) y que acepte nuestra ‘ibada (adoración).
Dicho esto, pido a Allāh perdón y a todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.