Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos estamos en Rabbi al-Awwal, el mes de la primavera presente. Un florecimiento de la creación porque recordamos el nacimiento de nuestro amado Mensajero ﷺ, un mes en el que hay una efusión de jamāl (belleza) y nūr (luz) como la luna llena. Decía Sayyidina ‘Umar al-Khattab (ra): «Si otra cosa fueres que un ser humano / en plenilunio tu serías luz de luna».  

Todo el mes de Rabbi al-Awwal es un recuerdo de Él ﷺ y se nos invita a volver a hacerle presente en nuestra vida cotidiana, en nuestras acciones, en nuestra forma de comprender el mundo en el que vivimos. El profeta Muḥammad ﷺes más que un personaje histórico, es nuestro ejemplo, nuestro modelo y nuestro arraigo, pues en un mundo en el que ha diluido todo esto en materialidad su belleza y bondad son la antesala de su verdad (ḥaqīqa).

Celebrar el Mawlid al-Nabi, a pesar de lo que algunos digan, es hacerlo presente en un mundo que ha olvidado el presente, que prefiere vivir en la nostalgia del pasado o proyectándose hacia el futuro. Y si bien este es un día especial no debería limitarnos a ese día para amar a Rasūlallāh ﷺ, no deberíamos hacerlo presente unas horas sino toda nuestra vida. ¿Os imagináis cuanto nos puede aportar?

Muḥammad ﷺ es el profeta del presente. Su mensaje es para vivirlo y paladearlo en un saboreo junto a las maravillas que Allāh, el altísimo, ha dispuesto en la creación. Por eso, el dīn que el guía es el dīn del presente, del ahora y el aquí. Sin ensoñaciones ni proyecciones. Su Sunna es para hacernos la vida más fácil y no para torturarnos ni mortificarnos. Así se nos enseña el dhikr (recuerdo) pero no se nos explica que el dhikr no es anhelo sino hacer presente a Allāh, el altísimo, y a su Mensajero ﷺ en nuestro instante. Entrar en un tiempo y un espacio sagrado donde solo podemos dejarnos llevar por la grandes. Una primavera presente donde el verde del paraíso y la fragancia de las flores predomina, donde la belleza domina y nuestros sentidos y nuestra razón (‘aql) se rinden. No se pide otra cosa que no sea vivir, no se pide otra cosa que no sea que se expanda el corazón amante (fuad) hacia la inmensidad de Allāh, el altísimo. Un recuerdo de nuestra fitra(naturaleza primigenia) que se hace infinito.

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Solo caben las alabanzas hacia el Mensajero de Allāh ﷺ, su estatus de hombre perfecto (insān al-kāmil) traspasa lo físico para llegar a lo metafísico. Su naturaleza última excede nuestro limitado entendimiento y solo nos queda amarle. Porque el amor (ḥubb) no limita la experiencia y la razón si. Es por eso que, en nuestro mundo, el Mawlid al-Nabi supone un enorme reto para gente como nosotros.

Educados en un mundo de etiquetas, reduccionismo y materialidad enfrentarnos a la naturaleza plena del Profeta ﷺ es un desafío. Un bello desafío al que cualquier corazón puede llegar siempre que se purifique, como nos purificamos cuando vamos a hacer nuestra ṣalāt. El agua para purificar nuestro corazón se convierte en ṣalawāt (invocaciones) sobre el Mensajero de Allāh ﷺ, cada una que hacemos purifica al nafs (ego) y nos reconocemos a nosotros mismos en el tiempo presente de Allāh. Es desde ahí que empezamos a conocerle, que empezamos a que todo cobre sentido más allá del dogma, de la palabra y de la praxis vacía, y comprendemos con hondura los versos que dedicó Al-Abbas Ibn ‘Abd al-Mutalib tras el nacimiento del Mensajero ﷺ:

Cuando naciste una luz alzose sobre la tierra
que con brillante resplandor el cielo alumbró.
Fuimos por esa luz alcanzados, iluminados,
que por los senderos nos guió
y gracias a ello nosotros estos atravesamos.

Fijaos, queridas hermanas y queridos hermanos, en la intensidad de estos bellos y sobrecogedores versos. Pura luz para la humanidad que se hallaba en tinieblas, subsumida en la ceguera del ego (nafs) y el olvido, fascinados con pasados remotos y con palabras de barro… El Profeta ﷺ vino para hacernos conscientes de la grandeza de Allāh, el altísimo, y de la fuerza de su mensaje. Vivir plenamente es comprender el aquí y el ahora, y ante nuestra fragilidad el nos guía con su luz como un candil lleno de divino aceite en una noche oscura.

El sentido de celebrar su nacimiento es el de regocijarnos en comunidad por tan magno regalo, tal suerte de poder seguir un ejemplo tan noble y profundo. Porque el islam es hacer presente la Sunna del Profeta ﷺ en cada momento de nuestra vida, y no solo como una restricción, prohibición o limitación sino como una auténtica plenitud que excede nuestro entendimiento e ilumina a nuestro entorno.

Cuando la próxima semana, la semana de su nacimiento, miréis al cielo acordaos que en la inmensidad de la oscuridad del universo la luz de la luna brilla como debería brillar la luz del Profeta ﷺ en nuestros corazones. Es una condición del creyente sincero reconocer los signos que el Altísimo ha puesto en la creación que todas y todos vivimos. Ese es el gran sentido que solo se alcanza amando a la creación como le amamos a Él ﷺ.

Así, queridas hermanas y queridos hermanos, que sea eternamente primavera como en la que nació el amado Mensajero de Allāh ﷺ y que seamos conscientes de ello siempre hasta que el Altísimo nos conduzca a su presencia. Solo en ese presente sin fin, en una primavera eterna podremos saborear el sentido de la creación y liberarnos de penas, dolores y pesares. Y el próximo día doce de Rabbi al-Awwal dedicad un segundo a eterno a pensar en la plenitud del Mensajero y como su luz ilumina el mundo. Hagamos presente a Muhammad ﷺ.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.¡

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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