Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos estamos en un momento crítico donde nuestra responsabilidad es enorme. Nuestra casa, nuestro planeta, se asfixia progresivamente y no decimos nada. O si lo decimos, lo hacemos en voz baja. Amedrentados nuestros corazones por la falsa sensación de comodidad, por una comodidad que olvida el verdor del paraíso para enfocarse en el gris del humo. Un humo que se desvanece como nuestros deseos y nuestro afán de inmediatez, que intoxica el alma del planeta ante nuestro egoísmo.

Creemos, firmemente, que dominamos algo de la creación. Nos han vendido, en estos últimos siglos, la sensación de que somos dueños del mundo, dueños de su destino y que nuestro poder no tiene fin. ¡Cuán equivocados estamos! El ansia de poder, fundamentado en la esclerotización de nuestro corazón, hace que nos olvidemos de que no estamos sino de paso y que, además, Allāh, el altísimo, nos ha puesto aquí para cuidar y proteger la creación.

Su creación es tan valiosa porque sus colores y su vida son un reflejo de lo que veremos, insh’allāh, en el paraíso donde el azul de los ríos y el refrescante verdor nos confortará y nos invitará a comprender la armonía universal que Allāh quiere para sus más queridas criaturas. Y eso nos lo hace saber, en una escala diferente, en nuestro frágil mundo donde nosotros somos los capaces de construir la armonía y regocijarnos con su verdor y su sombra para nuestros cuerpos y nuestras almas.

Y todo esto es porque el ser humano es el regente (khalifa) de Allāh en este mundo, así inteligencia y corazón deben servir para cumplir esta misión que se nos ha encomendado. Ser su regente es algo muy trascendente y de lo que poco se dan cuenta. Es un honor y, al mismo tiempo, una enorme responsabilidad. De un alcance infinito y atemporal pues se describe en el Corán que este fue un diálogo entre el Altísimo en toda su majestad y sus ángeles:

Y he ahí que tu Sustentador dijo a los ángeles: “Voy a poner en la tierra a alguien que ha de heredarla.” Dijeron: “¿Vas a poner en ella a alguien que extenderá la corrupción en ella y la corromperá -mientras que nosotros proclamamos Tu gloria infinita, Te alabamos y santificamos Tu nombre?” Respondió: “Ciertamente, yo sé lo que vosotros no sabéis.” (Corán 2:30)

El cuestionamiento de las capacidades humanas por parte de los ángeles, puras voluntades obedientes, denota algo más importante. La gran confianza que tiene Allāh, que exaltado sea su nombre, hacia nosotros no lo ha demostrado con ningún otro ser creado. Porque Él, el Omnisciente, sabe lo que nosotros ni intuimos. ¡Reflexionemos!, ni sus ángeles tienen tal honor. ¿Acaso no vamos a ser dignos de confianza?

Y no será por no tener ejemplos cercanos. Desde el profeta Adam (as) sabemos como buscar la excelencia, llegando aun cénit extraordinario con nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ, el mejor de la creación, y cuyo ejemplo nos ha sido dado para perfeccionarnos. Queridas hermanas, queridos hermanos no hay tiempo que esperar, digamos alabado sea Allāh y pongámonos manos a la obra. El camino es largo pero la recompensa es la más excelsa.

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Mientras nuestro mundo nos exige premura, Allāh nos exige calma y paz (salām). En vez de vértigo ante la conciencia (taqwa) de Allāh, sentimos vértigo por nosotros mismos. Y en ese proceso nos puede el deseo de poder. Un poder vacío y manipulador que es un vano reflejo del auténtico poder de Allāh. Nuestra debilidad, nuestro complejo nos hace olvidarnos de los auténticos fines que el Altísimo ha dictado y es por ello que deberíamos entregarnos al dhikr (recuerdo) para volver a recordarlo.

El dhikr es central en nuestra vida. Tenemos que pasar la vida recordando a Allāh, para que nos recuerde donde y para que estamos. Para que en nuestro corazón no haya humo grisáceo y, en cambio, florezca y verdezca lleno de bendiciones. Ese es un objetivo de vida para quien cree. Y esto es solo puede llegar a ser así si vivimos en un entorno bello (jamīl) y sano (salīm).

En el caso del cuidado del Medio Ambiente, queridas hermanas, queridos hermanos, esto se hace urgente. Nuestro mundo cambia por nuestros deseos, algo de una arrogancia sombría. Si seguimos la herencia profética, todos los grandes profetas y mensajeros han tenido muy claro que el mundo está vivo, a muchos niveles, y que es un ser más al que proteger. Si seguimos su ejemplo tenemos que escucharlo y atender a las señales que nos dicta.

Nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ era una de esas personas que tenía conciencia del mundo en plenitud. En la recopilación de dichos del profeta, Ṣaḥīḥ al-Bukhari, se recogen algunas de sus actitudes desde plantar árboles, alimentar animales, no malgastar el agua o cuidar el medio. Todas echas desde el amor más puro a la creación y advirtiendo que transgredirla incurre en haram (lo ilícito según la ley islámica). Pura responsabilidad adquirida desde la conciencia de vida en un medio extremo, el desierto, y en consonancia con la armonía que Allāh le había mostrado a través de la revelación. El verdor en desierto solo se ve cuando se tiene conciencia de la realidad.

Toda esta raḥma (misericordia) es la misma que nosotros, en nuestra vida cotidiana, podemos implementar seriamente.Porque toda la que mostremos con la creación nos será devuelta amplificada por Allāh, el altísimo, y creedme cuando os digo que la necesitamos y con urgencia.

Sea pues esta nuestra gran meta, queridas hermanas y queridos hermanos, a la hora de proteger nuestro mundo, al no mostrar arrogancia ante los recursos que Allāh nos ha dado para beneficiarnos de ello. Haciendo frente a nuestro ego (nafs), a nuestras ambiciones y a nuestro deseo de poder. Equilibrando nuestro progreso y mejora con la responsabilidad que tenemos para con las generaciones futuras y los demás seres de la creación. Siendo consciente que nada nos pertenece y que somos instrumentos. Y, sin duda, Allāh, el altísimo, sabe mucho más.

Queridas hermanas, queridos hermanos, pidamos Allāh que en estos momentos de fragilidad de nuestro planeta nos infunda fuerzas para sobreponernos y luchar por su conservación. Que nos de la comprensión profunda de la realidad (ḥaqīqa) para ser conscientes de la enorme profundidad y riqueza de nuestro mundo. Que llene nuestros corazones de amor hacia el resto de seres vivos y que en pleno maqām (posición) de raḥma podamos comprender la transcendencia de este momento. Que el ejemplo de nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ sea nuestra guía para recuperar la fitra(naturaleza primordial).

Pidamos a Allāh que reverdezcan bosques y valles, que los océanos se hallen plenos de vida y que en los ríos fluya agua cristalina.

Pidamos a Allāh para todos los seres humanos conciencia ante la creación.

Pidamos a Allāh que aparte los nocivos humos de nuestros corazones, que aleje la corrupción de nosotros y nos proteja de nuestros peligros.

Pidamos a Allāh que nos guíe hacia el verdor del paraíso y que, en el camino, podamos vivirlo en la tierra.

Pidamos a Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pidamos a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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