A unos ciento cincuenta kilómetros de Nuakchott —la capital de Mauritania— en medio de un mar de arena, se alza un minarete que resguarda un pueblecito. Su nombre es Ma‘ata Maulana que en árabe significa «el regalo de nuestro Señor». En estos tiempos que hablamos de democracias participativas y otros proyectos en nuestro desierto urbano, este pequeño espacio humano la practica y ha llegado a ser uno de los focos de conocimiento más apreciados de África.
Fue fundado en 1958 por Muhammad al-Mishry wuld Abdallāh al-Alawi (1917-1975), uno de los gnósticos más desconocidos del siglo XX, con un doble propósito luchar contra el colonialismo y dar educación y calidad de vida a aquellos que no la tenían. En una cultura nomádica, Mishry supo renovar (tajdīd) y adaptarse a los nuevos tiempos como bien dicta la verdadera tradición profética (sunna) del Islam.
A la sombra del gran místico africano y shaykh al-Islam Ibrahim Niasse (1900-1975), supo que la gran revolución islámica no sería mediante las armas sino mediante el conocimiento y la auto-gnosis, caminos hacia la gran liberación. Esta actitud incluso le costó una polémica —a la que ya le dediqué un artículo— con el por entonces arzobispo de Dakar (y posteriormente) excomulgado y Monseñor Lefebvre, “cruzado” ante el comunismo internacional.
Como Niasse, Muhammad al-Mishry no distinguió entre razas —la sociedad tradicional mauritana era y es muy racista—, ni entre género, ni entre clases sociales; tan sólo cumplió el mandato coránico de dar el conocimiento, aquel que también está contenido en diversos hadices del Profeta Muhammad. De ese conocimiento viene la recompensa (rizq) que Allāh manda a los que necesitan. Mishry fue un prolífico autor con muchas cartas, libros de sufismo, un inspiradísimo y bello diwān (poemario) y muchas grabaciones sobre cuestiones legales. También hizo de líder político, pero en vez de liderar inspiraba a sobrevivir y proteger al «otro». Fruto de aquella inspiración erradicó la esclavitud y con su desafiante mirada, inspirada por su ancestral autoridad, pacificó a las tribus de la región a mediados de los años setenta.
A su muerte en Junio de 1975, Ibrahim Niasse le dedicó unos versos que dictó al teléfono con voz débil desde la cama del hospital St. Thomas de Londres, que dicen así —en mi primer intento de traducción de este poema—:
(1) Muhammad al-Mishry la himma [energía gnóstica] te hizo
y con anhelo esperas a tu señor,
(2) encontraste la indulgencia del Señor generoso
y la paz sea sobre tu espíritu servicial,
(3) viviste querido, devoto, sincero
entregado al señor la himma te hizo volar.
(4) El ḥājj peregrinación a Meca te elevó a una excelsa altura
y de los tuyos heredaste esa karama [milagro]
(5) Y del conocimiento tienes los noventa argumentos,
no hay en Mishry limites en su entendimiento
(6) Y ¿Dónde están sus años?
y ¿dónde está ese gran ser completo?
(7) Amante del sufismo, fuiste eficaz
abierto, generoso y con manos como nubes,
(8) alabado sea el señor, deudor de Muhammad,
que respondiste a la multitud.
(9) Pues por el golpe del dīn vía espiritual de Allāh falleciste pronto
y ciertamente alabado sea Allāh por ese sello,
(10) que la tumba de Muhammad esté en Ma‘ata Maulana,
obra de Allāh y sostén de su nobleza.
(11) Y el ṣala y el taslīm sea sobre el mejor destructor del mal,
y que vuelva por siempre sobre sus compañero y los suyos.
Ibrahim Niasse, Londres 29 de Junio de 1975.
Con sus 3.000 habitantes Ma‘ata Maulana tiene educación primaria, secundaria y superior. Tiene médico, cooperativas, bibliotecas y ¡hasta un jardín medicinal!. Siempre hay comida y té caliente; nadie pasa hambre, la vivienda es gratis y nadie tiene estrés. La única condición para vivir allí es que enseñes lo que sabes y que aprendas lo que otros te ofrezcan. Y por supuesto, la telebasura y la desinformación están prohibidas…
Las normas son las mismas desde hace más de cincuenta años y la cosa no va tan mal… Una comunidad autogestionada, democrática y sabia. ¡Y eso que para muchos es el tercer mundo! Su hijo, Al-ḥājj ‘Abdallāh wuld Mishry, es quien dirige hoy el pueblo. Y lo hace con las premisas del Islam: paz (salām), justicia (‘adl), amor (ḥubb).
Al-ḥājj se sonreía una de las última veces que nos vimos, cuando le contaba —bajo la puerta de al-Ḥakam II de la gran Mezquita de Córdoba— la reacción de muchos de mis colegas universitarios ante la afirmación que la “democracia real” estaba en su pueblo en medio del desierto. Y es que el año pasado mientras investigaba manuscritos allí, un sábado me llevaron a casa del shaykh. En la explanada delante de ella estaba sentado todo el pueblo. Mientras los niños recitaban bellos poemas en hassaniya, los mayores hablaban de los problemas del pueblo, de las cuentas, del día a día bajo la sonrisa del shaykh. Nadie se quedó sin hablar fuese hombre o mujer, niño o anciano, blanco o negro… Todos tenían un espacio y una voz. ¿Acaso no es eso la democracia que buscamos?
Nadie estaba enfadado, al contrario la sensación era de paz y alegría. Pero como yo trabajo para la academia, a veces tengo que ser abogado del diablo, pregunté que ¿Qué pasaría si el shaykh no lo hiciera bien? ¿Justifica su linaje su posición? A lo que un ancianito me miró y sonriente me dijo: “Si no lo hiciese bien, si fuese injusto o se extralimitase, daría igual quien fuese, ya lo habríamos echado”. ¡Ay, si pudiésemos hacer lo mismo por aquí!
Mishry, y años después su hijo Al-ḥājj, habían vencido al colonialismo con cierta guasa andalusí, la misma con la que los árabes “conquistaron” Hispania según Olagüe (¿o no?). Quizás, por eso él se siente tan bien cuando viene a nuestra tierra. Ellos eran mas post-coloniales que cualquier teórico y solo habían tenido que «llevar al límite» el mensaje del Islam. Habían destruido los ídolos y solo querían vivir.
Seguramente ni los arabistas de aula magna ni los orientalistas de salón y filología nos cuenten esta versión del Islam. Como sabéis, para mucho es mejor hablar de tiempos pasados y míticos, de las edades doradas de Asín Palacios o del terror que aún transmite ese arabista nacional-católico que fue Carlos Quirós, aquel que identificaba al sabio Ibn Rūshd/Averroes como padre del jihadismo… Todos ellos ejercieron una enorme violencia en el imaginario del Islam.
Y curiosamente nadie habla de Mauritania, ni de su utopía en el desierto. Nadie habla del maestro de las manos como nubes que dio vida a un pueblo en medio de la nada. Nadie habla de los tijanis que, guiados por Niasse, liberaron África con el conocimiento y la gnosis. Y, por suuesto, nadie habla del Profeta Muhammad (saws) —como lo relató Bukhāri— quien se levantaba cuando pasaba cualquier cortejo fúnebre sea de quien fuere…
Este artículo fue publicado originalmente en Secreto Olivo en Mayo de 2015 y ha sido revisado por su autor para VerIslam.