Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos para un siervo de Allāh, que exaltado sea su nombre, ser agradecido (shukr) es un acto de adoración (‘ibāda). Nosotros, como creyentes tenemos en nuestra vida diferentes niveles y debemos alcanzarlos y aplicarlos en nuestra vida, no solo en la espiritual sino en nuestra vida material. Aquel que está arraigado en la creencia no debe distinguir planos de su vida, pues la vida misma es una constante adoración al Señor de los mundos. Es una forma de desasirnos de la amargura.

Ser agradecido es una obligación y, al mismo tiempo, es una bendición. El agradecimiento surge del rincón más profundo y luminoso de nuestro corazón, reconocemos con ello que cada acción, cada instante corresponde Allāh, el altísimo. Es, ciertamente, un recuerdo (dhikr) constante de la realidad. Dice así Allāh en el Corán:

¡Oh gentes! ¡Tened presentes las bendiciones que Dios os ha dispensado! ¿Hay algún poder creador, fuera de Dios, que pueda daros el sustento de los cielos y la tierra? No hay deidad sino Él: y, sin embargo, ¡qué corruptas están vuestras mentes! (Corán 35: 3)

Allāh nos recuerda su poder, como es la fuente de la misericordia (raḥma) potencial con la que crea el mundo, con la que fuimos creados, con la que respiramos. El agradecimiento (shukr) es en sí mismo una protección ante un mundo en el que los ingratos intentan contagiarnos de su actitud, una actitud que marchita los corazones y que lleva a la asfixia vital y espirtual. Pero el creyente siempre tiene que pensar en la clave que expone el ḥadīth de nuestro amado Profeta Muhammad ﷺ narrado por su fiel ‘Ali (ra) que dice:

¡Oh Señor! En tu favor me refugio de tu ira, en tu indulgencia de tu castigo, y me refugio en ti de tu designio. No son suficientes las alabanzas que yo pueda pronunciar, tú eres tal y como te has alabado a ti mismo. (Sunan, Ibn Majah, 5: 1235).

Este ḥadīth es claro, nos expresa el poder de Allāh, el altísimo, y sus dos grandes atributos: el jalāl (la majestad) y el jamāl (la belleza) ambas que se funden en la unidad transcendente. Es el agradecimiento el que corresponde a lo bello. Tengamos conciencia de que la plenitud de la realidad (ḥaqīqa) no llega si no hay suficiente agradecimiento (shukr), de que tampoco caerá el velo de nuestros ojos si no es viendo agradecidos lo que el Señor de los Mundos ha puesto y dispuesto para nosotros. Si en cada acción, guiados por su dictado, agradecemos; si seguimos la ley agradeciendo; si vemos a nuestros padres, a nuestras familias y lo agradecemos; si vivimos cada momento agradecidos entonces encontraremos el camino recto hacia el jardín. En este sentido Allāh, el altísimo,  nos dice en el Corán:

(…) ¡Oh Sustentador mío! ¡Inspira en mí un agradecimiento continuo por esas bendiciones Tuyas con las que me has agraciado a mí y a mis padres, y para que obre rectamente en una forma que sea de Tu agrado; y concédeme rectitud en mi descendencia también! Realmente, a Ti me he vuelto en arrepentimiento: pues soy, realmente, ¡de los que se han entrgado a Ti! (Corán 46: 15)

Solo aquellos que tienen un agradecimiento continuo y sincero tendrán abiertas las puertas del verde jardín y la mejor de las recompensas. Un jardín que perdurará a través de las rectas acciones de aquellos que permanezcan en la tierra después que Allāh, que exaltado sea su nombre) nos llame a su presencia.

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El agradecimiento es algo connatural a la creación, los mismos ángeles agradecen a Allāh –a través de la recitación de salawat y bendiciones sobre él– que haya creado a tal mensajero como nuestro amado Profeta Muḥammad ﷺ y se nos exhorta a agradecerle su misión para obtener los excelsos favores (faḍl) que Allāh nos tiene reservados:

En verdad, Dios y Sus ángeles bendicen al Profeta: así pues, ¡Oh vosotros que habéis llegado a creer, bendecidle y someteos a su guía con un sometimiento total! (Corán, 33:56)

Y recordad cuando vuestro Sustentador os anunció esta promesa: ‘¡Si sois agradecidos a Mí, ciertamente, os daré aún más (…) (Corán, 14:7)

Quienes son agradecidos reciben más, así es la raḥma de Allāh, el altísmo, la gente del dhikr que agradece cada instante, que le recuerda a él y a su bendito Mensajero ﷺ como fuentes de la bendición. Su promesa y su pacto es firme, aunque a veces nuestro intelecto sea incapaz de verlo. Esas son las limitaciones del ego (nafs) humano.

Allāh, algunas veces, nos pone a prueba como al profeta Ayūb (Job) (as) y nos lleva al límite. Pero, siguiendo su ejemplo, él nunca claudicó, nunca se rindió, siempre agradeció y al final Allāh otorgó sentido a toda esta existencia. Estemos agradecidos con lo que implica el mundo, estemos agradecidos con el qadr (designio) de Allāh porque Él sabe más. Y suya es la justicia (‘adl).

Por eso decimos, queridas hermanas y queridos hermanos, que el agradecimiento es justicia. Justicia que a su vez construye sociedades y que las mejora y las elevas, como el Corán nos dice de los reinos del profeta David (as) y del profeta Sulayman (as), cuyo esplendor en el agradecimiento a Allāh nadie a alcanzado:

¡Trabajad, Oh pueblo de David, en agradecimiento a mí y recordad que pocos son los realmente agradecidos aun entre Mis siervos! (Corán 34:13)

El agradecimiento es justicia para con Allāh y su creación, y Allāh nos la devuelve por completo en el mundo terrenal. Si somos agradecidos, más agradecido será Él. No importa el peso de la acción, lo que importa es la intención (nīya). Los sabios dictan a sus alumnos que cualquier acción –según lo dicho por nuestro amado Profeta ﷺ – debería ser compensada por otra de modo que la creación se encuentre en equilibro perfecto.

Por, eso llenos de agradecimiento, queridas hermanas, queridos hermanos pidamos a Allāh, altísimo, que nos permita ser agradecidos para vivir con armonía, paz y amor junto a nuestras familias, nuestra comunidad y el resto de la humanidad. Aceptando nuestras responsabilidades y el mandato divino con una sonrisa, sabiendo que los planos de Allāh, el altísimo, son los mejores para nosotros.

Pidamos Allāh que nos inunde de bendiciones y raḥma a todos los seres humanos, especialmente los que buscan la paz y el recuerdo de nuestro Señor.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pidamos a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.