Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos, volvemos después de Ramadán con ánimos dispares. Con un iman y un corazón reforzado y purificado por el ayuno y la ‘ibada que hemos hecho. Pero también, se manifiesta en nosotros, el peso del volver a lo cotidiano, a lo usual. Siempre hay un cansancio y, a veces, una sonrisa de volver a la rutina. Por eso, el hadiz que traemos hoy tiene mucho sentido. Se trata de un hadiz recopilado por Shah Waliullah en sus cuarenta hadices que dice así:

إِتَّقُوْا النَّارَ وَلَوْ بِشِقِّ تَمْرَةٍ

Itaqwa al-nār wa law bishiqi tamra

Ten conciencia del fuego, aunque este sea como un trocito de dátil
(Bukhari, 6540; Muslim, 1016d)

Un dicho de nuestro Mensajero ﷺ y que da a pie a reflexionar desde la propia semántica de las palabras en árabe. Este es un hadiz para pensar en estos tiempos y, especialmente, después de Ramadán. Pues purificados los errores relucen más y, sobre todo, hacen aproximarnos al fuego (nar). Un fuego que física y metafóricamente nos acompaña y templa el barro humano.

Un fuego que simboliza la gehena y, sin embargo, simboliza la posibilidad de que Allah, el Altísimo, ejerza Su divina rahma sobre nosotros. Un fuego que también marca la imperfección y la oportunidad de tener taqwa. La advertencia de Sayyidina Muhammad ﷺ nos propone huir de las falsas perfecciones, de la espiritualidad impostada y, sobre todo, de las apariencias. No es solo una advertencia moral, sino un asunto que atraviesa todo nuestro ser. Nuestro ejercicio debe ser preeminentemente de conciencia hacia la vida, de darnos cuenta de que la gehena, el infierno, no es solo un lugar sino un estado al que sin mucho esfuerzo podemos caer.

Por eso, los puritanismos son vacíos en el islam si seguimos la Sunna al Mensajero ﷺ, no es un tema simplemente de esconder lo malo. Es nuestra conciencia y nuestra intención (niya) la que nos libra del fuego porque nos sitúa en tawba, retornado, hacia la qibla Allah. Si le hacemos caso a él ﷺ, nuestro profeta, evitemos el fuego, evitemos que toque nuestro corazón y lo inflame. Quiera Allah, Altísimo, que su sakina aplaque cualquier intención o acción de nuestra parte que no sea belleza, verdad y bien.

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En el Corán Allah, Altísimo, nos invita a reflexionar sobre el fuego de la gehena como un lugar. Un lugar terrible, temible y donde el fuego consume a aquellos que fueron cafres. Aquellos que aun a sabiendas de la luz hicieron todo lo posible para destruirla. No hay vez que hable de este terrible lugar que no contraponga el verde del Jardín. Su Jardín que aguarda a los que magnifiquen la luz del mensaje. Dualidad que acaba en su presencia, el ser humano elige entre estar junto a Él en un verde jardín o alejado de él consumido por el fuego. Un olvido de la realidad divina en forma de fuego abrasador que consuma al sujeto, ese es el infierno que, por supuesto, puede darse de por vida. Dice el Altísimo:

Ciertamente aquellos que ocultan lo que ha revelado Allah en el Libro y lo venden por nimiedades, les saciarán sus vientres con Fuego, no les hablará Allah el Día de la Alzada y Él no les purificará. ¡Que doloroso castigo tendrán! (Corán 2: 174)

Un fuego que, como los ídolos, sacia los vientres al instante con placeres. Y luego consume a los que lo aceptaron, pues el fuego es un terrible refugio. Un fuego que es fácil de recibir porque se paladea y transitoriamente consuela pero que devora el corazón. El egoísmo o la vileza son parte del combustible para ese fuego: «En verdad, para aquellos que gasten injustamente la riqueza de los huérfanos un Fuego consumirá sus entrañas y con resplandor arderán» (Corán 4: 10).

Decía el Mensajero ﷺ, en la polisemia de la raíz waw-qaf-ya, que tengamos conciencia, que nos protejamos del fuego. La ibada es el mejor escudo contra cualquiera de las esquirlas de fuego, del tamaño de un dátil, que tan a menudo saltan hacia nosotros. Todo el islam es protección y conciencia de que Allah y Su rahma nos envuelven nos protegen y nos arropa. Pues dice Allah, Altísimo, en el Corán:

Si Nosotros quisiéramos nos llevaríamos lo que te revelamos y no encontrarías quien te protegiese de Nosotros, pues tan solo es rahma de tu Señor. En verdad, es Su favor sobre ti de una forma enorme. (Corán 17: 86-87).

Cuantas bendiciones tenemos, queridas hermanas y hermanos, por tener las herramientas y las indicaciones para que en este mundo tan terrible se amortigüe y no nos contagie el fuego que se prende a los pies de ídolos de barro, de metal y de ideas que se alzan tan cerca nuestra. Que Allah, Altísimo, nos infunda de la taqwa y la rahma de Sus Mensajeros y Sus íntimos para proseguir en la senda certera, en el camino recto sin miedo y guiados por Su luz. Quiera Allah hacernos conscientes de cada instante, de cada inspirar para que nuestras acciones sean dignas de los hijos de Adam. Quiera Allah apagar el fuego que haya en nuestro corazón y hacer que florezca un Jardín en él. Quiera Allah darnos Allah. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.