Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos hay en el Corán dos aleyas que me hacen pensar. Si bien todo el texto me hace pensar y meditar, en concreto estas dos me ofrecen un marco privilegiado. A menudo nuestra vida es un tal fluir que nos olvidamos de lo que significa y aun no llegamos a la absoluta ghafla (olvido consciente) si que dejamos de agradecer todo lo que se debe.

Surat Qaf nos da, en concreto, un motivo de reflexión. Como bien sabéis, esta sura es del ciclo escatológico, es decir, aquellas que tratan sobre el fin del mundo y la próxima vida y su misión es hacernos recordar (tadhkira) que la realidad no es tan obvia como creemos. Allah, tras contarle al Profeta sobre las maravillas del mundo, nos propone ser conscientes de como han acabado los pueblos viles tras negar intencionalmente (kadhaba) la Realidad (ḥaqīqa) y a los Mensajeros. El resultado no puede ser más desastroso, pues las gentes de Nuh, Ras, Thamud, ‘Ad, Lot y Faraón fueron arrasados… Pero, inmediatamente, Allah nos lanza una desafiante pregunta —y es a esta a la que yo quiero dedicar la khutba de hoy— para que meditemos:

¿Tan cansados estuvieron de la primera creación? ¡Ay! Cómo dudan de la nueva creación15, pues Nosotros creamos al ser humano y bien conocemos lo que le susurran sus mismas entrañas, estamos Nosotros más cerca de él que su vena yugular16 (Corán 50: 15-16).

Esta aleya, o mejor dicho la parte final, es muy conocida, muy citada en khutbas y halaqas, que repetimos mucho, pero sobre la que reflexionamos poco. Sin embargo, la primera parte es aún más fuerte que el famoso final y que nos permite no solo unirlo con el olvido, sino con el agradecimiento y la vida en sí.

No me extraña nada que Allah, el Altísimo, comience con una pregunta sobre el sentido de la vida, a la mediación se plantee el susurro de las mismas entrañas (el nafs, el ego) y concluya con un elemento tan importante para la vida como es la yugular: la que recoge la sangre desoxigenada que ha pasado por el cerebro y ha contribuido a los procesos de coordinación de tu cuerpo, la que en tiempos antiguos era la más vulnerable en un combate a espadas, la que se corta para realizar el sacrificio de un animal.

En el Corán nada es aleatorio y todo tiene una profunda lógica simbólica y física que, tanto, nos asombra. Estas dos aleyas nos hace replantearnos el sentido de la vida y el propio ciclo vital que tan desafiante es para todas y todos nosotros.

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Estas aleyas nos hacen un recorrido por el vivir humano de la forma más íntima… ¿Cuán cerca esta Allah de todos nosotros? ¿Por qué se rechaza la creación actual? ¿Por qué hay gente que duda de la próxima? ¿Cómo influye el ego?

Todo comienza con el rechazo a la creación, la actitud del cafre. El cafre (kafir) es cafre porque intenta tapar la luz que Allah ha dispuesto para su creación. La gente de los pueblos aniquilados fue tan arrogante que negaron la creación y a los mensajeros, que destruyeron la creación, o al menos lo intentaron, que trajeron el caos necesario para que exista el orden que Allah, el Altísimo pretende. El cafre es el que sabiendo que esa creación es de Allah tiene el sueño de destruirla y vivir exclusivamente en lo material… Lo espiritual de nada sirve, la promesa de una nueva creación (al-akhira) tampoco.

Es ahí donde el Corán vuelve incidir, de una manera interesantísima, haciéndonos ver cómo hay un desprecio al tiempo eterno de Allah que, nosotros, percibimos como ciclos, a veces como palabras y promesas, pero que es una realidad. El negar la realidad, y su infinitud, es el mayor acto de un cafre. Tiene un disfrute tal, que el encuentro con esa realidad se transforma en Fuego, en el propio Infierno.

Allah nos dice —en plural haciendo gala de su poder— que fue Él quien creó al ser humano. Esto es una constante en el texto coránico, se le recuerda al ser humano que es un ser finito, que es existente (vida y dimensión limitada) y que es Allah quien lo hace trascender. Una creación perfecta con las imperfecciones tan maravillosas y propias de nuestra vida. Y, a continuación, se dice que «bien conocemos lo que susurran las mismas entrañas» (Corán 50: 16). Ese susurrar de las mismas entrañas, ese es susurrar (waswasi) del nafs (ego), el cual busca la protección y la supervivencia del sujeto físico. Una pulsión que va unida, íntimamente, al plano de lo físico de lo material… Allah lo conoce en tanto es Él el que nos ha construido, el que conoce nuestras debilidades e inclinaciones, y Aquel que ha escrito nuestro qadr (mandato) en una tablilla bien guardada.

Es aquí cuando dice la famosa frase: «estamos Nosotros más cerca de él que su vena yugular» (Corán 50: 16). La inmensidad de Allah, de la que participamos también como parte de Su creación, se manifiesta de una manera simbólicamente arrebatadora. Allah está muy cerca, nos oye, nos escucha, nos protege, nos guía o nos hace errar —según seamos—, nos hace patente su poder… Si la yugular esta cerca, insertada en el centro de nuestro ser físico, Él está en nuestro centro espiritual. Y, a la vez, es tan fundamental e imprescindible como nuestra propia yugular que nos mantiene vivos.

Un mundo sin Allah, ya sea por rechazo voluntario (ateísmo materialista) o por olvido (egocentrismo) de Su presencia, es un mundo vacío, condenado a la muerte como cuando la yugular no hace su trabajo. Esa es la manifestación del Infierno de Fuego en el que vive el cafre, una yugular que no devuelve la sangre al corazón y los pulmones para oxigenarlas y dar vida… El cafre es un muerto en vida, un simple y vulgar zombie alejado de la presencia de Allah, el Altísimo.

Queridas hermanas y queridos hermanos, el creyente sincero solo anhela la vida como parte de esta creación, como parte de la siguiente o del qadr que Allah quiera. Él es el que vivifica y el que protege a cada una de sus criaturas que le reconocen (‘abd). Y ante las visiones terribles, ante olvidos involuntarios, ante los susurros de nuestras egoístas entrañas, tan solo quedará su raḥma, su matricialidad, pues Él es el Señor de todos los mundos. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.