Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos, hay en el Corán —que Allāh, el Altísimo, ha descendido para que meditemos y conozcamos todas y todos— unas aleyas que lleva unos días fascinándome. Hablan de como construir nuestra actitud ante una realidad tan múltiple como desconcertante.

Este tema ha sido tratado por sabios, no solamente islámicos, y filósofos, es un tema capital, complejo y desafiante. La realidad parece tan múltiple, pero tras ella se esconde la auténtica Realidad (ḥaqīqa).  Para un creyente sincero, la auténtica realidad es Allāh y, sin embargo, debemos, a lo largo de esta vida, transitar en las incertidumbres, entre ilusiones que se desvanecen velándose y desvelándose hasta que lavan nuestro cuerpo y nos introducen en la tierra. El Corán, con su habitual certeza, nos pone sobre aviso sobre esta búsqueda vital en ese fragmento, localizado en la sura 64, que os mencionaba y que ahora, a continuación, os cito:

Así que confiad en Allah, en Su Mensajero y en la luz que Nosotros hemos descendido. Y Allah de lo que hacéis está bien informado8. El Día que Él os junte para Día del encuentro, ese será el Día de las ilusiones. Y aquellos que crean en Allah y obren justamente, Él destruirá sus errores y les hará entrar a jardines en los que debajo fluyen arroyos, en los que permanecerán por toda la eternidad, para siempre. ¡Ese éxito excelso es!9 Y esos que cafres fueron y renegaron de nuestros signos, esos serán compañeros del Fuego por toda la eternidad ¡Que mal final!10 No golpea el infortunio sin el permiso de Allah y aquel que cree en Allah, a ese Él dirige su corazón. Y es Allah el que toda cosa sabe11. Así que obedeced a Allah y obedeced a Su Mensajero, más si la espalda le dais… Solo incumbe a nuestro Mensajero facilitaros su mensaje12. ¡Allah! No hay otros dioses sino Él, deja que sobre Allah pongan su confianza los creyentes13. (Corán 64: 8-13).

Estas aleyas constituyen una llamada a vivir en profunda plenitud, en el sentido más bello del salam, y comprender lo que significa la vida: la exclusiva confianza en Allāh y su Mensajero ﷺ. Y aunque esté adornado con el componente escatológico, es decir la próxima vida y las recompensas, esta aleya nos invita a ser sinceros y tomar la qibla de la unicidad —no existe nada divino sino Él— y la omnipotencia, de la Sunna del Profeta ﷺ como camino firme para hacernos mejores, para anticipar el Jardín en nuestra vida.

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Lo primero a lo que nos invitan estas aleyas son a confiar en el Mensajero ﷺ y en la luz que Allāh, cuyos nombres exaltados sean, ha descendido. Una luz (nūr) que se hace tiempo y espacio en Muḥammad quien la trae a la humanidad para que sirve de guía, por eso él es el Guía (al-hady) en el recto sendero. Su Sunna es esa luz en un mundo de tinieblas, de ilusiones. Cuando este tiempo lineal se cumpla y este espacio se resquebraje ocurrirá el día de las ilusiones (yawm al-taghābun), un día donde se verá la fragilidad de esa realidad material que creíamos que era la realidad ultima (ḥaqīqa). Todos nosotros veremos como se desvanece lo que creíamos y solo quedará Allāh, el Altísimo, y nosotros ante Él.

Nuestra fragilidad será máxima y las ilusiones, desilusiones para algunos, cobrarán sentido. La luz de Allāh las iluminará y nuestra suerte se manifestará. El Corán usa los símbolos de El Jardín (al-janna) para los creyentes y el Fuego eterno para los cafres que renegaban de todos los signos, que con raḥma, Allāh les otorga. Una recompensa, por otra parte, que tiene lugar en el orden cósmico, que ha tenido lugar, previamente, en sus propios corazones. No hay Jardín ni Fuego que, previamente, no haya sido paladeado por el propio corazón de la persona.

Por eso, Allāh en el Corán dice que: «No golpea el infortunio sin el permiso de Allah y aquel que cree en Allah, a ese Él dirige su corazón» (Corán 64: 11). Una afirmación dura pero que expresa el qadr, en tanto poder último, que tiene Allāh sobre nosotros. Y, de nuevo, aparecen las ilusiones. A veces, nuestro descomunal ego (nafs) cree que la realidad le desafía de tal forma que el infortunio (muṣībat) nos golpea por azar, mas ese golpe puede ser tan necesario pues tras eso, es Allāh quien cuida de los corazones de los creyentes. La ilusión del golpe, para un creyente sincero, es tan solo ilusión que se verá clarificada pronto. Para un cafre es una ofensa contra su ego… Por eso, al final de estas aleyas se hace tahlil, declarar su unicidad, para inmediatamente decir que los creyentes lo único que deben de hacer, y hay que dejarles, es que se entreguen (tawakkul) en Allāh.

Es, sin duda, el tawakkul una de las claves para esclarecer las ilusiones o, por lo menos, minimizarlas. Allāh, y su raḥma, nos es espera y nos acoge en cualquier momento; la Sunna y la luz de su Mensajero ﷺ nos prepara para ello reflejando la realidad (ḥaqīqa) divina. Y el resto depende de nosotros.

Hay quien traduce al-taghābun como «decepción mutua», sin embargo, yo creo ver en estas palabras «ilusiones». Ilusiones que pueden llegar a cumplirse o que pueden diluirse ante Su presencia, donde todos hemos de comparecer. El mundo material es una gran ilusión, una gran alegoría que vivimos y como se dice en sura al-waqiah: «Nosotros decretamos para vosotros la muerte y nadie se Nos puede escapar60, ya os cambiamos y Nosotros os volveremos a crear de una forma que no conocéis…61» (Corán 56: 60-61).

La transmutación es lo propio de los seres creados y tan solo podemos decir ¡alhamdulillāh! por tener conciencia de Él, por saber que existimos y que somos frágiles. No hay momento más sincero que darse cuenta que nuestra vida es una ilusión, pero que Allāh es el Señor de todos los mundos posibles… Y quizás esta vida sea finita, lleguemos a darnos cuenta de la ilusión, pero a su lado solo existe un presente eterno que construimos nosotros con cada pequeña acción. Quiera darnos Allāh taqwa para entrar el Jardín, en esta vida y tras ella, y librarnos del Fuego abrasador que, tantas veces, arde en nuestros corazones. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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