Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos a menudo dudamos de las decisiones de Allāh, el Altísimo. En vez de decir: ¡Sea! Decimos: ¿Por qué? En vez de aceptar aquello que es, preferimos cuestionarlo, enfadados, con nuestro nafs (ego) por bandera. Sin pensar en el gran símbolo de nuestra vida y su relación con la creación, sin pensar en los signos que se entretejen en este gran símbolo. Contemplamos el absoluto con ojos de dualidad, contemplamos la realidad con altivez creyendo que todo sabemos, que podemos controlar… y ¡que alejados de la realidad estamos!

En nuestro mundo existe una pulsión terrorífica de control de la creación. Queremos dominarlo, o eso pretendemos, a través de la técnica, de la tecnificación. Reducimos a frío número la realidad, jugamos a explotar lo que se nos ha dado y creemos que somos nosotros ante la que la creación obedece. Una necedad frente a la auténtica realidad (ḥaqīqa), aquella que se funda en la realidad de Allāh, el Altísimo. No hay otra más allá de Él, Señor de los Mundos, el Rey del visto (hadhir) y el no-visto (ghayb).

Es por ello que cuando Él, que exaltados sean sus nombres, nos confronta con su señorío (rubbubiya) nosotros o tenemos conciencia de su grandeza (taqwa) aceptando la realidad o nos enrocamos y nos atrincheramos en nuestro nafs (ego) sin pensar las consecuencias de esta acción tan vacía, tan frágil. Es parte del conocimiento del ser humano protegernos ante la dificultad, justificar nuestras vanidosas experiencias, mirar con desconfianza… Y sin embargo el creyente sincero debe confrontar esta cobardía para acercarse a la realidad (ḥaqīqa) de Allāh y a la Sunna de su Mensajero ﷺ para saborear (dhawq) la auténtica esencia de lo que Allāh tiene para nosotros.

A este respecto, sobre el tema de los dictados divinos dice Allāh en el Corán, en sura al-Baqara, lo siguiente:

Escrito para vosotros es el combate, aunque os sea odioso. Puede que algo que sea odioso sea bueno para vosotros, mientras algo que améis sea nefasto. Y es Allāh quien todo lo sabe mientras vosotros desconocéis (Corán 2: 216)

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Esta aleya tiene una sabiduría muy profunda, una sabiduría cotidiana y necesaria que llega a las profundidades de nuestra existencia directa desde Allāh, mediada a través de la Sunna de su amado Mensajero ﷺ. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? Se nos habla de comprender el qadr (el mandato) de Allāh más con el corazón profundo y sintiente (lubb) que con la razón (‘aql) y la lógica (mantiq). Nuestro mundo tiene un aparente exceso de estas dos últimas y, a la vez, adolece de lo primero.

Es fascinante ver como la aleya elige la situación de combatir (al-qitāl). ¿Qué es combatir? La lectura primera es el enfrentamiento, pero una lectura profunda nos invita a pensar que ese combate es con nuestro ego (nafs), con nuestra protección ante las lógicas difusas de la creación, ante lo que nuestro intelecto no llega. Ante eso combatimos, aunque sea odioso, aunque no comprendamos, aunque nos pese… Que solo ¡Sea! Porque así lo dictó para nosotros Allāh, el Altísimo.

Al no saber el sentido último de la realidad no sabemos si algo es bueno o malo para nosotros. Por eso, la aleya plantea que las decisiones divinas tienen un sentido muy profundo, muy lógico, con mucha fuerza… Si nos dejamos llevar por nosotros mismos seguramente erremos guiados con nuestro ego (nafs), sin atenernos al sentido auténtico.

Esta aleya nos conecta con las aventuras de Musa (as) y el Khidr (as) y los, aparentes males, que este inflige en la sura de La caverna que para Musa (as) son males pero que en realidades son, aparentes, males necesarios para que se cumpla el plan de la justicia divina que Allah, que las alabanzas sean para Él, ha decretado. Igualmente nos encontramos con la experiencia límite del profeta Ayub (as) a lo largo de varías suras de El Corán, donde se le pone a prueba a fin de demostrar su paciencia (sabr) y su confianza (amana). Este es un mal paradójico y desafiante para la lógica humana, pero no para la confianza en Allah. La experiencia del mal, en sus múltiples manifestaciones, es necesaria para que el bien (khayr) se constituya como la gran esperanza.

Aquello que amamos tal vez sea perjudicial y aquello que odiamos quizás sea beneficioso. El trabajo con nosotros mismos es muy importante, purificar nuestro ego (tazkiya al-nafs) es un punto básico para ser nosotros mismos, para vivir en plenitud, para ser plenos, para seguir la senda del profeta Muḥammad ﷺ. ¿Acaso hay algo mejor?

Pensamos que todo se reduce a nuestra visión, omitimos los significados profundos, evitamos el símbolo desafiante y nos contemplamos con los signos parciales que pueden ser, fácilmente, comprensibles pero insuficientes. Y es Allāh quien todo lo sabe mientras vosotros desconocéis, desconocemos porque no tenemos la tan necesaria visión (basira) para construir nuestro mundo, porque no estamos en el presente de Allāh, el Altísimo. Aceptemos que sea lo que esté para nosotros, combatamos contra la comodidad, no seamos altivos ante el mundo pues solo somos una simple y diminuta pieza en el mundo que nos ha tocado vivir.

Quiera Allāh, el Altísimo, darnos discernimiento (furqan) para aceptar nuestro mundo, vivir aceptando nuestro qadr, tener humildad y ser creyentes sinceros y humildes. Quiera Allāh, el Altísimo, reconocer (ta‘ruf) la realidad de Su presencia (hadra). Quiera Allāh, el Altísimo, darnos la posibilidad de ser en plenitud, purificados y bajo la Sunna muḥammadiana. Quiera Allāh darnos Allāh. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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