Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Otras veces hemos hablado de los corazones que hay dentro del qalb, el corazón per-se que acoge al lubb y al fuad. El qalb es el que representa el movimiento sempiterno de la vida y el universo, es el latir como Allāh mueve los días y la noche. Es el que contempla el paso de la fluctuación —como bien explica Muhammad Iqbal— y permanece. El lubb, por su parte, remite a la semilla que aún está envuelta en una cáscara y que florecerá gracias al amor (ḥubb) haciendo reverdecer ese corazón en este mundanal mundo y en el próximo. Este es el corazón cuerdo, el que rige porque espera un bendito fruto de la generosidad (faḍila). Y, por último, el fuad es el corazón inflamado, ardiente, que alimenta la vida y que, al mismo tiempo, la consume.

El corazón, para un creyente sincero, es más que una realidad material y finita, es lo que nos permite vivir, crecer, comprender y volver a vivir saboreando los límites. Es un símbolo del propio devenir del cosmos, del enfrentarse a la realidad y a los límites de uno mismo. Es un símbolo que representa el microcosmos ante el macrocosmos de la creación de Allāh, el Altísimo. Un símbolo tan olvidado en estos tiempos de signos…

Por eso, según nuestras acciones (‘amal) e intenciones (nīya) nuestro corazón reverdece y fructifica o se endurece y se oxida llenándose de herrumbre. Se enferma y acaba rompiéndose. El Corán, los hadices y los textos de los íntimos de Allāh nos invita a pensar en esta clave, son aquellos que no han recibido ni la sinceridad ni la guía correcta los que sufren de las fases más graves, las que afectan al mundo.

Seguro que, alguna vez, nos hemos preguntado ¿por qué hay gente tan insensible? O ¿por qué hay gente que disfruta haciendo daño? Esos, ciertamente, tienen el corazón lleno de óxido, duro como una piedra que les impide poder latir al mismo ritmo que la creación (khalq) de Allāh, el Altísimo. Una gran tristeza, pues sin ese latir estamos inconclusos, estamos desconectados de la realidad (ḥaqīqa). En mi opinión no latir en ese ritmo es una isquemia, con gran sufrimiento, que lo único que produce es dolor, sufrimiento y odio. El cafre, el hipócrita, el vil sufre porque no consigue latir con el ritmo que Allāh y por eso proyecta ese dolor… Dolor estéril, que como bien indica el Corán no encontrará auxilio (4:173) y que se acrecentará en ese poderoso símbolo que es el Fuego eterno. Y es que el Fuego eterno, la Gehena, está provocado por nadie más que uno mismo… ¡Quiera Allāh hacernos latir con su ritmo y apartarnos de ese Fuego isquémico!

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Queridas hermanas, queridos hermanos Allāh, que sea exaltado y altísimo, dice en el Corán:

«¡Ay, No! Sus corazones de óxido se han teñido por lo que han hecho. ¡No! En verdad, ese Día de su Señor estarán ciegos, pero luego, ciertamente, se consumirán con ojos abierto y se les dirá: «Esto es lo que negabais!» (Corán, 83: 14-17).

Esta aleya siempre me llama la atención, mientras que en el resto del corazón se habrá de endurecer (fasat) aquí se dice literalmente fue «el oxido sobre sus corazones» (rānā ‘alā al-qulūbihim). Un óxido, una herrumbre que mancha, que provoca la ceguera ante las realidades de uno-mismo y de Allāh. Curiosamente los corazones que se endurecen por no tener conciencia de Allah (taqwa), acaban oxidándose por sus acciones. Acciones que, como marca esta sura, se hacen a plena voluntad. Incluso en muchos casos sabiendo cual es la verdad (ḥaqq) y la realidad (ḥaqīqa). Ya no hay recuerdo (dhikr), ya no hay reconocimiento (marifa)

Poco a poco el corazón de la persona que sufre esto se va volviendo más opaco, más duro hasta que aparece el óxido que intoxica y provoca esa isquemia espiritual de la que hablábamos antes. Se vuelve insensible y sufre, pero su orgullo y su ira no le permiten expresarlo. Nadie le ayuda porque se niega a pedirla, nadie le oye porque considera que él es autosuficiente. Allāh no puede auxiliarle porque en su solipsismo nada puede hacer. Algo así experimento el Shaytan y lo transformó de un jinn creyente a un rajim, un maldito.

Este óxido es más que haber olvidado el adab, es negarlo e imponer una visión estéril de la realidad compleja. Necrosado su qalb e incapaz de florecer su lubb, ante la ausencia de maḥabba (amor) ya nada queda. Solo un fuad que arde con tal intensidad que el fuego se apodera de la persona y la consume poco a poco sin que ellos puedan sentirlo… Así dice el Corán: «Selló Allah sus corazones y sus oídos y cubrió sus ojos… y ¡que castigo más excelso tendrán!» (Corán 2: 7). Y sinceramente es así, eso es vivir el infierno en la tierra, recoger lo que hemos sembrado si no somos conscientes de Allah y construimos algo mejor.

Queridas hermanas y queridos hermanos, estad atentos a ese endurecimiento y oxidación del corazón, pues es el mayor mal de hoy en día. La raḥma es el mejor antídoto ante esto, el amor (maḥabba) es lo que debería regir en nosotros para que verdezca el jardín en nosotros antes de que pisemos el verdadero Jardín. Y así, en el camino, podamos volver a dar a la humanidad sinceridad, amor, belleza y bien. Ayudemos a eliminar todo óxido de los corazones y vivamos en plenitud siguiendo la Sunna del Mensajero ﷺ. Quiera Allāh guardarnos de que nuestros corazones se corrompan y estallen en mil pedazos consumiéndonos el Fuego. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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