Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

La khutba de hoy la dedicaremos al ruido de Shaytan. ¿Cuántas veces no somos capaces de ver la belleza y la bondad del mundo? ¿Cuántas veces vemos distorsionado el mundo hacia una realidad triste, amarga y terrible?

Vivimos en un mundo, aparentemente, terrible. Nos dicen los medios, la gente, nuestra razón que todo está roto, corrupto y podrido. Sin embargo, si miramos desde el corazón (qalb) veremos que esto no es así. ¡No lo es! Hay belleza, acciones buenas, gente solidaria, esfuerzos colectivos. Hay mundos benditos en cada rincón y los ángeles (malai’ka) acuden a bendecir con sonrisas a aquellos que tienen la conciencia (taqwa) del poder de Allāh, exaltado sea, y de las normas que dictó a su amado Muḥammad ﷺ.

Y es que nuestro mundo está distorsionado, mediatizado por un velo que, sobre nuestros sentidos, sobre nuestro corazón coloca el Shaytan para cumplir su misión transcendente, pero que, si no tenemos la plena conciencia en Allāh, el altísimo, es difícil aprovechar para crecer. Un ruido de fondo que o bien nos hace perdernos o bien nos hace crecer. Y es que en todo desafío se encuentra, al mismo tiempo, tanto el éxito como la derrota.

La naturaleza de Shaytan es de puro fuego. Es voluble y distorsiona la realidad. Es su trabajo, así se lo encargo Allāh t‘ala. Shaytan es un siervo, aunque lleno de celos y odio ante el amor que profesaba el Profeta Adam, que sirve igual a Allāh que lo hace el ser humano. Por ello, la voluntad de Shaytan es hacerse con la voluntad humana, cuestionar la conciencia que el ser humano tiene de Allāh y de su mandato dado al bendito Mensajero ﷺ para demostrar su superioridad.

Mostrar caos aparente en la creación de Allah es uno de los caminos. Por ello, Shaytan intenta distorsionar el mundo que Allāh ha creado y que rigen sus dictados, y decimos distorsionar porque nunca puede cambiarlo. Los actos de Shaytan son pura ilusión que pueden, y deben, ser anulados por el creyente sincero, por la persona impregnada de trascendencia.

Es esa distorsión la que todos percibimos. Y, a menudo, creemos en nuestro orgullo que esa es la auténtica realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq) cuando no lo es. Su susurro (was-was) nos seduce, y el desasosiego nos invade. ¡Qué imperfectos somos! y ¡cuánto nos queda aún por luchar contra nosotros mismos!

Si aceptamos que la realidad (ḥaqīqa) es esa, definitivamente, hemos perdido. Pero si nos enfrentamos a ella, desafiantes desde el amor y la Sunna del Profeta ﷺ, entonces habremos ganado y podremos ayudar a que otros conozcan el auténtico camino al jardín que Allāh, el altísimo, tiene para nosotros. Un jardín donde el frescor de la raḥma (misericordia) y el salām (paz) son las mayores recompensas, un jardín que también podríamos experimentar en la tierra.

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¿Y cómo se combate a ese ruido del Shaytan? El único camino posible es a través de dos Sunnas, la del zikr (el recuerdo de Allāh) y la de la sonrisa. Dos Sunnas sencillas, fáciles que pueden derrotar a un enemigo de humo como es el Shaytan desde la tradición de nuestro amado Muḥammad ﷺ.

Estas dos benditas acciones, tanto el zikr como la sonrisa, rompen la amarga ilusión que Shaytan, con su ruido, crea en nosotros. La esclavitud de los sentidos y de la razón se libera y entra la visión desde el corazón, desde la raḥma. Devolviéndonos a la plena conciencia de Allāh, que exaltado sea, a la auténtica realidad.

Es el zikr el que nos obliga a volver a Allāh, invocando su presencia, repeliendo los golpes del Shaytan actuando como una coraza de acero. El zikr es la máxima protección, la acción más bendita que junto al du‘a todo lo puede. Es en el zikr donde se invoca, interiorizándose, el nombre de Allāh y se recuerda su acción con su creación a través de sus atributos. Por ello, las tretas del Shaytan, sus intentos de hacer ruido, son anulados ante la pureza prístina del sonido del zikr. El ruido de Shaytan se convierte en un sonido vacío, en una visión que se desvanece ante la luz del Profeta ﷺ. Así, dijo refiriéndose a este tema –según recoge el gran sabio Abu Layth de Samarcanda– nuestro amado Mensajero ﷺ:

«El recuerdo de Allāh (zikr) es conocimiento seguro de la propia creencia (‘ilm al-imān), inmunidad frente a la hipocresía, una fortaleza contra Shaytan, y un refugio protegido del fuego».

Es por ello, que el recuerdo de Allāh se convierte en una herramienta fundamental para sobrevivir a ese ruido shaytanico que se apodera de nuestro mundo, resquebrajándolo desde el propio conocimiento que produce el zikr. Si somos conscientes de eso, somos conscientes de la debilidad de ese ruido de Shaytan que se desvanece ante la presencia de la evocación de Allāh. El fuego, que simboliza la ignorancia y la distorsión, se extingue ante el frescor de la raḥma (misericordia) de Allāh, el altísimo.

Es en este estado de plenitud y conciencia, en esta actitud donde hay que reafirmar la Sunna de la sonrisa. Y es que la sonrisa es una de las Sunna de nuestro Profeta ﷺ más bellas y terapéuticas, ante un mundo impregnado de aparente caos. Dice Abdallah ibn Harith en un hadiz sobre Él ﷺ lo siguiente:

«Yo nunca vi a nadie que sonriese más que el Mensajero» (Tirmidhi, 3641)

Y esto se reafirma en otro hadiz narrado por Abu Darr que dice:

«No desprecies una acción, aunque sea pequeña, si en el encuentro tu hermano muestra una sonrisa» (Sahih Muslim, 2626).

¡Imaginemos que fuerza tiene esta acción junto al zikr! El zikr es la invocación y la sonrisa es su manifestación. Pues una sonrisa es la mejor espada contra Shaytan, con ella rasgamos el terrible velo del ruido shaytánico de nuestros sentidos y nos permite mostrar un corazón bello y limpio.

La sonrisa es el signo de la excelencia, los awliya’ (santos) siempre sonríen como los niños ante la conciencia de fitra (naturaleza primordial) de Allāh. Cuando alguien descubre que el mundo no es lo que quiere Shaytan, sino que es un regalo de Allāh solo puede sonreír. Y aún más sonríe cuando descubre que en realidad ganar la batalla era algo evidente, era lo único escrito. Algo que solamente se consigue siguiendo el ejemplo del Profeta ﷺ.

Mundos que aparentan e intentar asfixiarnos, son depuestos por la creación del altísimo a través de nuestros zikrs y nuestras sonrisas. El único mundo existente y consistente le pertenece a Él y, aunque el Shaytan juegue perversamente con nuestros sentidos, es al fin y al cabo de Allāh la realidad. Quiera Él a través de su Mensajero ﷺ, dárnosla completa y que nos beneficie.

Pedimos a Allāh subhana wa t‘ala que nos de paz, conciencia y plenitud para vivir junto a nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros hermanos y el resto de la humanidad. Aceptando nuestras responsabilidades y el mandato divino.

Pedimos Allāh paz para todos los pueblos que están en conflicto.

Pedimos a Allāh que, a través de su salām, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz (nūr) muḥammadiana.

Pedimos Allāh que perdone y otorgue paz a nuestros antepasados, a nosotros, a nuestros padres y a todos los creyentes.

Pedimos a Allāh que nos guie con salam en el ṣirāṭ al-mustaqīm (camino recto) y que Él acepte nuestra ‘ibada (adoración).

Dicho esto que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.