Jugar a ser Dios

Editorial

Estos últimos días en prensa se ha hablado de la clonación exitosa de monos en China. Hasta ahora no se había podido clonar a un primate con la técnica que logró clonar a la oveja Dolly. Una noticia que produce una sensación agridulce en los círculos científico y un estremecimiento en la población general.

¿Qué es la clonación? -Podemos preguntarnos con la cabeza puesta en la ciencia ficción. Desde luego no es la copia de un ser completo, sino la copia del material genético de un ser. Podemos estar tranquilos de que en caso de haber clonación no tendremos un doble con la misma conciencia que nosotros, sino alguien con nuestra misma configuración genética. Aclarado esto, las implicaciones éticas de este tema no son poca cosa cuando lo analizamos desde una perspectiva del creyente.

La ética es el camino de la protección del legado que Allāh nos ha dejado.

La clonación de monos en China abre la puerta, en un futuro cercano, a la clonación de personas. Pronto algún «científico iluminado» intentará clonar a personas con diferentes fines, desde el erróneo deseo de inmortalidad hasta la posibilidad de crear granjas de órganos para satisfacer la demanda de órganos de reemplazo y a la carta en nuestra sociedad. Ante esto, la bioética tiene mucho que decir.

La bioética es la disciplina que estudia la legitimidad de las praxis en las ciencias biológicas.

El islam no coarta a la ciencia, pero exige respetar unas mínimas líneas rojas. Unas fronteras, las cuales no debería ser traspasadas. Simplemente por nuestra responsabilidad ante el mundo, ante el medio, ante la vida. No es mojigatería, sino protección ante situaciones que puede causar situaciones más propias del Shaytan que de los seres humanos. El musulmán no juega, de ninguna forma, a ser Dios sino a ser un servidor de Él.

El islam no coarta a la ciencia, pero exige respetar unas mínimas líneas rojas.

Y es que a pesar de que no podamos copiar el «alma» de la persona -lo cual sería lo más terrible para un creyente- hay, por lo menos, cuatro dilemas éticos que se le plantean a un creyente musulmán:

1. Desobediencia hacia Allāh t’ala. Puesto que Allāh crea la creación y dispone de ella, nosotros no debemos alterarla y mucho menos alterar sus designios. Allāh es el que crea cuando dice que algo sea (kūn). Como bien ha señalado el Islamic Council de Canadá ninguno humano puede «originar la creación» porque es algo que solo está en el poder de Allāh, el viviente (Al-Hayy). Es un acto de soberbia muy peligroso intentar alterar o manipular la creación en este sentido. La soberbia es una cualidad muy satánica. Debemos recordar que según el islam es siempre de Allāh el comienzo y el fin de la creación, en especial de seres humanos (véase Corán 27: 64; 29:2; 30:11).

2. Atenta contra la individualidad de la persona como fin cerrado. El ser humano es un ser holístico. No puede ni debe concebirse como algo que no sea un ser que se interrelaciona desde el todo para el todo. Es un riesgo enorme duplicar, aunque sea físicamente, a las personas porque su existencia es única, irrepetible y finita. No debería ser concebido jamás desde un enfoque materialista (Corán, 15:28-29). El ser humano es carne y espíritu, cuerpo físico y espiritual. La vida de un ser humano tiene que ser sagrada y hay que protegerla.

El delirio de ciertos humanos en nombre de la ciencia puede bordear lo satánico, y aunque esto parezca resplandeciente es el resplandor del fuego. No hace falta pensar en infierno, sino en el infierno que puede ocurrir en un mundo que no tenga la ética como un elemento absolutamente central.

3. Destruye el derecho a la identidad genética. Este punto es a la vez algo que aprecian otras espiritualidades, pero para el islam es clave. La clonación nos convertiría a los abuelos en padres del ser clonado con lo cual habría un in-pass, que nos propondría un terrible dilema. No hay padres, no hay familia, solo hay copia. Atenta contra el elemento básico social que es la familia y su dignidad. Los católicos y protestantes ya han advertido de todo esto, pero para los musulmanes además quedaría en una posición que no nos permitiría conocer nuestro linaje genérico porque generaría un loop que retornaría a nosotros. Una situación paradójica que no nos permitiría vivir nuestra vida de una forma sana y lícita.

4. Que la clonación tenga una actitud utilitarista. Y este último punto es el más macabro, que incide en los anteriores en tanto rebaja la dignidad del humano -en este caso el clon- a nada. La idea de que alguien pueda empezar a crear granjas de órganos o tejidos es algo terrible. Esto estaría tanto en la línea de la desobediencia como de la soberbia, pero también atentaría contra la irrepetibilidad de cada ser humano. Este aspecto es materialista y nada ético y solo busca un bien personal sin tener en cuenta las lógicas que Allāh t’ala ha dispuesto para nosotros.

Por todo esto, tenemos que tener mucho cuidado con estos temas. El delirio de ciertos humanos en nombre de la ciencia puede bordear lo satánico, y aunque esto parezca resplandeciente es el resplandor del fuego. No hace falta pensar en infierno, sino en el infierno que puede ocurrir en un mundo que no tenga la ética como un elemento absolutamente central. La ética es el camino de la protección del legado que Allāh nos ha dejado. Como creyentes, necesariamente hay que protegerlo, pero también tenemos que protegernos y proteger a todos nuestros cogeneres de aquellos que se dejan llevar por el resplandor satánico. Es un mandato divino, es nuestra responsabilidad no jugar a ser Dios.