Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos, seguimos avanzando en esta reflexión conjunta sobre la compilación de los cuarenta hadices de Shah Waliullah. Hadices que nos demuestran la intensidad de las palabras, el poder de la concisión y la agudeza de la sabiduría de Sayyidina Muhammad ﷺ para construir un mundo mejor. El hadiz de hoy dice así:

الدَّالُّ عَلَی الْخَیْرِ کَفَاعِلِهِ 

Al-dālun ‘ala al-khayr kafā ‘lihi

Aquel que guía hacia algo bueno es como si él mismo lo hiciera
(Muslim, 1893; Jami‘ Tirmidhi, 2672)

Este incisivo hadiz que aparece en dos de las compilaciones canónicas de hadiz, Sahih Muslim y Jami‘ Tirmidhi, es un poderoso texto para iniciar una meditación. Una meditación sobre el poder la intención (niya) y sobre nuestro rol de prescriptores del bien, de la buena acción. Algo que nos viene dado por la tradición y se manifiesta como hidaya, la buena guía.

El islam, y en concreto la herencia muhammadiana, nos invita a poner mucho énfasis en la intención (niya), incluso por encima de la propia acción como nos cuenta el hadiz de Bukhari. Una intención que se construye como una proyección de nuestra actitud hacia la realidad (haqiqa). Es un superar la materialidad de la acción para ir más a ese sentir en nosotros mismos la propia acción. De hecho, esta idea se relaciona muy bien con otro hadiz que dice: «Toda buena acción es sadaqa. Pues entre lo mejor está el encontrarse con un hermano con el rostro sonriente y verter lo que te queda en tu cántaro en la vasija de tu hermano» (JamiTirmidhi, 1970).

Imaginaos, queridas hermanas y queridos hermanos, si es sadaqa una buena acción cuanto podemos aportar a la humanidad. En nuestro mundo las acciones están muy condicionadas por su materialidad, por su fin, por sus resultados. Este hadiz viene a revocarlo y nos habla, precisamente, desde la potencialidad. Ni siquiera el ejecutor de la acción es el último beneficiario, sino que si inductor, su guía puede ser considerado parte de esa acción. Por eso este hadiz debería hacernos pensar. No solo la acción tiene que ser desapegada, sino que podemos beneficiarnos de ella si ayudamos a otros la ejecuten. Pues los guiamos a una acción mubarak que, sin duda, vibra en nosotros.

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Esa vibración que resuena en ambos es propia de la Creación de Allah, el Altísimo, y de la interconexión de sus seres vivientes con el absoluto. Poca gente se para a pensar que el acto de hidaya (guiar) es otra sadaqa, pero no material sino espiritual. Por eso, se recompensa como si fuese una acción completa, pues sus efectos resuenan en toda la creación de forma muy intensa.

Nada está aislado, nada cae en el solipsismo, sino que todo está conectado como el Altísimo y Él dispone sobre ello. Aquellos que guían, como los Profetas o los sabios, lo hacen con su permiso. Cuando nosotros llevamos a alguien al bien también opera el mismo mecanismo, es Allah, el Altísimo, quien nos guía para que guiemos a otros a la buena acción expandiendo el bien y alejando la corrupción.

Este hadiz, en mi opinión, aporta una medicina espléndida para enfrentarse al individualismo y la idea del mérito propio. Una idea que ha florecido en nuestro mundo negando esa interconexión necesaria y el rol de guías. Uno de los grandes problemas de nuestra época es creer que nosotros podemos hacer el camino espiritual solos, de forma individual sin contar con los otros. Otros que pueden ser personas, seres o manifestaciones de lo divino. Es el materialismo de la experiencia espiritual que prima acciones morales cuantitativas sobre las cualitativas. La idea de que la acción puede ser compartida, proyectada y recepcionada nos habla del poder de la intención y de la guía frente a la finitud del individuo. Un individuo que puede tener la pulsión satánica de querer jugar a ser Allah y pensar que sus acciones son únicas y no debe nada a la Creación.

Por eso, al igual que aquel que guía a la buena acción es como si la realizase, aquel que guía hacia el mal es como si la realizase. Queridas hermanas y queridos hermanos, que grave es el que es cafre, aquel que conoce la luz se dedica a taparla.Y eso, como dice el hadiz, es motivo de entrada en el fuego de la Gehena (Bulugh al-Maram, 2: 371). Y, sin embargo, que común es encontrar a gente que incita al mal, como si fueran seres demoniacos, y disfrutan con la caída de otros sin pensar que la caída también es suya. Por eso necesitamos del conocimiento, de la buena compañía y del recuerdo continuo (dhikr) del Altísimo. Pues como dice el Corán, en una aleya que siempre me impacta:

Permanece cerca de los que invoquen a su Señor, en las mañanas y las noches, anhelando encontrarle. No te apartes de ellos incitado por los placeres mundanales ni obedezcas a aquel que no Nos recuerda, que sus deseos persigue y que desenfrenado vive. (Corán, 18: 28)

Es esa gente que invoca a su Señor anhelando encontrarle, que viven en rectitud los que deben aconsejarnos. Aquellos que han sido pacificados y que no les turban sus deseos o les domina un desequilibrio propio de un desenfreno vital. Solo el equilibrio, la paz (salam), es el que permite guiar a una buena acción que abra las puertas del Jardín.

Queridas hermanas, queridos hermanos quiera Allah darnos la buena guía. Quiera Allah darnos sabiduría y templanza para poder beneficiarnos de las acciones que incitemos. Quiera Allah darnos la plenitud para recordarle, para que no sucumbamos al desequilibrio y los deseos. Quiera Allah darnos humildad para aceptar los consejos e ir hacia las buenas acciones. Quiera Allah permitirnos que las vibraciones de Su Creación nos lleven al Jardín. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.