﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Queridas hermanas, queridos hermanos vivimos en tiempo de hipocresía. Es la enfermedad de nuestro tiempo. En un mundo acelerado en el que las palabras pesan sobre las acciones. En la que la realidad se difumina e invita a que nos disolvamos entre sus sombras. En la que la solidaridad y la integridad no valen nada frente al ego (nafs). Estos son tiempos complejos, pero no más que los pasados.
Nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ los sufrió de especial manera. Allāh, el altísimo, le advirtió en el Corán, en la sura 63, donde se narra acerca de los hipócritas. Aquellos que tenían un discurso delante del Mensajero ﷺ mientras que a su espalda hacían otra cosa.
La hipocresía es un mal demasiado humano que sufrimos los humanos y los genios (jinn). Que nace cuando nuestros corazones y nuestras acciones aún no están purificadas. Es parte de nuestra fragilidad como seres creados, de nuestra falta de completitud y el inicio del camino hacia la perfección. La Torah, el Evangelio y otros libros proféticos nos advierten que los hipócritas han estado siempre, desde el comienzo de los tiempos. Se han llamado creyentes cuando en realidad atizan el fuego del ego (nafs), calentándolo y alimentándolo.
Se muestran en perfección, son arrogantes e intentan dañar al otro. Quizás no es un daño físico, pero lo es espiritual. En una sociedad que vive de las sombras y de las apariencias aquellas acciones no materiales tienen más poder que los materiales. Las palabras y pensamientos pesan sobre las obras. Y las obras sino están infundidas de realidad (ḥaqīqa) son falsedad. Y el islam es el camino de la realidad (ḥaqīqa) y de la paz (salām).
Así, su acción se manifiesta como mentir sobre la intención (niya) para que la acción tenga otra apariencia. Una apariencia cómoda ante otros pero que revela su verdadera naturaleza ante Allāh. Una realidad enferma y resquebrajada que no nos corresponde a nosotros juzgar sino a Allāh, que exaltado sea su nombre. Poco o nada podemos hacer por ellos pues debemos preocuparnos mucho más nosotros en no ser como ellos. Nuestra misión, nuestro objetivo es llegar a ser gente de pleno salām (paz) y de ḥaqq (verdad). Lo demás no nos corresponde. Dice Allāh, el altísimo, en el Corán:
Ello [su hipocresía, es] porque creyeron y luego renegaron, entonces sus corazones fueron bloqueados y no pueden comprender. (Corán 63: 3)
Su corazón (qalb) ha sido bloqueado y no son capaces de discernir dice el Corán advirtiéndonos que este mal es espiritual. Gente que por su naturaleza es incapaz de mostrar humildad y raḥma (misericordia) en su corazón, y hasta que no lo haga Allāh no romperá el sello y ellos no volverán a comprender lo que es la creencia sincera (al-imān al-ṣādiq), esa que se basa en el arraigo (amana) y no en la apariencia y en el engaño. Quien cree sabe que no necesita nada sino Allāh, eso le es suficiente.
Un corazón enfermo es sinónimo de sufrimiento. Quizás no físico, pero si espiritual. Un hipócrita es un enfermo y nuestro objetivo debe ser pedir Allāh que mejore y que nos proteja de contagiarnos. Queridas hermanas, queridos hermanos que Allāh nos proteja de los hipócritas y de su enfermedad. Y eso –os digo– solo puede hacerse en pleno recuerdo (dhikr) de Su grandeza bajo la luz (nūr) de su Mensajero ﷺ.
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Sabiendo como prevenir la hipocresía nuestro deber es evitar que nuestro corazón (qalb) se manche con ella, se perturbe. Este es el objetivo del camino espiritual que no es más que empezar a sembrar justicia (‘adl) en los corazones para que reverdezcan. Para que, en un bosque pleno de verdor, como el del Paraíso, no haya espacio para el fuego del egoísmo y la hipocresía.
Un fuego que consume a las personas, que las hace infelices y deseantes de realidades que no tienen fundamento real, que son ilusiones. Queridas hermanas, queridos hermanos ¿Vamos, acaso, a sacrificar nuestro salām (paz) por una vana ilusión? Sabed que el sufrimiento de los hipócritas es tan cruel en vida que opaca sus vidas. Nosotros somos gentes de luz, gente de dhikr y de felicidad. Es lo que Allāh, el altísimo, y su amado Mensajero ﷺ quieren para nosotros.
Por eso tenemos que prevenir la hipocresía con la mesura, la humildad y con el silencio. Que nuestras faltas no sean tapadas por palabras de humo, sino que estas queden en nuestra intimidad (uns). Intimidad en la que humildes nos volvamos (tawba) a Allāh, en pleno recuerdo (dhikr) y sinceros pidamos que todo se olvide en virtud de la infinita raḥma (misericordia) del altísimo. Esta tazkiyya (purificación) es la que tenemos que practicar siguiendo las líneas dadas por nuestro profeta Isa (as) en su Evangelio cuando nos invitaba a cuestionar a aquellos que con palabras grandilocuentes quieren mostrarnos un camino que ellos ni siquiera practican. Dice Allāh, el altísimo, en el Corán:
¡Oh, creyentes! Que vuestros bienes y vuestros hijos no os distraigan del recuerdo de Allāh. Y sabed que quienes ésta sea su situación serán los perdedores. (Corán 63: 9)
En este versículo se nos advierte que este es un camino individual y que ni bienes ni familiares puede hacer nada por evitar esa hipocresía. Es exclusivamente el dhikr el bálsamo para evitar el fuego interior de la hipocresía, para mejorarnos y elevarnos en el camino. Camino angosto y complejo pero que tiene una gran recompensa. Además del paraíso está nuestra paz en este mundo finito y pequeño, pero en el que sentimos y vivimos.
Queridas hermanas, queridos hermanos pidamos a Allāh desde la parte más íntima que nos proteja de la hipocresía. Que nos proteja de las acciones que enturbien nuestro corazón. Que nos proteja de la envidia y la avaricia. Pidamos a Allāh transitar la senda del Profeta ﷺ guiados por su luz. Que nuestros corazones verdeen de nuestro dhikr y de nuestras intenciones, y que nuestras acciones ayuden a cuanta más gente mejor.
Pidamos Allāh que nos inunde de bendiciones y raḥma a todos los seres humanos, especialmente a los que están sumidos en la enfermedad de la hipocresía, la mentira y el odio.
Pidamos Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino durante el camino de nuestras vidas.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pidamos a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.