Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Pocos días después de sacrificar el cordero, aparece la luna llena en el cielo. Así nos despedimos del maqām (posición espiritual) de Ibrāhīm (as) y del dolor de Hajar (ra). Trascendemos este maqām y ese dolor viendo el cielo iluminado por la luna llena del mes de Dhū l-ḥijja, con la certeza de que la luz ilumina las noches tal y como la luz (nūr) de que nuestro amado Profeta ﷺ nos guía en los momentos de, aparente, oscuridad de nuestra vida.

Aparente oscuridad decía, queridas hermanas y hermanos, porque la oscuridad como la luz pertenecen a Allāh, el altísimo, y nuestros sentidos, a menudo, nos engañan. No hay luz sin oscuridad, ni la oscuridad es eterna existiendo Allāh, que exaltado sea su nombre. Solo si vivimos en la dualidad, en lo sensible, es cuando preguntamos, extrañados, cuanto dura la oscuridad, en vez de percibir la intensidad de las múltiples luces de la creación. Pues la luz del día es signo de guía y recuerdo, tal y como lo es la luna en la oscuridad de la noche. Por eso, Allāh nos invita a medir el tiempo a partir de la contemplación de la luz de la luna y sus cambios.

El maqām de Hajar (ra) nos mostraba una posición de dolor y vida plena, mientras el maqām de Ibrāhīm (as) nos enfatizaba la experiencia del sacrificio y la acción de gracias. Sin embargo, es la hora de tomar el maqām de Ismail (as) con la luna llena Dhū l-ḥijja y, guiados por su luz, empezar a construir nuestro mundo desde la vida y la acción de gracias, la herencia recibida. Una acción que solo se puede hacer desde la plena conciencia (taqwa) de la grandeza de Allāh, el altísimo.

En un mundo tan acelerado como el nuestro tenemos pocas oportunidades de mirar al cielo, de recordar el universo con la luna. Pero nuestra espiritualidad islámica nos exige reflexión e introspección, nos obliga a detenernos y decir ¡alabado sea Allāh! en el momento en el que somos conscientes de la grandeza de la creación, de la inmensidad de su raḥma (misericordia). Por esa razón, todo está lleno de signos para recordar la grandeza de quien crea y quien destruye. Trascender, como nos ha enseñado el sacrificio, implica romper el orden establecido y confiarse a Allāh (tawakkul) cayendo en la oscuridad de su quddusiyya (insondabilidad).

Esto es lo que muchos sentimos estos días tras la fiesta y los sacrificios. Volvemos a la normalidad con frágil alegría, con bendiciones que amenazan a marcharse frente a nuestra cotidianeidad monótona y cruel. Después de la felicidad transitoria una oscuridad nos invade y nos hace olvidar, rápidamente, todo lo que ha significado para nosotros la fiesta, el sacrificio y la acción de gracias. Vacío sin vaciarnos, oscuridad plena sin quddusiyya (insondabilidad) que amenaza nuestro frágil corazón.

Queridos hermanos, queridas hermanas por eso nosotros, la gente del salām, decimos la luna llena es dhikr (recuerdo) para nuestros ojos y para nuestros corazones. Es un dhikr que no solo recuerda la grandeza de Allāh sino también la acción de nuestro amado profeta Muhammad ﷺ en este mundo. Él fue luz y guía para nosotros, nos mostró el camino y el ejemplo para aquellos que somos la gente del salām (paz) e hizo de luna llena en un momento de aparente oscuridad para el mundo y para otra gente de paz. Que se ilumine nuestro corazón, que volvamos a ver las bendiciones de la acción de gracias y que nos vaciemos de todo lo que no sea Allāh, que exaltado sea su nombre, y y su amado Profeta ﷺ.

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El dhikr (recuerdo de Allāh) es algo consustancial a nuestra vida. Podríamos decir que es lo único que nos protege de caer en la locura y la sinrazón de este mundo donde reina la inmediatez y la cantidad. Una puerta de escape, una iluminación bendita para mejorarnos. Es la intangibilidad frente a lo tangible, la inmensidad frente a la concreción, es una luz para que nuestro corazón se pueda guiar.

Dice el altísimo en sura al-Baqarah: «Recordadme y os recordaré» (Corán 2:152) y prosigue en sura Al-Ra’d: «Quienes crean, aquellos cuyos corazones se satisfagan con el recuerdo de Allāh (dhikr) ¿cómo no van a encontrar satisfacción los corazones con el recuerdo de Allāh?» (Corán 13:28).

La sabiduría (ḥikma) del Corán nunca falla y estas dos aleyas resumen y reafirman todo lo que hemos dicho de forma sencilla acerca del dhikr. Allāh nos pide, en la primera aleya, que le recordemos para que Él, en su inmensidad, en su infinitud, nos recuerde. Ese recuerdo es vida, es situarnos en esa oscuridad de la cotidianeidad refrescándonos el corazón e iluminando nuestros ojos. Nuestro entendimiento, nuestra sensibilidad debería mirar hacia esa luz que Allāh nos otorga en su recuerdo. En la segunda aleya se nos menciona que los corazones encuentran satisfacción en el recuerdo (dhikr), un recuerdo que va unido a recordar que Allāh es el único y que nuestra confianza pertenece a Él (Corán 13:30).

Queridas hermanas, queridos hermanos esa es la protección que invocábamos al inicio de la segunda parte de esta khutba. Es el recuerdo (dhikr) de la unicidad (tawḥid) de Allāh, de la exclusividad de su majestad (jalāliyya) y señorío (rubbubiya) que sobre todos nosotros rige, alzándose como una luna llena en una noche calmada y oscura. Cuantas bendiciones hay en esas visiones, cuanta protección hay en ese momento.

Por eso decía nuestro amado Muḥammad ﷺ que el dhikr protege del fuego –según un ḥadīth en la Sunna de Nasai–, del fuego del último día y del cotidiano, añadiría yo. De ese fuego ardiente que está presente en nuestra vida cotidiana, que encienden los hipócritas (munafiqūn) y que prende en nuestro ego (nafs). Fuego que solo apaga el recuerdo del altísimo en nuestras bocas y acciones, expandiendo el salām (paz) por toda la creación de Allāh.

Y esto es lo que pido para finalizar esta khutba, que miremos al cielo buscando la luna llena de Dhū l-ḥijja y recordemos la grandeza de Allāh, que alabado sea, y que en él esté nuestro bien y nuestra trascendencia. Que como el profeta Ismail (as) construyamos, a través de generaciones, una solida comunidad de gente que recuerda a Allāh y busca la paz. Y que rechacemos el fuego que inflama nuestro ego (nafs) como yesca, para trascender como seres de luz más allá de lo finito y lo cuantificable.

Pidamos Allāh que nos inunde de bendiciones y raḥma a todos los seres humanos, especialmente los que buscan la paz y el recuerdo de nuestro Señor.

Pidamos Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino durante el camino de nuestras vidas.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pidamos a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.