﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Queridas hermanas, queridos hermanos dice una antigua tradición islámica que aún en otoño, cuando amarillean las hojas y comienza el frío, los vientos de primavera soplan y la creación se vuelve cálida y emergen las fragantes flores cuando la luna del mawlid coincide con él. El universo, al completo, se estremece ante nuestro amado Profeta ﷺ y recuerda su posición en él, vivificando no solo a la creación física sino a nuestros corazones. En estos días el mundo se envuelve en la fragancia del jazmín y del almizcle para recordar que la luz más pura nació como un niño frágil. Que los astros anunciaban que sería el profeta más grande de la historia. Que los hechiceros (kahin) se estremecieron de terror cuando supieron que él vendría para traer un mensaje de unicidad y de paz. Esa es la gran karama (milagro) de Allāh mostrándonos a Muḥammad ﷺcomo la luz que nos guía en la inmensidad de lo existente, ante el vértigo de lo real, ante las sombras que con duras penas ven nuestros ojos.
Miopes ante el mundo, nos esforzamos por ver sombras distorsionadas. Nos frustramos ante la incapacidad de ver la luminosidad de el Altísimo hasta tal punto que se produce en nosotros una ceguera de mirar a la luz de Allāh, que exaltado sea su nombre, desde nuestro ego (nafs). Y, a veces, hasta olvidamos al Profeta ﷺ. “No hay dioses sino Allāh” decimos convencidos, pero tantas veces olvidamos el rol central del Profeta ﷺ cuando en la segunda parte de la shahada decimos: “Y Muḥammad es el Mensajero de Allāh”.
Esa es segunda parte es clave porque no podríamos vivir en la unicidad. Lo decíamos, somos frágiles ante la unicidad, ante Allāh y a pesar que es todo luz para nuestros sentidos es una oscuridad densa y arrebatadora que causa un temor desde nuestra ignorancia. Consciente de ello, Allāh, cuyo nombre sea alabado, nos envió al Mensajero ﷺ con la función de iluminar esa brillante oscuridad, adaptar la grandeza de la adoración (ibada) a nuestras posibilidades y vivir de forma armónica con el Universo. ¿Os imagináis lo que sería nuestra vida sin el ejemplo del Príncipe de Medina?
No quiero evocarlo porque yo mismo viví muchos años así. Sin ver su luz, sin oler su perfume, sin sentir que estaba cerca, sin que mi boca invocase salawats sobre él ﷺ. Y cuando lo descubrí, cuando vi quien era él ﷺ en realidad, fui consciente que era el regalo más grande que se me podía haber hecho. Yo había dejado de estar deslumbrado para empezar a ver…
Mis queridas hermanas y hermanos, en el mawlid no solo celebramos su nacimiento como una fecha conmemorativa, sino que debemos dar gracias a Allāh, el altísimo, de que el mundo recibiese a alguien como él ﷺ con tanta luz (nūr) y fuese él elegido para cargar con un sublime mensaje. Recibir la revelación en su cuerpo no es cosa sencilla, sino una gran tarea encomendada a pocos y elegidos, de quien él ﷺ fue el sello final. En él ﷺ se unen la belleza y la verdad, luz y mesura, realidad y trascendentalidad.
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El mawlid no solo puede ser una fiesta temporal. Lo es y debemos alegrarlos, pero debemos ir más allá y exprimir su significado. Como siempre tomar su justa medida y ponernos en contexto. Porque, en el fondo, es experiencia más que teoría, más vivencia que racionalidad. Es como decía el gran poeta Jalaluddīn Rūmī alabando al Mensajero ﷺ: «Cientos de miles de libros llenos de poesía / que ante la palabra de un ummi (iletrado) se avergüenzan».
Tiempo después Rūmī glosó este verso explicando que ummi (iletrado) no significaba no saber leer o escribir, sino porque todo su conocimiento y sabiduría carecían de soporte, eran innatos. Si él ﷺ era capaz de leer la luna o las montañas ¿Cómo compararlo con un libro finito y material? Si él ﷺ era capaz de escribir en los corazones ¿Cómo compararlo con quien tan solo traza con tinta? ¿Cómo compararlo con un ignorante que cree saber todo y a duras penas puede sobrevivir en este mundo?
La palabra ummi significa «aquel que pertenece a la madre», porque el fue nutrido del Umm al-Kitab (La Madre del Libro), del Corán primordial que pertenece a Allāh, el altísimo. Su conocimiento estuvo siempre en el cuerpo, en ese mismo cuerpo que otras tradiciones maldecían y rechazaban. Un cuerpo que sufre, que crece, que envejece, que goza… Un cuerpo que se purifica con el wudu y el ghusl, un cuerpo que se mancha para volver a ser purificado, un cuerpo imperfecto y frágil. Un cuerpo que esconde el conocimiento más perfecto que Allāh ha puesto en nosotros.
El cuerpo no es una cárcel, el cuerpo es el receptáculo donde la revelación se hace cotidiana. Y quien mejor nos enseñó eso fue Muḥammad ﷺ. Por esa razón seguimos su Sunna, que hace fácil lo más difícil e imposible, que simplifica nuestra vida y nos ayuda a no volvernos locos con el mundo. Por eso, el islam nos exige, cotidianamente, los términos medios. Jamás nos pedirá lo imposible, jamás nos obligará a romper con nuestra cotidianeidad, jamás nos obligará a prescindir de la gnosis, del amor y de la raḥma (misericordia). Y si alguien nos pidiera que renunciáramos a algo de esto, entonces no es islam.
El Profeta Muḥammad ﷺ fue siempre un hombre amoroso, justo, alegre, misericordioso, valiente, gnóstico, abierto, tolerante y sabio. También tuvo miedo, estuvo perdido, dolido y fue frágil. Pero a él ﷺ Allāh le había guardado una experiencia mayor, la que él ﷺ acabo por transmitirnos en su Sunna, a través de su noble mirada.
Lo que celebramos estos días, en la festividad del mawlid, es que los valores divinos más excelsos se hicieron cotidianos, tomaron cuerpo y tiempo y nos lo mostraron, y todo sin ser dioses en la tierra, al contrario, siendo humano de carne y hueso. Ese el milagro (karama) de la cotidianeidad.
Y tan lleno de bendiciones, queridas hermanas y queridos hermanos, por estas bellas palabras no puedo, sino pedir por todos nosotros para que encontremos la luz (nūr) del más bello ser de la creación ﷺ en estos días de mawlid, que la misericordia de sus ojos caiga sobre nosotros y que su amor incondicional nos envuelva y nos proteja ante el peligro de la ignorancia, de la falta de misericordia y de los juicios severos. Que nos de amor para sobrellevar las contradicciones que crea nuestra razón y nuestra lógica dual, y que nos haga amalgamarnos en esa realidad (ḥaqīqa) real que llamamos Allāh. Pidamos a Allāh vivir plenamente conscientes y bajo el ejemplo del mejor de la creación ﷺ, en cada momento y con la máxima apertura.
Queridas hermanas y queridos hermanos pidamos a Allāh que nos inunde de bendiciones a todos los seres humanos en este Rabbi al-Awwal.
Pidamos a Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino, y enfrentarnos a los ídolos y cadenas que brotan en nuestra vida.
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.