Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos vivimos en un tiempo de opacidad. Esta es la era de lo opaco, de lo confuso, de los argumentos débiles y de los corazones que no son capaces de absorber la plenitud de la luz de la verdad. Este problema no es solo espiritual, sino que también es social y en esta khutba voy a intentar, insh’Allāh, hacer una breve reflexión sobre este tema. Una opacidad que afecta sobremanera a nuestra comunidad, a nuestro vivir cotidiano y al de la propia creación.

La opacidad, en la mayoría de los casos, es propia de un olvido (ghafla) inconsciente de Allah y su realidad (ḥaqīqa). La mayor parte de las personas no lo hacen con un interés negativo, al contrario, forma parte del triunfo de ego (nafs) que busca nuestra propia supervivencia ante la multiplicidad del universo. Una mínima parte usa la opacidad para hacer el mal absoluto, esos son los cafres (kafirūn) que se empoderan en el olvido, en la opacidad y la oscuridad para avanzar.

Con respecto al primer caso esa actitud es la responsable del estado de la sociedad y, en concreto, de la sociedad musulmana. Sumida en un olvido inconsciente de la luz de Allāh, prefiere deleitarse con nimiedades, falsas tradiciones, ticks culturales y folklores sin percatarse que el mensaje divino es universal y válido para todos. El mensaje que nos invita a pacificarnos, el islam, se propone a toda la humanidad como un dīn. Pero el dīn no es ningún caso una «religión», sino que representa la vivencia holística de la realidad en conexión con el Altísimo. La cultura, y por tanto la ideología, es secundaria frente a un mensaje dominado por los trascendentales: verdad, bien y belleza. Por eso, el dīn no debería ser jamás opaco, pues trata de iluminar al ser humano en un camino de ascenso (sayr) hacía Allāh.

Y digo, queridas hermanas y queridos hermanos, que no debería, pero en la realidad ocurre tanto. Esta semana nos enterábamos como hay gente que no deja a las hermanas poder hacer su ṣalāt en las Mezquitas en el día de ‘Eid, como la comunidad sigue apegándose a las prácticas culturales antes que al recuerdo (dhikr) de Allāh, el Altísimo. Y esto pasa en nuestra comunidad cuando seguimos primando una falsa cohesión de un ¿grupo? frente a la vivencia de la espiritualidad plena y la Sunna del Profeta ﷺ. No se trata de imitar ciegamente (taqlid) sino de vivificar esa Sunna y vivirla como debemos vivirla en el día de hoy. Aprovechemos el desbroce del camino que nos dejó el Mensajero ﷺ y busquemos más. La opacidad es primarnos a nosotros mismos antes que a los otros, antes que, a la creación, antes que Allāh, el Altísimo.

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La opacidad solo se vence con la luz (nūr) que surge de las regiones más insondables (quddusiyya) de Allāh y que canaliza su Profeta ﷺ a través de su ejemplo. Una luz metafísica cargada de bien, belleza y verdad que nos invita a remodelar nuestra vida, a hacerla mejor, a hacerla más cierta. Él ﷺ vino rasgar la opacidad de una sociedad tribal y salvaje aunando la pura responsabilidad política —heredada del mundo clásico— con la experiencia espiritual plena de luz —heredada de nuestros profetas (as) e íntimos de Allah—. Así cambió la sociedad, con luz y acción. Dice Allah en el Corán:

«Así que confiad en Allah, en Su Mensajero y en la luz que Nosotros hemos descendido. Y Allah de lo que hacéis está bien informado». (Corán 64: 8)

Es imposible vencer la opacidad con las armas de nuestro mundo actual. El materialismo, el cientifismo, la «racionalidad» o la altivez frente a la naturaleza de nada nos sirven ante el poder de Allāh, ante su decreto. Al contrario, nos volvemos tan opacos que la luz divina (ilahiya) no traspasa, se extingue, se ahoga… Y ahí triunfa la parte más egoísta del ser humano que solo anhela el poder, el sobrevivir a otros, el ganar. El diferente es anulado, cuestionado y expulsado. Y la opacidad triunfa. Y otro sufre.

La opacidad triunfa porque hemos olvidado el significado de lo Divino, el recuerdo de Allāh. Y ante eso solo podemos tener conciencia de Allāh (taqwa) para darnos cuenta de que nosotros no somos el último escalón de la creación ni que disponemos de la realidad (ḥaqīqa) a nuestro antojo. Sin embargo, si que podemos reflejar la luz de Allāh, a través de las Sunnas del Mensajero ﷺ, para hacer una sociedad más transparente y pura.

La transparencia es una exigencia profética para no caer en la hipocresía. Esta es, sin duda, una de las peores experiencias que puede vivir un ser humano como nosotros. Es el peor de los límites, es el amargor más extremo. La transparencia rompe con eso y nos purifica como si fuese agua cristalina. No tenemos nada que oculta y eso, indudablemente, lo agradece el creyente y lo agradece la sociedad.

Construir una sociedad más transparente —sin engaños ni tramoyas— es fundamental si queremos que, después, haya una espiritualidad fuerte y consistente. Y que esa espiritualidad guíe nuestra vida con firmeza y justicia. El islam solo es pacificarse, equilibrarse ante Allāh para vivir esta vida como si fuere la próxima. Al final, los que se condenan al Fuego ya viven en una tristeza que les consume, llenos de opacidad y sin plenitud.

Quiera Allāh darnos la posibilidad de ser de aquellos que vivan felices, pacificados, en transparencia y humildad. Que siempre el ejemplo de la Sunna de sus profetas esté con nosotros, que tengamos necesaria intimidad (uns) con Él y que su sakina, como una brisa refrescante, sea sobre nosotros. Quiera Allāh espantar toda hipocresía y todo miedo para vivir en plenitud. Quiera Allāh darnos Allāh. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.