«Ahora queremos venganza. Es el momento de frenarlos o luego será tarde». Estas semanas atrás la falsa propaganda sobre la islamización de Europa ha recobrado una especial intensidad utilizando un discurso extremo y xenóbobo debido a los últimos atentados terroristas de Barcelona y Cambrils.
España es para el «mundo islámico» un país Muslim Friendly, donde el Islam es una religión reconocida y los musulmanes, residentes o turistas, gozan de los derechos previstos en la Ley y en la propia Constitución y pueden llevar a cabo con seguridad su práctica religiosa, aunque haya mucho que hacer todavía. Se puede afirmar que el Islam es una buena religión y que los musulmanes son buena gente, sin embargo este último golpe de terror producido por una panda de criminales, conectada con una organización terrorista internacional que actúa al grito de «Allah, es grande», está dando lugar a situaciones complicadas que ponen en riesgo los logros conseguidos años atrás en materia de libertades, cohesión, seguridad y en definitiva de convivencia y bienestar social, aunque gratamente se ha visto contrarrestado por la importante respuesta ciudadana en favor de la paz y la convivencia durante la manifestación celebrada el pasado 26 de Agosto en Barcelona.
Según el Estudio Demográfico de los Musulmanes en España elaborado por la UCIDE más de un 45% de los musulmanes son españoles y la otra mitad son de diversas nacionalidades, principalmente marroquíes, pakistanies, argelinos y senegaleses. En la mayoría de los casos los musulmanes son ciudadanos integrados y que aportan en positivo a esta sociedad diversa y plural en la que convivimos. En total son casi dos millones, un 4% de la población, según la reciente Radiografía de los Musulmanes en España, publicada por El País. Otros, pocos, viven menos integrados aunque no por ello son violentos ni terroristas.
Entonces si el Islam es una religión buena y reconocida y la mayoría de los musulmanes son gente de bien el problema debe estar en las mezquitas. Nada más lejos de la realidad. Si hay un servicio preventivo en la disminución de la radicalización y en la mejora de la integración de la comunidad musulmana es la mayor presencia de mezquitas y oratorios que atienden las necesidades de los fieles musulmanes. La clave de este servicio preventivo se centra cada vez más en la financiación de estos centros de culto y en la mayor autonomía que puedan llegar a tener con respecto a ideologías expansionistas que se dan dentro de las corrientes islámicas, especialmente algunas que pueden llegar a justificar el uso de la violencia. También hay que considerar en este contexto los intereses políticos donde entran en juego terceros países y las pugnas por la hegemonía religiosa en el Islam. Arabia Saudí, Marruecos, Irán, Turquía entre otros, así como diversos movimientos supranacionales han competido durante años en posicionarse como el referente del Islam en España, sin embargo ninguno ha obtenido tal éxito, aunque regalen el Imam y un pack de Coranes. El control y vigilancia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad debe centrarse en este aspecto y no tanto en los fieles, quienes simplemente van a la mezquita a cubrir sus necesidades religiosas o espirituales. El ejemplo de la Mezquita que tiene la Comunidad Islámica Annour en Ripoll no obstante nos muestra que el Imam consiguió radicalizar a los jóvenes mediante encuentros y reuniones fuera de la Mezquita, con total desconocimiento de la Junta Directiva de la Comunidad y al parecer sin una financiación exterior. Como también apuntó hace muchos años Natalia Andújar en unos de sus estudios sobre el Islam y la integración:
«(…) los más jóvenes se encuentran en un importante conflicto generacional ya que, a pesar de que intentan distanciarse de la influencia familiar adoptando estrategias de diferenciación, incluso en materia religiosa, la población mayoritaria les sigue encerrando en la misma categoría que a sus padres. Muchos de ellos se autodefinen como ‘musulmanes’ rechazan una identidad que remita al país de origen de sus padres, con el que no se identifican. Así, aparecen dos tipos de reivindicaciones aparentemente contradictorias: por un lado, exigen su derecho a formar parte de la sociedad pero se sienten discriminados, y por otro, reivindican su legítimo derecho a comportarse como musulmanes».
Respecto a la figura del Imam es muy importante y se encuentra en el punto de mira, pero no lo es menos el papel de la Junta Directiva de las Comunidades Islámicas en la que ejerce el Imam. Ésta Junta Directiva y de forma soberana la Asamblea General debe controlar su formación, su discurso, sus competencias en materia de asistencia religiosa y las actividades «extra» como la enseñanza del árabe, el Corán etc… Es cierto que no existe un censo de Imames, ni una formación mínima obligatoria, algo que habrá que resolver tal y como expresó la Comisión Islámica de España este pasado mes de Agosto. También, se anticiparon algunas cuestiones interesantes en el Real Decreto publicado en el año 2006 donde se integraba la figura de los Imames en el RGSS. A día de hoy, como hemos indicado no hay unos criterios de selección, pero el filtro que hace la propia comunidad es un freno importante ante discursos extremistas, siendo los primeros interesados en denunciar actitudes violentas, que por otra parte son contrarias al propio Islam. Otro de los posibles problemas en relación a los Imames, es que pueden ser los encargados de dar asistencia religiosa a presidiarios musulmanes por lo que existen momentos y lugares donde podrían conectar ideologías radicales con potenciales terroristas y criminales. No obstante no existen datos que sostengan esta posibilidad. Y en todo caso aquí también juegan un papel importante de control y vigilancia los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que deben velar por la protección de todos. No obstante parece ser que la comunicación y la coordinación entre los distintos Cuerpos de Seguridad Nacionales y Autonómicos ha tenido algunos fallos de calada importancia, según revela el diario Público, algo que debe mejorar en el futuro para evitar que la opinión pública caiga en absurdos bulos y teorías de la conspiración.
Y para concluir sobre esta breve reflexión es cierto que en el imaginario colectivo de los países de mayoría musulmana Al Andalus, la actual España, representa un momento histórico y civilizacional que proyecta unos valores de libertad y esplendor cultural inigualables y todo un ejemplo a seguir para conseguir la paz mundial y la convivencia de todas las religiones y formas de vida. Esto es algo positivo puesto que España es un foco de luz, un espejo en el que mirar con esperanza un futuro mejor. Al Andalus no es un lugar que los musulmanes quieran recuperar pues no es un territorio ni un espacio a conquistar, Al Andalus es un estado del imaginario colectivo compartido que debería ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, un legado propiedad de todos, que ya disfrutamos en buena medida y que puede significar la oportunidad para construir un mundo mejor alejado de la barbarie, la violencia y el horror tal y como señala la editorial de Webislam.
Entonces, dicho todo lo anterior ¿quién es el enemigo? Si el problema no son «los moros», ni los conversos, ni los inmigrantes, ni las mujeres con velo, ni los barbudos con túnica blanca y cara de mala leche, ni los amantes de Al Andalus, ni los jóvenes futbolistas integrados, ni los Imames. ¿De quién nos tenemos que defender? ¿Quién pretende atacarnos y qué objetivos persigue? Sólo se me ocurre una respuesta clara, el enemigo es común y no tiene valores ni religión, se llama terrorismo y no le tenemos miedo. No Tinc Por.