Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos en nuestra khutba de hoy, vamos a hablar de la maravillosa y trascendental acción apertura (fātḥ). Todo en nuestra vida comienza con una apertura, después de este hecho todo empieza y Allāh, el altísimo, activa todo lo que estaba sellado y preparado para nosotros.

En árabe esa apertura se dice fātḥ que, a menudo, se traduce por victoria. Apertura, victoria, triunfo en cualquier plano, aperturas y éxitos decretados por el altísimo Señor de los mundos para cualquier momento de nuestra vida. Triunfar en cada momento –algo que parece imposible para esa mentalidad fría y materialista que impera– es algo excelente, pero aún es mejor esperar con paciencia (ṣabr) ese triunfo.

Es un tránsito que suele ser complejo pero lleno de bāraka y bendiciones. Siguiendo este camino podemos poner el ejemplo de la «apertura del pecho» de nuestro amado Profeta ﷺ, quien tuvo que realizar esa dura transición para obtener una apertura sin igual: la eliminación de las impurezas de su corazón. Esta fue la primera de tantas veces donde Muḥammad ﷺ experimentó la apertura, el abrirse a la creación y poder recibir la revelación.

La apertura puede manifestarse de modos muy diversos, no es unívoca. Puede ser algo físico e implicar una mejora en nuestra vida cotidiana o una apertura espiritual hacía el conocimiento o incluso un momento de inspiración. La apertura es tránsito, cambio hacia mejor, transformación de cada momento que vivimos hacia una plena conciencia de la omnipotencia del señor de los mundos. El Corán nos explica el concepto de apertura muy a menudo. Es en surat al-Nāṣr donde Allāh, el altísimo, nos dice:

(1) Cuando llega el auxilio de Allāh y la victoria, (2) y ves que la gente entra en masa en el dīn de Allāh, (3) proclama la infinita gloria de tu Sustentador, alábale y pide Su perdón: pues, ciertamente, Él acepta el arrepentimiento siempre. (Corán, 110)

Esta sura nos habla explícitamente de la apertura (fātḥ) y como Allāh, que exaltado se su nombre, siempre auxilia y sustenta a sus creyentes cuando lo necesitan sinceramente, y estos están en la obligación de serle agradecido, pero igualmente en ser humilde con su gloria. Pues la apertura solo llega a los creyentes que viven una vida plena de raḥma y llena de virtudes. Y, además, no sabemos cuándo puede llegar, cualquier momento es bueno y no podemos relajar nuestra sincera práctica del islam.

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Al igual que ocurre con una llave cuando se abre una puerta, la fātiḥa es la llave espiritual que abre y activa todo el universo. Por eso, tenemos que tenerla tan presente en nuestra vida. Es la apertura hecha versos, de una concreción que sorprende.

Como todos sabemos, la fātiḥa es la primera sura del Corán y es un texto con elementos muy especiales. Es, como hemos dicho, una llave para el musulmán, lista para usarse en cualquier momento. Al-Fātiḥa es uno de los capítulos más importantes del Corán. Es la llave (miftaḥ) para acceder a su completitud. La mayoría de los sabios lo sitúa entre las primeras revelaciones dadas al Profeta ﷺ en La Meca. Con el paso de los años cuando se puso por escrito el Corán no hubo dudas que era este breve texto el que tenía que actuar como apertura.

En su breve texto, tan solo siete versículos, se condesan varios elementos claves teológicas y prácticas del islam Por ello, en el mundo islámico es conocida como Umm al-kitāb (La madre del Libro) pues presenta el núcleo de lo que debe saber el creyente en esta vida y en la siguiente. Todo el musulmán la sabe y la pone en valor, la lleva consigo y la usa a menudo. Es como un signo de identidad, un camino a la apertura. La tradición le atribuye el valor de curar de la enfermedad, por eso es llamada al-Shifā’, eliminando los males físicos y espirituales.

Esto es así porque la tradición islámica llama a incorporeizar, introducir dentro de nuestro cuerpo, el texto coránico. De entre versos divinos los primeros que se graban en nuestra memoria son los que componen Al-Fātiḥa. La tradición de incorporeizar a través de la memorización es tan importante porque el Corán no es solo texto. El texto coránico es vibración, poder contenido de las palabras de Allāh, el altísimo. El Profeta ﷺ recibió la revelación coránica en su propio cuerpo y nosotros, imitándole, lo posicionamos en nuestra mente y nuestro corazón. Más allá de palabras y significados, el Corán es vibración y emoción, sabiduría real.

La recitamos muchas veces al día, está con nosotros al levantarnos y al acostarnos, al empezar acciones y para deshacer los nudos que la vida nos pone en medio. Nuestra boca pronuncia cada sonido inconsciente de lo que significa, pero si supiéramos realmente su valor, casi no podríamos pronunciarla. En sus veinticinco palabras está todo el Corán condensado, pues su temática es acerca de Allāh, el altísimo, pero al mismo tiempo es sobre el camino de su siervo, y todo envuelto en la misericordia creadora (raḥma) del Señor de los mundos. Tanto poder tiene que los sabios de todos los tiempos han llamado a la fātiḥa la «madre» (umm) del Corán. Un atributo femenino que nos enseña toda la potencialidad, misericordia y bendiciones que guarda en su interior, porque es origen de todo.

Esa potencialidad hace que la fātiḥa sea más que un simple du’a. Es, en realidad, un mecanismo para activar realidad y entrar de lleno en ella. La apertura que se consigue con la fātiḥa es la de transitar por el ṣirāt al-mustaqīn (el camino recto) en pos del paraíso, de la vida plena junto a la sombra de Allāh, el altísimo, y su jardín. Un camino que, como si fuese un círculo, lleva a la apertura para seguir con el camino. Un abrirse para seguir abriéndose eternamente… ¿Acaso seguimos pensando que son unos simples versos?

Pues no, o por lo menos no solamente. La apertura es algo ansiado por todo musulmán que es tan poderoso como fácil siempre que sigamos un camino recto y correcto, y que, además, tengamos conciencia de Allāh. Busquemos la apertura en la misma fātiḥa, busquemos aperturas que como luces se cuelan en nuestra alma para iluminarlas y presentarlas ante realidades totales.

Pidamos a Allāh, el altísimo, que nos de apertura y sabiduría para vivir con armonía, paz y amor junto a nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros hermanos y el resto de la humanidad. Aceptando nuestras responsabilidades y el mandato divino.

Pidamos a Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino, y enfrentarnos a los ídolos y cadenas que brotan en nuestra vida.

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.