Editorial: El día después de Ashura

Solemos celebrar las fiestas o al menos acordarnos de ellas, pero ¿qué pasa el día después? Nuestro dīn es un camino de recuerdo. Se nos invita a recordar una y otra vez: los nombres de Allah, el ejemplo del Profeta ﷺ o aquellas acciones que hacen que nuestros corazones florezcan. Por eso, este año, viendo todo el material que tenemos sobre Ashura, en nuestra web, hemos preferido hablar del día después de Ashura, en vez de la propia Ashura. Quizás, así, nos sirva de recordatorio. Quizás, así, vuelva su significado profundo a nuestro corazón.

Ashura es una fiesta de liberación que marca el inicio de una nueva época. Como hecho principal recordamos la liberación de los hijos de Israel de la tiranía del Faraón, pero también el desembarco de Nuh (as) tras el diluvio, el día de la expulsión de Adam (as) o el rescate de Yusuf (as) del pozo al que le habían arrojado sus hermanos. Ashura es el recordatorio de nuestra fragilidad humana y de la ayuna divina. Por eso, muchos musulmanes han entregado, en el día de hoy, su azaque para purificar sus bienes y, otros tantos, han ayunado siguiendo el ejemplo de Musa (as) como acción de gracias ante Allah, Altísimo.

Ashura es una fecha simbólica, poderosa y está inserta en el primer mes del año lunar. Vedado sea el combate, si no es contra uno mismo, permitido sea el viaje de retorno al Altísimo. Pero y ¿qué ocurre el día después? ¿Qué acontece el día tras la liberación? ¿Qué ocurre tras la fiesta?

El retorno a la realidad, sin esa cercanía de la ayuda de Allah, puede ser complejo y peligroso. El ser humano es tan frágil que vuelve a caer en sus mismos errores. Esto no es malo, pero puede ser cansado. Después de que Allah, Altísimo, liberase a través de estos profetas a su pueblo, estos volvieron a incurrir en errores. Sin ir más lejos los hijos de Israel, tras ser liberados, cayeron en la idolatría mientras que Musa estaba en el Monte recibiendo las leyes de su Señor:

Y cuando Nosotros os salvamos de las huestes Faraón, quienes os afligían con terribles tormentos, asesinando a vuestros hijos y dejando con vida a vuestras mujeres. Fue esta una dura prueba de vuestro Señor.

Y así Nosotros nos encontramos con Musa durante treinta días y añadimos otros diez. Fue este el plazo junto a su Señor de cuarenta días. Musa dijo a su hermano Harun: «Tomarás mi lugar entre el pueblo, que obren con justicia y que no sigan la senda de la corrupción». Y así acudió Musa a Nuestro sitio dispuesto y le habló a él su Señor: «¡Oh, Señor mío! ¿Podría contemplarte a Ti?» y Él dijo: «Jamás me verás, pero mira la montaña, si continúa fija me verás», mas cuando su Señor reveló Su Majestad en la montaña se redujo a polvo y cayó al suelo Musa inconsciente. Cuando se recuperó dijo: «¡Alabado seas! Vuelvo hacia Ti y soy el primero de los creyentes». Él le dijo: «¡Oh Musa! En verdad, Yo te he elegido sobre toda la humanidad con Mis mensajes y Mis palabras. Recibe lo que te entrego y se agradecido».

Y Nosotros escribimos para él en tablas la ley, una enseñanza y una explicación sobre toda cosa. «Ahora tómalas con firmeza y que sea mandato sobre tu pueblo que tomen lo mejor de ellas. Yo os haré ver el hogar de los perversos y apartaré Mis aleyas de aquellos que sean arrogantes, sin derecho alguno, sobre la tierra. Y si ven cualquier aleya, no creerán en ella y si ven el camino virtuoso, no lo seguirán, pero si vieran el camino erróneo sí que lo tomarán… Eso es porque renegaron de Nuestras aleyas y caso omiso hicieron de ellas. Y quien reniega de Nuestras aleyas, cuando se encuentren en la vida que ha de llegar, que vanas sean sus obras. ¿Habrían de ser recompensados por otra cosa diferente a la que hicieron?»

Pero el pueblo de Musa, cuando se fue él, hicieron un áureo becerro, una imagen con un sonido que aparentaba un mugido. ¿Acaso no vieron que no les hablaba ni les guiaba? Lo adoraron, fueron réprobos, pero, cuando, se resbalaron sus manos vieron que habían yerrado y, entonces, dijeron: «Si nuestro Señor no tiene rahma de nosotros y nos hace olvidar este error seguramente perderemos…» (Corán 7: 141-149).

Que aquello que se nos cuenta en esta aleya sirva de advertencia de lo que ocurre tras la fiesta de Ashura. Un ayuno purificador, la entrega del azaque, la fiesta del recuerdo sean una advertencia para que después nuestro ego no nos tiranice y nos esclavice. Construir becerros de oro es muy fácil, adorarlos también. Y esa falsa adoración trae oscuridad sobre nuestros corazones. Eso es lo que le ocurrió a Yazid ibn Muawiyya que sumido en la idolatría del poder y la violencia le llevó a cortar la cabeza del Hussain Ibn ‘Ali (ra), nieto de Sayyidina Muhammad ﷺ en la batalla de Kerbala. Pues los ídolos y el shirk (idolatría) están en nuestras palabras, en nuestros actos, en nuestro pensar, liberarse de ellos solo es posible con el trabajo interior y el silencio, pues el deseo de poder y el miedo son los peores ídolos.

Es el silencio lo que debería quedar tras la fiesta de Ashura. Silencio alegre y agradecido porque fuimos guiados, porque nos protegió el Altísimo. Silencio ante los ídolos que surgen de nuestro pensamiento y nos traicionan. Silencio que, como un ayuno de palabras, siguiendo el ejemplo de Maryam (ra), se apodera de nosotros. No hace falta fingir falsa modestia, ni llorar, ni lamentarse por la dinámica del mundo, tan solo ser y recordar. Vivir el recuerdo pleno es el camino hacia Allah.

Son la vida plena, las normas dispuestas, la ‘ibada consciente y la libertad entregados a Él, Altísimo, la que nos salva de los idólatras y de los tiranos, de los que están fuera y los que están dentro. Esa es la mejor enseñanza tras el día de Ashura, pues en Ashura caen los ídolos, pero no tardan en levantarse y volver a la carga. Así, que en el día de hoy meditemos sobre Ashura, sobre tantas liberaciones y recaídas que vivimos. Que, para nosotros queridas hermanas y queridos hermanos, cada día sea Ashura y no lo sea. Que el silencio y la ‘ibada sincera dirijan nuestra vida. Que Allah, Altísimo y Poderoso, nos baste.

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