﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Alḥamdulillah, queridas hermanas y queridos hermanos un juma‘a más nos encontramos todas y todos en este recuerdo (dhikr). Un recuerdo que hace reflexionar a aquellos que tienen el corazón cuerdo (lubb). Además, hoy tenemos la bella coincidencia de estar en la vigilia de lo que los cristianos reconocen como la fiesta de la natividad de ‘Isa (as). Son días en los que deberíamos reflexionar, entre consumo dirigido, sobre que significa el mandato divino, la naturaleza y el rizq tan lleno de raḥma que nos da el Altísimo.
En el Corán, el nacimiento del ‘Isa ibn Maryam (as) es un evento profundo, cósmico de gran intensidad que supone un Mensaje descendido (tanzil) y hecho cuerpo. Y como tal la naturaleza se convierte en el vehículo para que Allah, el Altísimo, le de su rizq (sustento) a su madre, Maryam (ra), tras su viaje a Oriente para protegerse de las miradas ajenas. Cuando nace ‘Isa (as) lo hace en la naturaleza, a la sombra de una palmera datilera y a los pies de un arroyo, la Tierra y el Jardín juntos.
A veces no somos muy conscientes de lo que significa que la naturaleza ejecute el mandato (‘amr) de Allah, el Altísimo. De la grandeza de este acto que hace ‘ibada sirviendo a su Señor. La naturaleza está dispuesta para nosotros, mientras que nosotros tenemos que velar por ella, tenemos que protegerla. Por eso, honró a Maryam (ra) y a ‘Isa (as) cuando llegó el momento. Así dice el Corán:
De ese modo, quedó encinta y a lugar remoto se retiró con él. Y el parto junto al tronco de una palmera le sobrevino diciendo así: «¡Oh! Desearía haber muerto antes de esto… ¡Que todo sea olvidado con olvido!». Pero una voz, bajo a ella, la llamó: «¡No te aflijas! Pues un arroyo bajo tus pies ha sido puesto por tu Señor y si sacudes el tronco de la palmera, sobre ti caerán dátiles frescos, maduros. Así que ¡come! ¡bebe! ¡regocíjate! Y aún si algún ser humano te viera, tú le dirás: «Yo he hecho, ciertamente, voto de silencio al Rahman. Hoy de palabras estoy ayunando para cualquiera». (Corán 19: 22-26)
En este fragmento, de sobra conocido, se nos hace ver como en un momento de angustia, de soledad, de límite, la voz de Jibril (as) desciende sobre Maryam (ra) y se le dice que no tiene que afligirse pues va a vivir el paraíso en la tierra mundana, porque ese es el mandato de Allah, el Altísimo. Un instante en el paraíso que señala el advenimiento del penúltimo de los profetas, de la palabra descendida que preparará el camino para Sayyidina Muhammad ﷺ que años después vendrá a sellar toda la profecía con su luz.
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El Corán es un inmenso e infinito símbolo, lleno de otros tantos símbolos e infinidad de signos. El rizq de la palmera podemos interpretarlo, a la vez, como un signo y como un símbolo. Como un signo porque la palmera es un claro signo del rizq (sustento) de la vida mundana. Así dice el Corán:
Y Él es quien hace descender agua del cielo, así es como Nosotros hacemos toda cosa florecer, así convocamos al verdor y las semillas en racimos. Y de las palmeras desgarran racimos de dátiles que cuelgan y jardines con viñedos, olivares y granados tan parecidos, tan diferentes. Mas cuando frutecen ¡contemplad el fruto dado y cómo maduran! En verdad, estos son signos para los creyentes. (Corán 6: 99)
Como vemos, el mundo, tocado por lo divino de Allah, florece para el ser humano. Pues esta vida, en el din islámico, no es un valle de lágrimas sino un tiempo de recuerdo (dhikr) y de re-conocimiento (ma‘rifa) de lo que ha de venir (akhira). El rizq también nos ayuda a recordarle a Él y a Su poder sobre todo el Universo. Pero la palmera, más allá de signo, es también es símbolo, tan inagotable, de la supervivencia pues nacidas en el oasis del desierto busca la baraka del agua del arroyo oculto que ha dispuesto Allah para emerger, para hacer frutecer los dulces dátiles. Decía nuestro amado Mensajero ﷺ en un hadith verídico recogido por Bukhari:
«Hay un árbol entre los árboles que es como un musulmán y es la palmera datilera» (Sahih Bukhari, 5448)
El paralelismo que menciona Sayyidina Muhammad ﷺ tiene que ver con el nivel de pacificación y de impacto en la Creación (khalq) que tiene la palmera como símbolo dispuesto por Allah. Esa capacidad de crear, de proteger que tenemos aquellos creyentes sinceros que hemos sido pacificados. Todo lo que hace lo hace porque así se lo ordena Allah, lo mismo que hace un creyente sincero. Traer paz significa buscar y aceptar el sustento de Allah, pero, también, devolver a la Creación lo que nos ha sido dado. Así dice el Corán:
Y es Él quien hizo jardines con parras y otros sin ellos, las palmeras datileras y tantos cereales diferentes, olivares y granados tan parecidos, tan diferentes. Cuando den fruto ¡comedlos!, pero dad un poco el día de la recolección. Y no os excedáis, pues ciertamente Él no ama a los que se exceden. (Corán 6: 141)
En este sentido, el Corán nos llama la atención sobre el rizq que se nos ha otorgado, nos invita a ser responsables con lo dado, humildes y compartir lo que recolectemos. No se trata de no disfrutar, pero hay que hacerlo con mesura y sin incurrir en el egoísmo, en la terrible actitud de la arrogancia. Este es el cuidado que todas y todos deberíamos tener con la Creación dada por el Altísimo.
La palmera nos invita a meditar en el tawakkul, a abandonarse en Allah, el Altísimo, sabiendo que en rizq está nuestra subsistencia, pero que nosotros podemos ser, igualmente, vehículos para hacer subsistir a otros. Y, queridas hermanas, queridos hermanos, no lo interpretemos únicamente en un plano material, sino que debemos hacerlo, principalmente, en un plano espiritual, de crecimiento compartido, de búsqueda de lo divino, insh’Allah. Es la gran oportunidad para trascender, para seguir buscando, para intentar encontrar. Seamos como palmeras, seamos vehículos de sustento de Allah, busquemos el arroyo del Jardín, ayudemos a otros cuando estén al límite. Y que así sea hasta que Allah lo disponga. Amen.
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.