Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos comenzamos Muharram, el mes en el que la guerra se prohíbe, el mes en el que recordamos las tragedias de Hassan y Hussein y la liberación de Musa y su pueblo. Es un mes especial, el segundo más sagrado después de Ramadán, que nos invita a meditar sobre el sentido de la vida sobre el creyente sincero.

La vida del creyente sincero es un alcanzar el salam (la paz), en otras palabras, convertirse en muslimin. Es una búsqueda de tal forma que nos permite avanzar si miedo, gracias a su raḥma y a los efectos que tiene sobre nosotros. Si bien, el que optar por ser un cafre, vanas se volverán sus acciones. Por esa razón, y con el ánimo de plantear una meditación sobre esto, he escogido un fragmento del Corán proveniente de la sura Muḥammad en la que se nos cuenta lo siguiente:

Para los cafres y para quienes se alejen de la senda de Allah, vanas serán sus acciones1. Y para aquellos que creyeron y obraron justamente confiando en lo que se ha descendido sobre Muhammad, que es la Verdad, su Señor destruirá sus errores y mejorará sus corazones2. Esto es así porque los cafres siguen la falsedad y los creyentes siguen la Realidad de su Señor. Así es como lo presenta Allah a la humanidad como ejemplo3 (Corán 47: 1-3).

Estas tres aleyas nos hablan, como tantas veces en el Corán, de nuestras transformaciones y actitudes vitales. Tres aleyas que marcan nuestro devenir hacia el salam en tanto tomamos la falsedad (baṭil) o la Realidad/Verdad (ḥaqīqa) como referencia. Construimos los cimientos de nuestra vida en torno a ellas consolidando lo que somos, lo que sentimos y también lo que nos espera en nuestra eternidad. Y como dice en la aleya última es este un ejemplo para la humanidad.

No se trata de un ejercicio de moral cerrada, sino de una vibración hacia Allah: elegimos acercarnos a Él y a su realidad o alejarnos de Él y velar esa misma realidad. Y así construimos nuestra realidad como en un espejo. Si nos comportamos como simples cafres, destruyendo e impidiendo que la Realidad sea, nuestras acciones, al final, de nada habrán servido, se diluirán con nosotros consumidas por el Fuego y óxido que, a veces, genera nuestro corazón. El cafre se aleja de forma voluntaria de la senda que Allah le ha marcado y ordenado. El creyente sincero se acerca en la búsqueda con una actitud integral, con humildad y confiando el ejemplo del Mensajero ﷺ con ánimo de que sea una actitud constante en esta tierra. Y la recompensa final no puede ser más gozosa.

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El gozo final es alcanzar la paz, el salam. El mundanal mundo (dunya) se alza con un cierto toque amenazante, múltiple, sucio, limitado frente a la próxima vida. Afortunados son los que logran alcanzar el salam en esta vida, pues este les conduce a Allah. El islam como din propone alcanzar este estado en nuestro corazón. El musulmán es, tan solo, aquel que está pacificado, equilibrado.

Queridas hermanas, queridos hermanos me fascina sobremanera la recompensa que Allah otorga al final de la segunda aleya: «Y para aquellos que creyeron y obraron justamente confiando en lo que se ha descendido sobre Muhammad, que es la Verdad, su Señor destruirá sus errores y mejorará sus corazones» (Corán 47: 2).

La propuesta de Allah, que exaltados sean todos sus nombres, es la más dulce y noble que se nos puede ofrecer, tras aceptar con sinceridad el mensaje y replicarlo en nuestro entorno, Allah nos ofrece destruir nuestros errores y mejorar nuestros corazones. En árabe es aún más fascinante el significado profundo que de ella dimana, pues el Corán utiliza la palabra kafara para «destruir» y aṣlāḥa bālahum para «mejorar los corazones». Como siempre palabras precisas, pero tan simbólicas que desbordan en su significado…

No es extraño que Allah, el Altísimo, elija kafara para enfrentarse a los errores que cometemos. Como el kafir (cafre) le vela e intenta destruirle, Él destruye las acciones erróneas de sus siervos, las aniquila y las vela. No existen porque Él es la realidad última, la realidad verdadera. Pareciera paradójica, pero ante el error de un creyente sincero la magnanimidad de Allah hace estallar cualquier error. El cafre, errónea y altivamente, intenta negar la realidad, pero la Realidad que es el propio Allah niega los errores…

Pero de estas aleyas lo que más me impacta, queridas hermanas y queridos hermanos, es este último juego de palabras: aṣlāḥa bālahum. De todas las cosas que pudiera hacer Allah, el Altísimo, es precisamente esa: aṣlāḥa ese reformar, sanear, pacificar, mejorar los bālahum… Una palabra con una polisemia considerable ¿Cómo habría pues de traducirlo? Los diccionarios nos invitan a pensarlo como mente, estado de ser, condición, corazón… De todos estos yo me quedo con el último. Allah sanea nuestros corazones, mejora ese corazón que construye nuestra integralidad no como órgano sino como un sistema… Aquel que nos permite sentirle.

Aquel afortunado o afortunada que consigue llegar hasta aquí, sigue la Sunna del más noble de los Mensajeros ﷺ y confía en lo descendido por Allah sabiendo que es una Verdad Real es al que se le brindan estas dos acciones: aniquilar sus errores — con el propio Allah negando la existencia de estos— y sanear/mejorar el corazón en tanto sistema del propio individuo… Si este último es mejorado, ¿qué más nos puede aguardar? Pues que el Jardín comience a florecer en nuestra vida… No hay nada más bello que ser conscientes de la Realidad (ḥaqīqa) en esta vida mundana. Quiera darnos el Altísimo el acceso y la raḥma para que esto suceda y seamos de los que sobre ellos ha vertido su baraka. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.