﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Alḥamdulillāh! queridas hermanas y queridos hermanos, por encontrarnos un viernes más, por vivir en tiempos complejos y por sonreír cada mañana. Sabed que la sonrisa es una bella Sunna (Jami‘a Tirmidhi, 49: 4002) heredada del más noble y bello de los Mensajeros ﷺ. Por eso, como creyentes pacificados (muslimīn) vivimos sin plenitud, sin miedo y con el agradecimiento (shukr) en cada instante.
Hacemos nuestros rituales cotidianos (‘ibada) para reconocerle a Él, el Altísimo, y reconocernos a nosotros mismos en el presente. En nuestro mundo, que olvida constantemente, la ‘ibada nos sirve de recuerdo, nos purifica, nos resitúa ante la Realidad (ḥaqīqa). No se trata de simples obligaciones, sino que nos sentimos gratificados, en cuerpo (jism) y corazón (qalb) cuando con conciencia (taqwa) la hacemos. No se trata solo de, egoístamente, rezar, ayudar o dar dinero, sino se trata de acciones que todo el cosmos, toda Su creación, conoce y vive. La ‘ibada es cósmica, la ‘ibada no acaba solamente en nosotros.
Igual que late cíclicamente (aqlāb) nuestro corazón, el cosmos lo hace dándonos un ritmo universal (Sahih Bukhari, 4826). Igual que sentimos, la creación siente. Igual que a Él le reconocemos con la ‘ibada, el cosmos también lo hace, pues este no es más que un enorme organismo que nos engloba… El ser humano solo es una pieza en un cosmos infinito, su deber es dejarse llevar (tawakkul) y comprender que esa creación converge en la unicidad divina (tawhid).
Desde esa Unicidad que solo Él posee, la creación emana, multiplicándose, de múltiples formas y atributos. Lo fascinante es que nosotros solo vemos una mínima parte, pero, inmersos en ella, hacemos lo mismo que realiza cada día. No es extraño que tantos sabios hayan convergido en la idea que no solo lo que vemos es lo que existe, sino que hay un sentido tan profundo detrás… En este sentido, el ritual por excelencia, la azalá como oración, es descrito en el Corán:
¿Acaso no ves que aquellos que están en los cielos y la tierra, y las aves de alas extendidas elevan alabanzas a Allah? Cada uno hace azalá y hace alabanzas como conoce. Y Allah sabe todo lo que hacen, es de Allah el Reino de los cielos y la tierra. El destino final de todo es Allah (Corán, 24:41).
Es esto lo que hace que seamos conscientes de la realidad que vivimos. Esa azalá es un acto de humildad, de encuentro y de búsqueda… Allah, el Altísimo, nos creó [«Yo no he creado a los jinn y a los hombres sino para que Me reconozcan » (Corán, 51, 56)] para que le reconozcamos, le adorásemos, para que hiciéramos de esa palabra ‘abd —que es servidumbre pero también ritual— como búsqueda en nuestra vida, para que se nos de a Allah en cada instante.
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Dice el Corán, como acabamos de ver, que «Cada uno hace azalá y hace alabanzas como conoce», la ‘ibada no es pues un acto de compulsión sino de extrema libertad y beneficio. En nosotros está hacer ese reconocimiento a Allah de forma consciente y libre, pues hemos sido creados así. Quizás podríamos no hacerlo, pero ¿entonces por qué lo hace el cielo, el día, la noche o las hormigas? Porque es nuestra condición natural (fitra), reconocer nuestros límites y buscar algo más allá. Dice, pues, el Altísimo:
Y haz recordar para que, ciertamente, recuerden y se beneficien los creyentes. Yo no he creado a los jinn y a los hombres sino para que Me reconozcan. No quiero de ellos sustento alguno, no quiero que Me den de comer Ciertamente, es Allah el Sustentador de todo, el Poseedor del poder, el Fuerte (Corán 51: 55-58).
Allah no busca de nosotros idolatría o sacrificios per-se, Allah se basta Él mismo. Esa ‘ibada es el recuerdo para que nosotros mismos conozcamos a que aspiramos, que debemos buscar… No es un ídolo, ni una ideología, ni tan siquiera una idea… Es la posibilidad de estar en el Absoluto porque fuimos capaces de obrar justamente y reconocer Su Realidad (haqiqa).
Queridas hermanas, queridos hermanos Allah, el Altísimo no ha dispuesto a la naturaleza como una máquina para nuestra explotación. No son engranajes ni simple materia, sino vida con Sus signos impresos. Signos que por otra parte nos dicen lo bella e irracional que es la naturaleza. Por eso, nos urge una eco-teología que sea profundamente espiritual, que re-construya y recuerde qué es nuestro mundo, porque es la vida que envuelve a la nuestra. El Universo es un macrocosmos que envuelve a nuestro microcosmos, vivimos a pequeña escala lo que le ocurre a nuestro mundo.
Esa naturaleza, el cosmos, nos invita a pensar en toda la ‘ibada. En la purificación (tahara) que ofrecen sus ríos y el agua que del cielo desciende. En la azalá y el dhikr (recuerdo) que hacen todos los vivientes con su existencia y los vivientes simbólicos (la tierra, el día, la noche, etc.) para reconocerle a Él y mostrar Sus Signos. En el azaque que da la naturaleza con cada uno de sus frutos que va a nosotros. En el ayuno, sequías o carestías, que la naturaleza realiza para hacernos conscientes de Su sustento (rizq). En el Hajj que hace todo el Universo cuando realiza el Tawaf (circunvalación a la Kaaba) —descrita como la armonía de las esferas por nuestros sabios clásicos— como una acción cósmica. Pues, queridas hermanas y queridos hermanos, toda la naturaleza está regida por las leyes de la auténtica sharía, aquella que —como bien decía Ibn ‘Arabi— nos ayuda a llegar a la Realidad última. Una sharía que nos permite caminar sin volvernos locos ante tanto brillo, ante tanta belleza incomprensible para nuestra razón (‘aql).
Tan simple y tan grandioso, al mismo tiempo. Recordad, la próxima vez que hagáis ‘ibada, que tenéis el universo en vosotros y que cada acción y cada gesto marcado en la tradición, en la Sunna, en el Corán es análogo a los que hará el Universo hasta el Día del Juicio, cuando a Él habremos de volver. Queridas hermanas, queridos hermanos, así la sharía no es una simple norma a cumplir, sino la forma de reconocer a Allah, el Altísimo. Y es que quiera Allah darnos a Allah y permitirnos saborear (dhawq) de cada instante del presente. Amén.
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.