Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos hoy quisiera hablaros de «la sequia necesaria», un concepto teológico duro y desconocido que habitualmente lo relacionamos con tener mala suerte cuando es pura baraka. A veces en nuestra vida todo lo queremos ya, pues nuestro mundo es un mundo donde prima lo inmediato, el ya y el ahora. Un falso presente que nos asfixia, pues es tan frágil que lo material acaba subyugándolo.

Nuestro mundo, el reino de la cantidad, pierde de vista que lo importante es la cualidad, el simbolismo de lo obtenido y el saboreo (dhawq) de lo conseguido, valores que se ven realzados con el agradecimiento (shukr) hacia Allah del creyente sincero. El ingrato, el cafre, tan solo se alegra cuando le beneficia en el instante y se olvida de Allah, cree que lo ha conseguido él y se asfixia en su propio nafs. La ingratitud es la gran enfermedad de un mundo donde los valores se difuminan y donde la transacción es la reina.

Transacciones carentes de proyección, de sentido y de materialidad que nos cosifican, que hacen que perdamos el profundo sentido de Su Realidad, pues el Altísimo no quiere para nosotros una carga, pero, igualmente, desea la profunda conciencia (taqwa) hacia Su Presencia. Es la Sunna del Mensajero ﷺ la que nos invita a vivir la plenitud con humildad (khushu’) sin olvidar el mundo mundano (dunya). No se trata de ser un asceta en el desierto, sino de comprender que toda la Realidad proviene, converge, y retornará, a Él, el Altísimo. ¡Que fácil y que difícil, al mismo tiempo, es esto!

Esta reflexión, queridas hermanas y queridos hermanos, parte de dos aleyas del Corán que justo esta semana releía y que me impresionaron bastante, porque recoge extraordinariamente esta sensación y nos advierte de situaciones que ya están ocurriendo en nuestra realidad cotidiana:

Si otorgase Allah el sustento a sus siervos generosamente, de seguro que se rebelarían en la tierra. Sin embargo, Él lo desciende secretamente según quiere. Que bien informado Él está sobre Sus sirvientes, que profundamente ve. Y es Él quien hace descender la lluvia tras desesperanzaros diseminando Su rahma. Él es el íntimo, de todo loor es digno. (Corán 42: 27-28).

Como siempre una aleya es capaz de desconcertar y hacernos meditar sobre la impactante información que el Altísimo, a través de Sayyidina Muhammad ﷺ, nos ha legado como criterio de distinción (furqan) y bella guía para volver a Él.

***

Nos impacta tanto estas aleyas porque bien sabemos el ser humano tiene una tendencia a ser desagradecido, porque tantas veces hemos sido ingratos con lo dado, porque otras tantas nuestro orgullo se excede con ese rizq dado como prueba. Pero esto no hay que verlo desde un plano exclusivamente moral y fatalista, sino eminentemente biológico. Es la propia supervivencia animal del ser humano. Sin embargo, el ser humano es capaz de romper este instinto para considerar que la revelación (wahy) es mucho más poderosa. Por eso, la «sequia necesaria» es tan importante para los creyentes, nos hace recordar Su promesa, algo que ni los reyes ni los poderosos pueden darnos.

La rebelión de la que habla la primera de las aleyas es la propia de perder la tensión de la realidad, de reconocer la grandeza de Allah y olvidar (ghafla) su significado por nosotros mismos. El rizq es, quizás, de todos los dones de Allah el más vistoso, nos permite vivir y llegar tanto a la ‘ibada como al extravío. El rizq es mubarak, pero nosotros podemos hacerlo rajim cuando el olvido supera al recuerdo (tadhkira). Por eso, al creyente sincero se le exige recordar, se le exige hacer dhikr constantemente, sobre la Realidad.

La advertencia de Allah es sincera y nos muestra, en la sura siguiente, como se corrompió el pueblo de Faraón con esta falta de «sequía necesaria»:

Y cuando a ellos vino la Realidad dijeron: «¡Esto es hechicería! Nosotros somos cafres frente a ello…» y dijeron: «¿Por qué no se ha descendido el Corán a un gran hombre de las otras dos ciudades?». ¿Acaso son ellos quien otorgan la rahmade tu Señor? Nosotros otorgamos, entre ellos, los dones en la vida mundana y elevamos a unos sobre otros para que les sirvan. Mas la rahma de tu Señor es mejor que lo que se acopia. Y si no hubiera sido por evitar que la humanidad hubiera sido una sola comunidad, Nosotros habríamos dispuesto en las casas de los cafres tejados de plata y escaleras de acceso,con puertas y solios en los que reclinarse. ¡Tantos ornatos! Pero todo esto no es sino vano gozo de la vida mundana frente a la que habrá de venir junto a tu Señor y los que de Él tienen conciencia. (Corán 43: 30-35)

Y prosigue la narración:

Y es que ya enviamos a Musa con Nuestros signos frente a Faraón y su corte. Les dijo así: «Yo soy un Mensajero del Señor de todos los Mundos».Mas cuando presentó Nuestros signos, de ellos se burlaron aun se mostró que cada signo era más grande que el anterior. Y les sorprendimos con tal castigo… Quizás así recapacitaran… Y le dijo: «¡Oh, hechicero! Invoca por nosotros a tu Señor, pues Él ha hecho un pacto contigo. En verdad, nos dejaremos guiar…». Pero cuando Nosotros levantamos el castigo, ellos rompieron su promesa. Y se dirigió Faraón a su pueblo diciendo: «¡Oh, pueblo mío! ¿No es mío el reino de Egipto y estos ríos que fluyen a mis pies? ¿Acaso no lo veis? o ¿no soy yo mejor que este que es un insignificante y a duras penas se expresa? ¿Por qué no lleva brazaletes de oro? ¿Por qué no viene acompañado de ángeles?». De esa forma él extravió a su pueblo y ellos le obedecieron. En verdad, fueron un pueblo tan corrupto… (Corán 43: 42-54).

Este fragmento nos advierte de todo lo que mencionamos antes. En un mundo sin necesaria sequia, sin mesura, sin esperas se desborda la altivez. Faraón creyó que todo era suyo, que él era un dios, pero que error… Los dones en la vida mundana pueden ser una bendición y, al mismo tiempo, una maldición. Ellos se volvieron tierra baldía, a pesar de haber tenido un vergel en la tierra. Pensad en ello y en este largo fragmento, queridas y queridos hermanos.

Es por la rahma de Allah por lo que a veces llueve, pero también por la que se dicta la sequía para demostrar Su presencia en Su Creación. Hay rahma en una aparente, y necesaria, desgracia para que la gente se entregue con todo su ser (tawakkul) a Su Realidad (ḥaqīqa).

Queridas hermanas y queridos hermanos recordad esta otra aleya del Corán que dice: «Puede que algo que sea odioso sea bueno para vosotros, mientras algo que améis sea nefasto. Y es Allah quien todo lo sabe mientras vosotros lo desconocéis» (Corán 2: 216). Que este sea nuestro du‘a hoy que nos acompañe en los momentos dulces, llenos de agradecimiento (shukr), y en los amargos, llenos de paciencia (sabr). Quiera Allah hacernos vivir plenamente como a su Mensajero ﷺ, quiera Allah que nuestro siempre esté de alegría lleno. Quiera Allah que sigamos la senda de sus Mensajeros y no olvidemos la baraka que hay en la sequia para que, por la eternidad, no seamos tierra baldía. Amén.

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

Print Friendly, PDF & Email