Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos, esta semana he estado revisando la sura 92 del Corán. Muchas veces, y yo el primero, leemos rápido y sin darnos cuenta de los significados. Automatizamos la lectura del Corán y lo convertimos en un ejercicio en el que no reflexionamos con cada sonido, con cada palabra. Suerte que Allāh, el Altísimo nos llama la atención y nos ofrece que sentados frente a su Libro, y bajo el ejemplo del Mensajero ﷺ, reflexionemos con ma‘rifa (conocimiento profundo) sobre las aleyas que nos ha dado.

Eso me paso con esta sura y en concreto con un fragmento que inspira la khutba de hoy. Se trataba, en concreto, de la aleya 14 a la 16 en la que hice un curioso experimento de traducción:

Pues os prevenimos del Fuego resplandeciente en el que solo arderá el infeliz. Aquel que niega y se aleja. (Corán 92: 14-16)

Una aleya esclarecedora y que me dio que pensar —y que espero que os de a vosotras y vosotros también— leyéndola en árabe y me inspiró a traducir un termino concreto, ashqā, por una palabra muy común, infeliz, en vez de hacerlo como miserable, desventurado o desdichado. La idea era hacerlo por algo tan cotidiano que estremeciera, pero a la vez advirtiera. Y es que la última parte del Corán es una exhortación constante para tener conciencia profunda (taqwa) de la grandeza del Altísimo. Es una parte dura, pero necesaria en tanto ya no se habla tanto de ética (akhlaq) sino que se nos propone las consecuencias que son más cotidianas y menos trascendentales de lo que nos creemos. Es, igualmente, una llamada de atención hacia la cotidianeidad, hacia el presente del Altísimo. Necesariamente tenemos que pensar como es nuestra vida, como estamos posicionados frente a la verdad y la belleza o ante nuestras acciones. En esta misma sura se nos dice:

A quién se le da es al que tiene conciencia de Allāh (taqwa) y es sincero frente a la belleza le facilitaremos la mayor facilidad. Pero aquel que es mísero y cree que solo él se basta, y niega la belleza le facilitaremos la mayor dificultad. (Corán, 92: 5-10)

Estas aleyas son impactantes pues se reafirma la idea que el ser humano, el creyente sincero, tiene que posicionarse frente a la verdad de la omnipotencia de Allāh, el Altísimo, frente a la belleza como valor intrínseco y entonces se le dará la facilidad que no es otra cosa que el bien aunque a veces parezca dificil. Y, sin embargo, si creemos la mentira de ser independientes de su rubbubiyya (señorío) y negamos la belleza pensando y haciendo acciones que potencian la fealdad entonces se le dará a esa persona una dificultad que puede estar revestida de aparente facilidad.

La idea de facilitar (fasanuyassiruhu lit. «pues nosotros le facilitaremos») en ambas posturas es algo que debería hacernos meditar sobre el peso de la actitud con la que la enfrentamos queridas hermanas y queridos hermanos. Nosotros somos espiritualmente lo que cultivamos en nuestra vida cotidiana y esa proyección ensancha nuestro corazón o lo puede llenar de fuego (Corán, 104: 6-7)

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Que nos enseñe el Corán que el infeliz es quien arderá en el fuego no es una novedad. La infelicidad es una enfermedad del corazón cuerdo (qalb). Es una infelicidad que raya en la ingratitud porque no se agradece (shukr), ni si quiera no se tiene conciencia de ello, lo que Allāh nos ha dado. Y no es que eso sea una falta contra Allāh es que es una falta contra nosotros mismos que nos impide obtener las bendiciones (ḥassanāt) que guarda el buen vivir. Por eso, en las aleyas que hemos comentados el infeliz se cree independiente de Allāh (istaghnā), niega (kadhaba) la belleza que Allāh ha dispuesto y, además, da la espalda a una vida plena. Una persona que hace todo esto conscientemente, desde su orgullo, desde su arrogancia y le da la espalda a la realidad (ḥaqīqa) de Allāh es normal que en su pecho, en el vacío que produce estar alejado del Altísimo y de la Sunna de su Mensajero comienza a brotar un fuego resplandeciente como aviso. ¡Que dura debe ser la eternidad dando la espalda a la verdad (ḥaqq) y que la única iluminación sea de un fuego que alimenta la infelicidad! Preguntémonos por qué tantas personas se alejan, conscientemente, de la bendición para entregarse a la infelicidad.

Es la Sunna de Muhammad la que nos guía hacia Allāh, es volver hacer sus acciones sagradas las que con baraka refrescan nuestro pecho ardiente, porque nunca podremos extinguir el fuego de él, es tener conciencia de quien es Allāh lo que nos libera y nos hace permanecer en su presencia. Todo es por nuestro bien, porque si en nuestro pecho hay rabia, ira, envidia, rencor o miedo a la muerte y trascender seremos infelices y buscaremos nuestra independencia. El dhikr (el recuerdo) y la tazkiyya (purificación) nos hacen ir al presente de Allāh, al instante y a la felicidad por encima de todo el dunya y nuestro ego (nafs).

Por eso, las metáforas del paraíso (janna) siempre hablan de luz, de agua, río y sombra, y los mala’ika cuando están hacen que haya frío y la sakina de Allāh es refrescante como una brisa de primavera. Refrescan e iluminan nuestro corazón ante el fuego que lo consume. Queridas hermanas, queridos hermanos, seamos conscientes de los significados.

Y no temáis por todo esto porque Allāh es pura energía creadora y acogedora (Raḥmān) y con esa energía vuelve a crear (Raḥim) y, a la vez, nos hace olvidar (Ghafur) cuando abrasaba nuestro pecho un fuego ardiente porque le olvidamos (ghafla). La clave solo es el recuerdo (dhikr) de la presencia de Allāh y la Sunna de su Mensajero ﷺ, aquel que siempre sonreía y cuyo pecho fue lavado con blanca y fría nieve por Jibrīl (as). Que Allāh no permita que seamos infelices jamás.

Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.