﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Queridas hermanas, queridos hermanos se nos invita a convivir. La convivencia (ta‘āiysh) es uno de los núcleos, junto con la ‘ibāda, de nuestra existencia en la creación de Allāh, que exaltado sea su nombre. Nuestro devenir está atravesado del encuentro con los otros, del vivir junto a ellos y de intentar comprenderlos. Comprenderlos en tanto son diferentes e iguales a nosotros. Vivir junto a ellos para disfrutar al máximo de la creación que Allāh, el altísimo, ha dispuesto para todos nosotros.
Esta es una meta importante a la que tenemos que aspirar como creyentes, como conscientes y vivientes que llenos de raḥma seguimos la senda del más perfecto de los seres creados ﷺ. Si hacemos como lo hizo él comprenderemos la aleya de la sura Tawba que dice:
Si alguno de los idólatras te pidiera tu protección protégele hasta que oiga la palabra de Allāh. Después llévale a un lugar seguro, pues son gente que si no quiere conocer no conocerá. (Corán 9:6)
Convivir ni es sencillo ni simple, sino que implica doblegar nuestro ego (nafs) y nuestro deseo por un bien mayor, por una comprensión profunda y, sobre todo, por estar infundidos al completo de la raḥma (misericordia potencial) hacia la creación que Allāh, el Altísimo, ha infundido en este mundo a través de su Mensajero ﷺ. Convivir es buscarnos a nosotros mismos en el otro, romper nuestros límites y exclamar, sin palabras, el Mensaje que Allāh nos ha revelado. Aceptar la diversidad que se nos dice en surat Yunus:
Y si tu Señor quisiera creerían todos los que están en la tierra. ¿Acaso puedes tú obligar a las gentes a que sean creyentes? (Corán 10:99)
Nuestro mundo es cada vez más individualista. Nuestras comunidades cada vez lo son más. Nosotros miramos solo por nosotros y nos olvidamos que todos los seres creados tienen un sentido. Cada vez nos cuesta más mirarnos a lo lejos, ver la grandeza en lo lejano, vivirla y ritualizarla. En árabe ta‘āiysh remite no solo a la vida, sino a lo viviente, al tiempo y la búsqueda de la vida, a aquellos rituales que satisfacen nuestro cuerpo y nuestro alma para ponernos en qibla hacia Allāh. Y la convivencia es uno de ellos, quizás el más complejo porque nos obliga a rompernos a nosotros mismos, atravesados por la humildad, para acoger fraternalmente la mirada del otro.
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Toda la creación son símbolos que deben ser interpretados. Allāh, el Altísimo, solo ha dispuesto pocos signos unívocos. Esta vida en convivencia es un símbolo para buscar plenitud, para respetar y escuchar, para practicar el ādab (buena cortesía), para purificar nuestro débil corazón. Y aún así no habrá una persona que sea capaz de ver lo mismo que otra, todos tendrán su interpretación desde su corazón cuerdo (qalb). En un mundo que el corazón solo es un músculo deberíamos volver a situarlo como un centro vital, un espacio sutil que capta y que siente, que se mancha y se purifica para nosotros. Un lugar donde percibir lo sutil.
Pero para convivir hace falta escucharse y dialogar con uno mismo. El diálogo con el sí mismo es fundamental, vivir el tiempo del eterno presente de Allāh es condición indispensable para sentir la creación, para ver que Allāh, el Altísimo, ha llenado nuestro mundo de símbolos que debemos interpretar para vivir en plenitud. Antes de dar lecciones, morales y sociales, a otros debemos dárnoslas a nosotros mismos.
El diálogo con uno mismos exige intimidad, sosiego y humildad. El creyente sincero se pone frente se a sí mismo y sin vergüenza alguna ni culpa debe ver sus límites, sus espacios en blanco y las reflexiones del ego (nafs). Ese diálogo abre la puerta a comprender que somos una pieza más de una gigantesca creación con la que convivir, a la que buscar el sentido más allá de nosotros mismos o de los nuestros.
Convivir significa aceptarnos a nosotros, aceptar al otro, comprender las normas de Allāh y asumir la sunna del Mensajero ﷺ como facilidad. Muchos se esfuerzan en hacer esto difícil, en no-convivir, en difundir el miedo y la fealdad frente a la belleza divina, en no comprender que el Mensaje como universal que es debe llegar al corazón de cada ser antes que a la sociedad. Que no rechacemos al «otro» por no estar en un «nosotros».
Por eso, frente a quién limita nuestra vida un creyente sincero tiene que mirar con una mirada amplia y llena de raḥma. Nuestro dīn no puede, no debe convertirse exclusivamente en un cúmulo de límites y prohibiciones sino en una fuente en la que refrescarse. Que el que llegue pueda vivir con nosotros con la hospitalidad y el ādab que nos enseñó nuestro amado Profeta Muhammad ﷺ. La conciencia plena nos exige humildad y sinceridad.
Convivir es el asumir la universalidad del Mensaje de Allāh, el Altísimo, para todos los seres, eliminando el deseo de exclusividad y pertenencia propia. Y cada corazón decide cuanto quiere tomar. Si nosotros, en taqwa (conciencia), somos conscientes de ello nada más se nos puede pedir.
Quiera Allāh darnos las condiciones para convivir, comprender y existir en su creación. Quiera Allāh guiarnos por firme y recto sendero eliminando dificultades e ignorancia. Quiera Allāh otorgarnos su salām para que, como espejos, lo refreactemos a otros que lo necesiten. Quiera Allāh que llenos de taqwa busquemos su realidad (ḥaqīqa) ante todo. Quiera Allāh sellar esto en el ardor de nuestro corazón amante (fuad) y en la quietud de nuestro corazón cuerdo (qalb) para que este maqām posea lo más profundo de nuestro ser. Quiera Allāh darnos la llave para convivir y emular a su perfecto Mensajero ﷺ. Amen
Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.