Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

En la complejidad de nuestro mundo, queridas hermanas y queridos hermanos, el taqlid (la imitación ciega) se presenta como una cadena que nos encadena. Encadena nuestra mente (‘aql), encadena nuestro corazón (qalb) y nos impide vivir la Sunna en plenitud. El taqlid es una enfermedad en estos tiempos donde creemos que «todo lo pasado fue mejor».

Terrible vacío siente aquel que se ata, ciegamente, a una tradición y no piensa. Aquel que se ata a las opiniones de otro y se asfixia con las experiencias de aquellos. Aquel que siente la nostalgia del pasado o la ansiedad en el futuro, en vez del presente de Allah, el Altísimo. Imitar ciegamente a otro nos impide conocer, saber y vivir porque nos esmeramos en reproducir algo que ya pasó.

Taqlid viene de la raíz qaflamdal que significa estar atado, una cuerda, un collar, una cadena, pero también autoridad, perfección en la acción o cubrir. Esta polisemia, como siempre, nos propone una serie de retos a la hora de enfrentarnos a la palabra. ¿Quizás debemos aspirar a una perfección inerte? ¿Debemos dejarnos encadenar por las pesadas cadenas del conocimiento? ¿O cubrir nuestro miedo con lo que otros hicieron?

El problema principal es que el taqlid no funciona sobre la base de una fidelidad a la Sunna, solo la museifíca. La Sunna era la vida y el hacer del profeta Muhammad ﷺ y aunque universal fue temporal. Sus acciones tenían contexto, estaban mediadas por su mundo. Lo interesante es ver la universalidad, y el símbolo que se nos manifiesta en la Sunna del Mensajero ﷺ, pero no imitarla ciegamente si saber por qué.

Parte de la crisis espiritual del islam de hoy viene por esto: asumimos e imitamos, en vez de vivir e interiorizar. Mecanizamos en vez que el lubb (corazón cuerdo) procese e integre en nuestra propia vida. No establecemos la azalá porque la hacemos forzados por una «obligación», no valoramos el azaque porque «tenemos que darlo». Nuestra espiritualidad se convierte en mera religión y el din se diluye en la ideología. ¿En serio que queremos algo así para nuestro mundo? ¿para nuestro din? O ¿aprovechando este mes de Rabbi al-Awwal podemos volver a vivir al Profeta ﷺen nuestra vida? Son preguntas que cada cual, queridas hermanas y queridos hermanos, deben de hacerse y ponerlas en sintonía con el mundo que vivimos. Porque la sombra no significa oscuridad, sino un tiempo de reflexión para revivificar (tajdid) nuestro amado din y la herencia que recibimos del más noble de los Mensajeros ﷺ.

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La Sunna del Profeta ﷺ no es taqlid, sino vida. Así lo entendieron a aquellas y aquellos (ra) que vivieron junto a él ﷺ, que no era una simple erudición sino la mejora del día a día, que no era una competición por imitarle sino por vivir cada gesto que él ﷺ, hacía. El din es instante, totalidad y, a la vez y paradójicamente, infinitud y concreción.

Decía el filósofo y teólogo uzbeko Shaykh Abun Mansur al Maturidi, que Allah lo tenga en lo más alto del Jardín, que el din no puede estar basado en el taqlid sino en la confianza (iman) y en las evidencias dadas a nuestro intelecto (‘aql) y nuestros sentidos. Cuando se le dice ¡iqra’! (¡lee!) al Mensajero ﷺ se le exhorta a que lo haga por él mismo, se le invita a sentir la revelación descendida (tanzil) en su propio cuerpo… Es él frente a la revelación, sin mediadores… Prosigue al-Maturidi (ra) con la idea de que el taqlid debe ser sustituido por la transmisión viva (sam) y mediada por el intelecto/libertad (‘aql) que cada ser tiene. Curiosamente, hace 1000 años, el Shaykh al-Maturidi (ra) proponía una forma muy sana de que el din no se convirtiera en una ideología: la idolización de la palabra (logos).

Ese es nuestro peligro en un mundo como este. Imitamos porque nos da miedo pensar, imitamos porque nos da miedo actuar, pensamos que nuestro mundo se acaba, nos convencen los idólatras que los nuevos ídolos que portan —conceptos muertos, palabras vacías, relativismo— pueden encajar con nuestro din y ¡No! No es posible, no es un camino factible… Así tan solo nos equivocaremos, nos perderemos. Porque la vida exige de ‘aql como libertad para elegir, furqan (discernimiento) para guiarnos, lubb (corazón cuerdo) para asimilarlo y disponerlo en nuestra vida como una semilla y, finalmente, hubb (amor) para que madure y obtengamos los frutos. Y esto no se logra con taqlid, sino esforzándose.

El trabajo del ser humano es encontrar esa lógica de los mundos, más allá de actitudes mesiánicas y salvaciones inmediatas. Más allá de promesas fundadas en otros que no sean, directamente, Allah. La Sunna —que inspira al Shaykh al-Maturidi (ra)— dice lo mismo y los principales sabios islámicos: Al-Ghazali, Ibn ‘Arabi, Jalaluddin al-Suyuti, Ahmad al-Tijani o Ibrahim Niasse llegaron a la misma conclusión. El peligro de imitar ciegamente (taqlid) es que convertimos en ídolo las acciones del Mensajero ﷺ sin saber por qué, sin importarnos que impacto tiene en nuestro iman, en el sentido más profundo de confianza en Allah, el Altísimo. O revivificamos el islam (ihya, tajdid) o el poder corrupto de esta vida mundana (hayat al-dunya) acabará poseyéndolo, convirtiéndolo en «un esclavo deseante» de más y más poder. Porque no hay más verdad (haqq) que Allah y Él, Altísimo y Poderoso, se la ofrece a quien quiere y a quien se esfuerza para encontrarla.

Hoy más que nunca necesitamos desterrar la imitación ciega y volver a pensar y re-conocer lo que Allah, el Altísimo, ha dispuesto para todos nosotros y nosotras en su creación. Tanto que nos ha dado, tanto que tenemos que asumir y vivir. Si no lo vivimos en plenitud, con conciencia (taqwa), ya nos pedirá cuentas (Corán 2: 284). El fuego ya empieza a sentirse en esta vida y todos nosotros, queridas hermanas y queridos hermanos, aspiramos al verde y fresco Jardín.Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq). Pidamos a Allah usar el ‘aql y el lubb para trascender la cegura y pacificarnos en Él, altísimo y poderoso, bajo el ejemplo de la Sunna de Su Mensajero ﷺ. Amén.

Pidamos a Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino, y enfrentarnos a los ídolos y cadenas que brotan en nuestra vida.

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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