Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos hoy traigo una pregunta para empezar la khutba con la que creo que, en algún momento, todas y todos nos hemos sentido identificados: ¿Cuándo debemos abandonarnos a la voluntad de Allah? Aun así, es muy habitual que desafiantes nos neguemos a abandonar una actitud o una acción o, incluso, de otra forma, abandonarnos a nosotros mismos ante Allah, el Altísimo. El ser humano sigue siendo complejo, tozudo y egoísta y percibe todo esto como una amenaza.

Amenaza que no debería ser tal y que, casi siempre, contiene una pacificación (salam) que nos proporciona un equilibrio vital. Pero nuestro ego (nafs) intenta, como siempre, protegernos de lo desconocido, intenta blindarnos ante el peligro y el desafío que supone lo desconocido —aunque sea la Realidad (ḥaqīqa) misma—. Siempre hay una actitud conservadora, en tanto queremos conservarnos sin cambios, de mantenernos en una inmutabilidad que tan solo es propia de Allah.

La tradición islámica conoce el abandono en Allah, que exaltados sean todos sus nombres, como tawakkul, es esta una de las prácticas más nobles que puede abrazar el creyente sincero. Pero hoy, queridas hermanas y queridos hermanos, querría hablaros de un tipo tawakkul más cercano y común, pero no por ello menos importante… Una renuncia a nosotros mismos, a nuestra seguridad y confort por una misión más trascendente, por un futuro prometido.

La base de la khutba de hoy está en la sura Historias (al-Qasas), en la cual se narra la historia del profeta Musa (as). En cierto momento Allah nos narra la situación de esta manera:

Y Nosotros deseamos otorgar nuestro favor sobre los oprimidos en esta tierra y hacerlos líderes, hacerlos herederos5establecerlos en la tierra y mostrar a Faraón, Haman y a sus huestes, a través de ello, lo que más temían.6 Y Nosotros revelamos, en secreto, a la madre de Musa: «Amamántale, mas cuando por él peligro sientas déjalo en el río y no temas. Ciertamente, Nosotros hemos de devolvértelo, haremos de él un Mensajero».7 Tras eso, lo recogió la familia de Faraón, de la que se volvería un enemigo y para ellos un pesar. En verdad, Faraón, Haman y sus huestes ¡tanto yerraban!8 (Corán 28: 5-8)

Aquí vemos como Allah, en todo su poder y su gloria, decide ayudar a Banu Israil y liberarlos de la esclavitud y de la tiranía de Faraón, mostrándole el mayor de sus miedos: perder el control y el poder terrenal. Para ello, dispone de Musa (as), el hijo de una esclava, que liberará a Banu Israil. Pero antes de hacerle vivir la Profecía a él (as) se le exigió tawakkul a su madre, el mismo que se nos exige a nosotros cada día para ser creyentes sinceros.

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El tawakkul que le exige Allah, exaltados sean todos sus nombres, es muy sencillo y, a la vez, muy desafiante. Se trata de un golpe al ego (nafs) y una toma de conciencia de que Allah, el Altísimo, siempre tiene mejores planes para uno de lo que nosotros, con nuestra limitada razón (‘aql) podemos pensar. A la madre de Musa se le exige re-conocer (ta‘ruf) por qué la liberación siempre empieza con un sacrificio, con una entrega. Un sacrificio que parece cruento, como el de Ibrahim (as), pero que Allah transmuta en simbólico. Es entregar nuestra voluntad reconociéndole —explotando toda la semántica de ‘abd— en una aceptación de la Realidad (ḥaqīqa), es decir de Él mismo. En el momento que dice Allah, el Altísimo:

Nosotros revelamos, en secreto, a la madre de Musa: «Amamántale, mas cuando por él peligro sientas déjalo en el río y no temas. Ciertamente, Nosotros hemos de devolvértelo, haremos de él un Mensajero» (Corán 28: 7)

Ahí es cuando debemos darnos cuenta de que Allah nos exige una gran confianza, pero a la vez nos otorga seguridad. Pero no la seguridad frágil del ego (nafs) que acaba esclavizándonos, sino la libertad absoluta que se nos ofrece con la seguridad de la acción de Allah. Dejar a un hijo en el rio para convertirlo en Mensajero, que imagen tan poderosa y apabullante.

Nuestro mundo actual es el del ego, ahora la pregunta se reformula: ¿Quién querría ser Mensajero pudiendo ser como Hamam, un simple siervo del tiránico Faraón? Porque Haman no hace ningún tipo de sacrificio, tan solo adora a ídolos de piedra a un gobernante que se cree un dios. Su qibla está orientada hacia el poder, hacia el materialismo en vez de al Altísimo, al igual que Faraón. Tan a menudo Hamam se confronta con sus miedos, igual que la madre de Musa, pero sin la certidumbre de la revelación (wahy) que esta tiene. Por eso, cuando decide castigarlos Allah, Suyo es el poder y la gloria, los hace manifestando sus miedos: la perdida del poder terrenal. Cuando se confronta con Musa, años después, tan solo puede hacer un truco de magia, puro ilusionismo, frente al poder que Allah le ha dado a su Profeta.  Pensad cuantos Hamam conocemos y pensad, también, cual será su fin. No trascenderán se ahogarán en su propio ego, como Hamam lo hizo en las aguas del Mar Rojo.

El recto sendero (sirat al-mustaqim) exige sacrificios personales en vez de ofrendas, exige sacrificar nuestro ego por el tawakkul de la sinceridad y de la humildad. Debemos entregarnos temporalmente para alcanzar la eternidad, para gustar el Jardín. La madre de Musa fue recompensada con la liberación, tanto física como espiritual, y se le dieron todas las facilidades para vivir en plenitud, a pesar de su, aparente, esclavitud.

Meditad sobre esto, queridas hermanas y queridos hermanos, y sobre lo que significarse abandonarse en Allah, el Altísimo. No es renunciar a quienes somos sino, tan solo, aceptar el qadr que sobre nosotros tiene y guiar nuestra voluntad hacia ella. Si somos capaces de eso perderemos el miedo, el nafs (ego) quedará mudo y probaremos la liberación en vida. El símbolo manifiesto de la historia de Musa (as) es hoy más actual que nunca porque somos esclavos de muchas cosas y debemos de elegir que vamos a sacrificar para liberarnos o si preferimos ahogarnos en nuestro propio nafs (ego). Quiera Allah darnos Su recuerdo (tadhkira) para proseguir en el recto sendero (sirat al-mustaqim) y no ser de los que yerran (ḍalin). Amen

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.