Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos, un juma‘a más nos encontramos en torno a la herencia recibida por los profetas, que sobre todos ellos sea la paz, que han pisado nuestro mundo. Esa herencia es la base de nuestro dīn, nuestra forma de vida sincera y profunda dispuesta para disfrutar y sentir nuestro mundo tal y como Allāh quiere. Y nos toca reflexionar, máxime cuando este es el último juma‘a antes del bendito y purificador mes de Ramadán.

La profecía (nubbuwah) que Allāh, el altísimo, dispuso para nosotros, se ha ido concretando en mensajes (risalāt). Algunos de gestos hacia nosotros con advertencias y enseñanzas y otros tantos escritos ya fuere en un texto o incorporeizados en el propio cuerpo del mensajero. Ese portar el mensaje era una experiencia muy dura porque las mentes y cuerpos humanas de estos mensajeros debían soportar el peso de la revelación en cada célula, en cada exhalación, en cada movimiento. Creedme, queridas hermanas y queridos hermanos, que eso no debía ser fácil tal y como nos ha sido transmitido por la tradición. Pues si nosotros renqueamos al sentir una ínfima parte del jalāl (majestad), imaginaos como será sentir el peso de la revelación (waḥy) sobre un cuerpo humano pues no debemos olvidar que los profetas, aunque envueltos en una divina misión, son tan humanos como nosotros.

El ejemplo profético más sublime es aquel que llega con el mensaje (risala). Un texto, un cuerpo, un ejemplo que queda grabado a luz en nosotros y nos ayuda a contextualizar el mundo que vivimos. La Torah entregada al liberador Mūsa (as), los Salmos [Zābur] entregados al amado y vencedor Dawud (as), el evangelio entregado al purificado Isa (as) y por supuesto el Corán entregado al más luminoso y sublime. de todos los mensajeros Sayyidina Muḥammad ﷺ. Todos textos vividos e incorporeizados, todos dados para alabar (ḥamd) y vivir con facilidad (yusr) en este Reino (al-Mulk) que nos corresponde guardar recordando el ejemplo de los Mensajeros de Allāh, que exaltado sea su bello nombre.

El Mensaje (risala) esconde en su interior un profundo designio de entrega desde lo divino a lo humano, de misión y de ejemplo como revela su etimología desde su raíz trilítera. Su peso es enorme pero no tenemos otra posibilidad que aceptarlo e incorporeizarlo. No basta con leerlo sino hay que vivirlo, de otra forma no comprenderemos lo importante y trascendental del Mensaje y lo reduciremos a letras muertas.

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Queridas hermanas y queridos hermanos, dice Allāh, el altísimo, en el Corán:

Esa es la guía de Allāh con la quien guía a quien quiere. Si hubiesen idolatrado, todo lo que hubieran hecho habría sido en vano. Fue a ellos a los que dimos el Libro, la Sabiduría y la Profecía, pero si no creen en ello se lo confiaremos a otros que no lo ocultarán. Ellos son a los que Allāh les ha guiado. ¡Dejaos guiar! Di: No os solicito pago alguno sino es el recuerdo de los mundos (Corán 6: 88-90).

Este es uno de los textos que mejor ejemplifica el Mensaje (risala) y los mensajeros, además del hacer nuestro con el mismo. Allāh, el altísimo, guía a quien quiere y elige de aquellos que son sinceros, aunque aún no conozcan. Los profetas y mensajeros (as) fueron conociendo su misión relativamente a lo largo de sus vidas si bien la profecía (nubbuwah) latía fuertemente en su interior. El conocimiento gradual pudo ser un dhikr, un recordar consciente, de lo que Allāh había dispuesto; también pudo ser un du‘a con el que se pide a Allāh lo mejor de corazón pues Allāh, el más generoso, siempre contesta a quien se entrega a Él en plena sinceridad.

Y a algunos benditos elegidos (as) se les entregó el Libro (kitāb), la sabiduría (ḥikma) y por ende la profecía (nubbuwah) se les designó para que nosotros tuviésemos sincero recuerdo de la realidad. Es en el final de estas aleyas donde Allāh se reafirman con que no nos pide nada ni sacrificios, ni sangre, ni rituales costosos, ni performances tan solo que recordemos los mundos (dhikra al-‘alamīn) que Él, el dador de vida, ha creado para nosotros.

Del olvido (ghafla) de esta acción que nos recuerda constantemente el Mensaje (risala) deviene el mal representado por el ocultamiento (kufr) y la idolatría (shirk) que hace al creyente sincero de no ser consciente de la realidad auténtica de Allāh, el altísimo. Los mensajeros en los textos que les ha sido dado lo han manifestado así. Quien no recuerda a través de ellos no recibe las bendiciones que Allāh, el altísimo, ha dispuesto para todos. Bendiciones que en un mundo donde reina la cantidad, donde las ideologías del materialismo dominan los corazones y donde la finitud es norma no son un juego. En un mundo como el nuestro más nos vale presentificar el Mensaje recitándolo, recordándolo y viviéndolo.

Por eso, y especialmente en este complejo Ramadán va a ser tiempo de hacerlo, de vivir los mensajes, de amarlos y recordarlos tanto como a sus mensajeros (as). Vivir los textos sagrados, saborearlos, interpretarlos y disfrutarlos es una obligación del creyente sincero. No son palabras muertas sino realidades a las que invocar, con las que llenarnos de baraka que nos fortalezca ante la dualidad de la existencia. Que nos liberen como Mūsa (as) liberó a los hijos de Ya’kūb (as), nos purifiquen (tahāra) como a Isa (as) y que nos den sabiduría (ḥikma) y victoria (fatḥ) como Dawūd (as) y que nos haga vibrar con la creencia sincera y poder iluminar corazones como lo hizo con nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ.

Pidamos a Allāh, queridas hermanas y queridos hermanos, que el Mensaje (risala) sea nuestra guía y nuestro sostén en tan difíciles momentos. Que comprendamos, aunque sea una mínima parte, que el mensaje profético que se nos ha dado para hacer nuestra vida mejor y más plena en Allāh. Que comprendamos que el Mensaje no son letras yuxtapuestas sino vida plena, y que esa vida plena nos de a Allāh, el altísimo.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.