Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos pocas enfermedades hay tan crueles para el alma como la nostalgia. Lo vemos a diario, deseamos otros tiempos, otras personas, otras acciones, otros mundos distintos al que vivimos y en el que, diariamente, hacemos nuestra adoración (‘ibada). Es un mal que afecta al ser humano porque se suele encadenar con el deseo, un deseo vacío que cree saciarlo, pero lo que hace es hundirlo.

El acto de añorar compulsivamente otra cosa distinta a nuestro presente, el que Allāh el altísimo ha puesto para nosotros es tan común que a nadie le extrañaría, aunque nos duela. No somos consciente de su significado, de esa enfermedad ni del vértigo que nos causa. Dejamos que pase, que nos domine, que nos ciegue y confiados erramos perjudicándonos a nosotros y a los demás.

La nostalgia es el opuesto de la taqwa (la conciencia frente Allāh). Mientras que el vértigo de la taqwa es al presente de la insondable (quddusiyya) realidad de Allāh, el vértigo de la nostalgia es al fue y al pudo ser olvidándose de la trascendentalidad y centrándose en el pasado. Pero un pasado desvirtuado por la mente que, imperfecta, dicta una falsa sensación de confort frente a la realidad absoluta. Es un pasado mental no real.

Hay quien lo entiende como una vía de escape ante la gravedad del presente, del aquí y del ahora. Hay quien lo entiende como una forma de construir una cómoda ficción y arraigarse a otro tiempo. Hay quien lo entiende, inconscientemente, como desoír el mandato que Allāh, el altísimo, ha dictado con su qadr para nosotros. La nostalgia es una forma de engañarse, de creerse que podemos cambiar la realidad y no someternos a ella. ¡Vano es todo esto! Porque es el Señor quien dispone, ejecuta y crea. Y nosotros poco podemos hacer, sino caer en tawakkul y dejarnos llevar. Que se nos de fuerza para aceptar su voluntad y decir ¡alḥamdulillāh! (¡que alabado sea Allāh!).

No es malo ser frágil, lo malo es negar la fragilidad para crear una falsa armadura de cristal aún más frágil y que si se rompe puede cortarnos. Y el corte es en nuestro corazón, un dolor más profundo que cualquier dolor físico. La nostalgia atraviesa nuestro corazón, nos da ira, dolor, rabia, impotencia… Nos aleja vertiginosamente de los nuestros para encerrarnos en nosotros, en nuestra fantasía. Nos convierte en majdhūb (arrebatados), presos de nuestra imaginación e incapaces de volver a lo cotidiano.

No temamos a que Allāh transforme nuestras vidas, no temamos a encarar el absoluto pues somos descendientes de Adam (as) y a él se le prometió la regencia de este mundo. Temamos a la falsa permanencia, a los sólidos castillos ideas y a nuestros egos petrificados. Porque, queridas hermanas y queridos hermanos, nada permanece excepto Allāh, que exaltado sea su nombre.

***

Una vez sabemos que nada permanece excepto Allāh, renacemos. Se produce en nosotros un cambio y una seguridad. Sería infantil y atrevido decir que entonces somos creyentes, más bien habría que decir que somos algo conscientes. Una consciencia que solo se arraiga en nosotros tomando los ejemplos que Él nos ha dado a lo largo de la tradición que vivimos.

Falsamente hacemos que esa tradición se haga pasado. La museificamos y pierde vida. La asfixiamos y la convertimos en libros, dichos y leyes, cuando debería ser experiencia cotidiana, facilidad y alegría. Un espacio donde no cabe la nostalgia, pues esta es vencida por el agradecimiento (shukr), la vida (hayat) y la alegría (farah). Cuando asumimos estas tres virtudes, Allāh detiene el tiempo y nos hace eternos.

Queridas hermanas, queridos hermanos Allāh es el tiempo (waqt). Y así rige el mundo. Y nos rige a nosotros, aunque esto se nos escape a veces. Pensad en esto y os daréis cuenta del valor que tiene. De cómo la nostalgia solo triunfa si la dejamos, pero no lo hace si recordamos (dhikr) la grandeza de Allāh.

Allāh vence a la idolatría (shirk) que la nostalgia supone. Es un ídolo de un tamaño desproporcionado en nuestro corazón que, sin embargo, está completamente aceptado. En nuestro mundo los ídolos ya han dejado de ser becerros dorados y se han convertido en pequeñas actitudes que alabamos. La nostalgia se alía con el deseo y este nos oscurece el brillo del corazón con tristeza. Y desafortunadamente, en mayor o menor medida, todos caemos.

Solo hay algo en este mundo que puedo aclarar ese oscurecimiento y es la luz (nūr) del profeta Muḥammad ﷺ que como dicta la tradición atraviesa el denso vacío de la presencia de Allāh y dándonos su conocimiento (marifa) profundo a nosotros, humanos.

El Profeta ﷺ fue un ser que supo que no cabía la nostalgia. En su vida gano y perdió cosas, fue elegido por Allāh para encabezar una renovación del mundo, recibió el peso de la revelación y, por último, construyó esperanza en los corazones de muchas personas. En ningún momento anhelo ni tuvo nostalgia, no cabía el pasado para él, solo había presente.

Y es porque el islam, la adquisición de la paz (salām), nos exige someternos al presente real. No valen mundos paralelos, no valen escapismos ni ilusionismos: se nos exige compromiso con la realidad, aunque no nos guste es nuestro deber. Solo así se derrota al ídolo de la nostalgia, aquel que nos quita el sueño, el que encadena nuestras vidas.

Queridas hermanas, queridos hermanos me fascina este último punto. No soy quien para romper ídolos, pero si os aconsejo que con la luz y el optimismo muḥammadiano os desatéis las cadenas y que con sinceridad pidáis al Altísimo que se alejen esas ataduras de vosotras y vosotros. La victoria sobre la nostalgia solo llega viviendo plenamente con paz (salām) y conciencia (taqwa), fuera de eso es difícil sobrevivir.

Pidamos a Allāh vivir plenamente consciente de lo que ha dispuesto en su creación, en cada momento y con la máxima apertura.

Pidamos Allāh que nos inunde de bendiciones a todos los seres humanos.

Pidamos Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino, y enfrentarnos a los ídolos y cadenan que brotan en nuestra vida.

Pedimos Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación.

Pedimos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pedimos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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