Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Un punto central de nuestra vida, queridas hermanas y queridos hermanos, es la ‘ibada, esos actos prescritos por Allāh en nuestro día a día. Allāh nos invita a vivir con acciones de conciencia superior cada día, cada momento, en distintas intensidades y momentos. Estos son los actos que nos construyen como creyentes y que, con sinceridad, nos elevan hacia el Altísimo.

Este servicio —uno de los múltiples significados de la raíz ‘ayn-bā-dal— pensamos en principio que es exclusivamente para Allāh cuando en realidad es para nosotros mismos. Un servirnos a nosotros mismos en tanto la ‘ibada está hecha para nosotros y, al mismo tiempo, nos permite (re)conocer a nuestro Rabb (Señor), a Allāh. Con ella reconocemos (‘arf) la realidad (ḥaqīqa) que nos es dada. Por eso, los actos de ‘ibada no son simples acciones sino que en ellas —como en todo ritual sincero— se guarda un símbolo que corresponde a cada uno interpretar y vivir. Si no hay vivencia esa ‘ibada es vacía, sin sentido y frágil. ¿Qué interés podría tener para nosotros?

La ‘ibada, como la comunidad, debe comenzar en uno mismo y, posteriormente, saltar al plano de lo público. Primero debemos construirnos nosotros mismos como siervos (‘abudūn) humildes para luego servir con conciencia (taqwa) al Altísimo. Y por esa simple razón, todos los tratados fīqh anteponen la purificación (tahara) previo paso ‘ibadāt porque preparan nuestro cuerpo (jizb) y nuestra intención (nīya) para la fuerza y la trascendentalidad que va a ejercer sobre nosotros la ‘ibada.

Acaso, queridas hermanas y queridos hermanos, ¿nos podíamos a imaginar que significaba esa ‘ibada? Acaso, ¿somos conscientes de lo que se mueve en otros planos de la realidad cuando nuestra ‘ibada se ejecuta?

Pensemos que para Allāh su ‘abd (siervo) por excelencia era el Mensajero ﷺ porque no solo portaba su palabra o le servía simplemente, sino que vivía esa palabra y sus acciones iban destinadas a conocerle. Y esto da una fuerza y un sentido enorme a nuestras acciones. Por eso, seguimos la Sunna porque es ‘ibada viva, porque es conocimiento de Allāh, el Altísimo. El objetivo de seguir la Sunna del Profeta ﷺ como la del resto de Profetas (as) es vivir la ‘ibada plenamente y con la conciencia que el mandato no es aleatorio sino profundo, enraizado en nuestro día a día. Dice Allāh, el altísimo, en el Corán:

Y hay para aquellos que rechacen a los falsos dioses y vuelvan hacia Allāh hay buena nueva. Una brillante alegría sea para aquellos que escuchan lo que decimos y siguen lo que es mejor. A esos son los que Allāh ha guiado, ellos son la gente de corazón sabio. (Corán 39:17-18)

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Queridas hermanas, queridos hermanos terminamos la primera parte con dos aleyas contundentes. Dos aleyas que nos invitan a reflexionar sobre la ‘ibada de una forma más profunda. Ambas nos llaman la atención acerca de los significados de apartarse de aquellos falsos dioses (Taghūt) que simbolizan las distracciones, la propia ghafla (olvido) de Allāh y la frágil creencia en el poder fuera de Allāh, el Altísimo. Por otra parte, se nos advierte que si nos apartamos de eso y, a través de la ‘ibada, volvemos a Allāh se nos dará una buena nueva, algo bello (bashir). Una brillante alegría lo traducía en su reiteración porque el encuentro con la ḥaqīqa, en el dunya (mundo material), es brillante y bello. La ‘ibada hecha con conciencia (taqwa) y entrega es bendición, es un abrazo de Allāh. Si no lo hacemos así sentiremos el vacío, el desasosiego y el amargor de una acción sin fondo.

Y a continuación se nos dice que a esos son los que Allāh ha guiado, ellos son los que tienen un «corazón sabio» (al-albab). Un bello juego de palabras porque el lubb es el corazón profundo y, al mismo tiempo, el intelecto verdadero. No la simple razón (‘aql) sino esa sabiduría que emerge de Allāh y se filtra en nuestro corazón y tan benéfica nos es cuando hacemos ṣalāt (oración) a lo largo del día o salawats sobre Sayyidina Muḥammad ﷺ; o cuando entregamos una sadaqa o la zakāt purificando nuestros bienes o, incluso, cuando nuestras acciones son buenas y tienen la nīya (intención) hacia el Altísimo. Es el corazón el que recibe esta energía sabia, el que sabe que hemos sido bien guiados, el que nos hace seguir aferrados a Allāh. Y aferrados así comprendemos que su dictado es el mejor. La ‘ibada es la profundidad de la vida manifestándose para nosotros. Apaga nuestro fuego interno y por ello, ante un ‘abd el Shaytan no tiene nada que hacer (Corán 17:65) y seguirá el recto sendero (Corán 15:39-42).

La ‘ibada es un tesoro secreto para el creyente que solo es revelado si este tiene humildad y actitud. La ‘ibada es profundamente interior, personal, privada y ha de ser protegida frente al espectáculo, la moral de masas y aquellos que juegan con los creyentes, pues en suma se está jugando con la parte más íntima del creyente, con un estado de pureza y entrega en el que cualquier distracción puede destruir un trabajo sincero. Nadie debería entrar y apropiarse de la experiencia profunda del creyente, al revés, deberíamos aspirar a ser de «la gente de corazón sabio».

El Profeta ﷺ era de esta gente, vivía de corazón, ayudaba a apagar los fuegos internos con raḥma (misericordia potencial), con ‘adl (justicia) y con ‘ibada. Su entrega era sincera y enseñó a otros, entre ellos a nosotros siglos más tarde, a vivirla, a servir a Allāh y a servir a los otros. Nosotros solo estamos aquí para servir a los demás, para guardar la creación y reconocer la creación de Allāh, el Altísimo. Ese debería ser nuestra actitud y así se la pedimos con el corazón sabio, con la humildad plena y con la creencia sincera. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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