﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Queridas hermanas, queridos hermanos parece que el momento actual que nos ha tocado vivir tiende a desunirnos. Potenciarnos a nosotros, a nuestro ego (nafs), a identidades unívocas, a un vacío existencial en el que parecemos unidos entre nosotros, pero alejando al otro, a costa de aislarnos a nosotros mismos. A hacernos olvidar que el mundo no es sino para la raḥma de Allāh, que sus nombres sean exaltados, representada por el ejemplo de su Mensajero ﷺ para esta creación.
Nuestro mundo nos encierra en nosotros mismos y falsamente creemos que todo termina ahí. Estamos sin capacidad de comprender que Allāh tiene designios ẓāhir (lo evidente) y el bāṭin (lo oculto). Y nuestro entendimiento es tan limitado, que estamos fuertemente sobrepasados por la realidad. Y ser sobrepasado por la realidad (ḥaqīqa) de Allāh sin taqwa (conciencia) solo lleva a la incomprensión. Por eso, me gustaría dedicar la khutba de hoy a comentar una aleya del Corán que trata sobre este tema y que es importante para todos, esta que dice:
Y aferraos todos juntos a la cuerda de Allāh y no os separéis. Y recordad el favor que Allāh a vosotros os otorgó cuándo erais enemigos os reconcilió y por su favor os hizo hermanos. Cuando estabais al borde del fuego Él os salvó. Así muestra Allāh sus signos, así, quizás, seáis bien dirigidos. (Corán 3:103)
Una aleya que tiene un mensaje revelador con varios puntos de inflexión muy poderosos de los cuales, quizás sea, la primera parte una llamada de atención para el tema que nos atañe. Pues es de ese reconocimiento del mundo, de esa aceptación de la raḥma al-‘alamīn como principio motriz de la creación y de la idea de «unirse juntos» o en comunidad (jamī‘an) —como también podría traducirse— en esa «cuerda» (ḥabbili) tan simbólica que despliega un poder simbólico en tanto es promesa, un pacto o la vela yugular que permite la vida. Todos estos significados no pueden existir sin la unión sin fisuras, sin la conciencia necesaria de que no puede romperse. De ahí se infiere el resto del mensaje, de ahí emana el auténtico poder de esta aleya. Una verdadera unión solo es posible si se trata dentro de un sistema no de elementos con una escasa cohesión. Y ese sistema solo funciona si tras él opera la raḥma de Allāh, el Altísimo.
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Todos hablan de comunidad, pero pocos la comprenden. Todos quieren dominarla, pero pocos vivirla. Este planteamiento que se ha politizado e ideologizado en exceso aleja la idea de sistema —en el cual todos elementos tienen un papel estructural para su supervivencia— que es lo que se aprecia en el mensaje de la Revelación.
Por eso, la aleya antes mencionada tiene un rol capital y de peso en esa línea. Nos presenta un enorme desafío para todos nosotros porque rápidamente nos ponemos a pensar de modo político y no de modo espiritual. En vez de sentir la importancia que tiene, o que presenta, la comunidad sentimos la necesidad de dominarla, de conducirla y someterla y no comprendemos que un sistema debe ser homeostático, es decir, que se autorregule adaptándose a cada situación.
Es el creyente el que tiene que sentirse pieza del sistema desde su experiencia con Allāh, el Altísimo, a través de la vivencia plena y sincera de la Sunna y la experiencia muḥammadiana. No hay otro camino, al menos, en nuestra forma de comprender la revelación sino comprender el rol que tuvo el Profeta ﷺ y que nos legó a nosotros. La plena aceptación, la comprensión de que es una experiencia única, el respeto y la intención son el paso previo para poder exteriorizarlo. De lo subjetivo pasamos a lo objetivo, del corazón cuerdo (qalb) pasamos a la acción (‘amal).
Cuando la aleya lanza su mensaje en el primer verso, inmediatamente se hace que el receptor reaccione y medite. ¿Sinceramente obras bien? ¿Juzgas con justicia? ¿Piensas con cordura? Queridas hermanas, queridos hermanos, quizás no nos acordemos cuando nosotros fuimos enemigos, aunque fuere por un segundo, y fuimos incluidos en la raḥma de Allāh. Quizás no recordemos cuando el fuego (nār) invadía nuestro pecho y Allāh lo hizo cesar. Quizás no recordemos cuando nos perdimos y Allāh envió al Guía (Al–Hady) ﷺ para rescatarnos del olvido. ¿Acaso Allāh, el Altísimo, no está más cerca de nosotros que nuestra vena yugular?
Construir comunidad no significa una sociedad perfecta, ni un mundo con una opinión monocroma, ni dogmas ni ortodoxias. Significa aferrarse a la revelación, vivirla con conciencia y tener raḥma con humildad. Mano tendida y firme, para poder aferrarse si notamos que caemos, y confianza que los otros son como nosotros. En una comunidad real no hay espacio para el miedo, ni para los charlatanes, ni para los mentirosos.
En estos momentos que todo tiene un precio ideológico, que todo puede comprarse y venderse, es el favor de Allāh el que nos fortalece como creyentes y, solo cuando lo asumimos, como comunidad. Por eso dice Allāh, que alabado sea, «no os separéis», «no os dividáis». Que la identidad sea una, que la creencia sea sincera, individual pero que pueda reconocerse en su profundidad (‘arf) y así reencontrarnos todos sin etiquetas, sin disfraces y sin palabras fugaces.
La comunidad construida en torno a la cuerda que nos tiende Allāh (ḥabbl) es la que única que sobrevive al tiempo (waqt), a las costumbres (‘urf) y al olvido (ghafla) porque en el fondo lo único que queda es Él, que exaltado sean todos sus nombres. Todo lo demás es arena en un día de viento.
Quiera Allāh darnos fuerza para llegar aún más lejos, a pesar de la cercanía, y aferrarnos a aquello que nos ha dado. Que sea su raḥma nuestra fuerza y la Sunna de su más amada criatura ﷺ nuestra guía. Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq). Amen
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.