Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos, si la semana pasada hablábamos de la comunidad como estar juntos hoy lo haremos del adab dentro de esa unión comunitaria. Y creedme, no es un tema ni simple ni sin importancia. Al contrario, supone un punto central para el creyente (mu’min) pues muchas veces tenemos la pulsión de imponernos, de creer firmemente que estamos en posesión de la verdad (ḥaqq) cuando esta solo pertenece a Allāh, al Verdadero (al-Ḥaqq).

Creemos, a menudo, que tenemos la verdad y sin darnos cuenta de nuestra fragilidad corremos a imponer nuestra limitada visión a otros, a nuestra propia comunidad. Ni si quiera advertimos porque Allāh, el altísimo, ha querido que fuésemos diversos, distintos. Si algo debilita al ser humano es su deseo de control, de un califato mal entendido. Porque el ser humano ni es más ni menos, solamente un vigilante y entre iguales debería saber que esas funciones deben estar muy equilibradas.

Allāh, que exaltado sea su nombre, en el Corán llama a la mesura de la acción, al equilibrio, al conocimiento mutuo y sobre todo la conciencia (taqwa) de su creación. Nosotros debemos asumir todo esto para que unidos podamos comprender profundamente el mundo en el que vivimos. Y aunque esto parezca, a priori, metafísica es más real de lo que nos imaginamos. Así, Allāh, el Altísimo, dice en el Corán:

Sois ciertamente la mejor comunidad que haya sido jamás suscitada para la humanidad: disfrutáis de aquellos que merece ser conocido y advertís sobre lo perjudicial y creéis en Allāh. Si la gente del Libro se aferrara a esto les iría mejor, pues entre ellos hay creyentes y otros tantos que desobedecen (Corán 3: 110).

Esta aleya complementa a la de la semana pasada para poder construir una unión mucho más consciente y real entre los diferentes creyentes. Es un llamado a la pluralidad y a la no designación de un grupo exclusivo. La comunidad (ummah) es, al final, la manifestación profunda de los creyentes. De aquellos que gozan de lo que merece ser conocido y advierten sobre lo perjudicial reconociendo a su creador, pues hipócritas y desobedientes hay en todos los lugares. La creencia y por ende la construcción de la comunidad solo se puede dar desde las premisas antes dada, la comunidad de creyente es la que conoce y reconoce —el sentido profundo de la raíz arf— la creación y su diversidad.

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Al entrar en las implicaciones morales y sociales de esta aleya nos damos cuenta de que representa una llamada al adab del creyente, como decíamos antes. Se dispone desde esa premisa del conocer y el reconocer, del traer al presente a Allāh y de usar lo moral como un elemento no de discriminación sino de perfeccionamiento.

El valor de la privacidad del corazón es central. Ni el islam ni la Sunna del Mensajero ﷺ invitan a las confesiones públicas, ni a la policía de la moralidad, ni a manifestaciones de lo que se cobija en el corazón. Al contrario, tiene muy en cuenta que la purificación (tazkiyya) del corazón (qalb) es igual de privada que la purificación del cuerpo físico. Igual que nadie nos ve haciendo ghusl, purificando nuestro frágil cuerpo desnudo, nadie debería vernos purificando nuestro corazón, doblegando al ego. El riesgo es el juicio moral inmediato, cruel y sin sentimiento.

Gozar del reconocimiento de la creación es algo que podemos intentar compartir sin coaccionar al otro. Advertir de lo perjudicial, a través de un consejo de la experiencia, es algo que podemos hacer sin dañar el corazón del otro. Vivimos con el otro, compartimos, pero no podemos violar su privacidad y sus sentimientos. Sin embargo, nuestra nīya (intención) es nuestra, es nuestro tesoro. Y los tesoros no se muestran porque es ostentación.

Creer en Allāh es reconocer nuestras limitaciones y nuestras imperfecciones como seres creados. Es aferrarse a la grandeza frente a nuestra fragilidad. Por eso, aparece como colofón tras la moral, pues lo importante de Allāh es que engloba todo a no ser que lo rechacemos con conciencia, a no ser que nos apartemos y no reconozcamos. O peor que fijamos reconocer y acercarnos cuando nuestro corazón está vacío habiendo perdido el símbolo que nos hace creer. Solo con moral pero sin ma‘rifa (conocimiento profundo)

El riesgo de esta actitud es la hipocresía moral que describe el final de la aleya y por eso se hace en plural: La gente del Libro. Podría haber sido más lógico hablar de los musulmanes, sin embargo, el Corán exhorta a toda la gente del libro para deshacer la idea de pueblo elegido. La Ummah no es un sujeto político son creyentes que, en su privacidad, han decidido compartir los valores que exalta la aleya: reconocer lo bueno, advertir del riesgo y aferrarse a lo trascedente aún su razón no lo alcance. Los hipócritas cuantifican el peso moral frente al corazón, algo que solo juzga Allāh.

Imaginamos, queridas hermanas y queridos hermanos, que esto es realmente complicado en nuestros días tan llenos de vacío y ruido. Por eso, se hace necesario guardar la creencia y la privacidad como si fuese un tesoro. Hagamos gala de ese derecho a la privacidad del corazón que nos ha dado el islam y brindémoslo a todos los que podamos. Y que, protegidos ya que es el fin último de todo esto, podamos vivir con la sinceridad de responder ante el Altísimo felices de haber sido consecuentes. Anhelamos el khayr y es tan sencillo obtenerlo siendo sinceros y conscientes. Quiera Allāh dárnoslo, a través del ejemplo de su amado Mensajero ﷺ, y nos haga unos dignos guardianes de su creación para que podamos ayudar a reconocer a otros sin juzgar sus corazones que no podemos conocer. Quiera Allāh que aprendamos a protegernos y a aferrarnos al mensaje que nos ha revelado. Amen

Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.