Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos volvemos a meditar y a comentar, tras la fiesta de Ashura, la selección de los cuarenta hadices que Shah Waliullah nos legó, engarzando las bellas palabras del más perfecto de los Mensajeros ﷺ en una preciosa guirnalda de conocimiento. Cuanto más leemos este libro más acertadas aparecen estas pequeñas gemas que dispuso nuestro Profeta  ﷺ y que se revelan como un océano de significados. Quiera Allah guardar a Sayyidina Muhammad ﷺ con Su azalá y Su salam y a Shah Waliullah manteniendo vivo su recuerdo y que Su ni‘ama sea con él.

El hadiz de hoy, proveniente del Sahih Muslim, es un tanto especial pues toca nuestra vida más cotidiana, yo diría que casi lo vivimos cada día:

لَا یَحِلُّ لِمُؤمِنٍ اَنْ یَّجُهْرَ أخَاهُ فَوقَ ثَلَاثَةِ أیَّامٍ

Lā yaḥillun limū’min ān yajuhra ākhāhu fawaqa thalāthati āyyāmin

No es lícito para un creyente estar enfadado con su hermano más de tres días.
(Sahih Muslim, 2561)

Queridas hermanas, queridos hermanos deberíamos pensar en esta frase. ¿Cuántas veces nos enfadamos? ¿cuántas veces no estamos de acuerdo? e incluso ¿cuántas veces hemos sido víctimas de una mala acción y nos queda resentimiento? Nuestra habitual reacción es la del enfado, la de la ira y la de la venganza. Sin embargo, Sayyidina Muhammad ﷺ, en su habitual mesura nos invita, como siempre, a la reflexión profunda sobre dónde estamos y qué hacemos.

Y es que en ese sentimiento no habla nuestro corazón, sino nuestro ego (nafs), que triunfante intenta protegernos del dolor, de la realidad, de aceptar los errores y del perdón que a veces tanto duele. Es lógico que el nafs quiera protegernos, pero no puede dominarnos. Todo nuestro din pacificado es una invitación profunda a recordar exclusivamente a Allah como Altísimo y a desasirnos, en su justa medida, de lo demás. Por eso, nuestro amado Profeta ﷺ nos invita a que por tres días reine en nosotros el nafs, pero que después lo despidamos y volvamos a reconciliarnos con aquel que fue herido o nos hirió.

Suena difícil en un mundo donde los egos son dominantes, donde el poder es el principal deseo y donde el victimismo nos contamina como si fuese una bacteria. El ejercicio de humildad (khushu) del creyente sincero es aceptar que los estados son transitorios y que solo permanece Allah, Altísimo. Si Él, Bello y Majestuoso, permanece ¿qué razón habrá para seguir guardando rencores y odios? Astagfirullah al-‘Azim al-ladhi la ilaha ila Huwa Hayyul Qayyum.

***

Alhamdulillah a Aquel que nos trae de la más absoluta oscuridad a la luz más luminosa. Queridas hermanas, queridos hermanos, tenéis que saber que este hadiz que ocupa la khutba de este viernes habla también de nuestros corazones. ¿Os habéis preguntado por qué tanta gente sufre de un corazón oxidado, llena de insana herrumbre? ¿por qué sus corazones están oxidados por odio? ¿por qué sienten que mueren en vida? Esos son las peores enfermedades y males del siglo XXI.

Es por esto por lo que Sayyidina Muhammad ﷺ nos cuenta con tan pocas palabras, pero tan incisivo como la hoja de una espada afilada. Los corazones necesitan ser purificados igual que nuestros cuerpos. El pedir Allah que nos haga olvidar (ghafara) es uno de los métodos, el dhikr con Su recuerdo es otro y, por último, el reconciliarse es el último y el que denota el sentido de la hermandad.

Decimos, desafortunadamente, con mucha ligereza que aquel o aquella son nuestro hermano o nuestra hermana, pero en realidad no sabemos lo que decimos. Hermanos somos cuando compartimos quibla, salam y sujud postrando nuestro cuerpo ante el Altísimo, cuando tras una desavenencia volvemos a reencontrarnos dándonos un bello abrazo.

Ese abrazo se vuelve una prescripción legal después de tres días, tres días para reflexionar, para enfriarnos y tender nuestra mano y nuestro corazón. Ahí juega un papel muy cierto el silencio en el que nos oímos nosotros, pero también oímos a Allah, el Altísimo. Y, por eso se dice que no es lícito (la yahall) que un creyente esté lleno de rencor ni ira hacia otro creyente, pues en cada azalá pedimos que Allah, Altísimo, nos hagan olvidar nuestros errores. Y en ese silencio del sujud Allah escucha y concede, mas si Él, Altísimo y Poderoso, lo hace ¿cómo no hacerlo nosotros?

Así que en silencio reflexionemos sobre a quién le hicimos daño o quién nos lo hizo a nosotros y desde ahí, en máxima humildad pidamos la ayuda de Allah. Una vez sintamos nos sintamos purificados por Su luz, avancemos hacia esa persona y démosle un abrazo profundo y sincero. Desde esa humildad pidamos o aceptemos el perdón. Si una lágrima o una sonrisa surge habremos hecho un buen trabajo. Así seremos portadores de la Sunna de la reconciliación.

Quiera Allah hacernos gentes de la reconciliación. Quiera Él, Altísimo, mantener nuestros corazones brillantes como la plata y alejados la herrumbre que carcome nuestra vida. Quiera hacernos dignos de la Sunna del perdón y del olvido para con nuestros hermanos y enemigos. Quiera Él, Bello y Majestuoso, hacernos humildes. Quiera Él ayudarnos a doblegar nuestros impetuosos nafs para que sean un aliado contra el Shaytan. Quiera Allah, Poderoso y Sabio, darnos la buena guía en este mundo mundano y en el que ha de venir. Quiera Allah darnos Allah. Amén.

Así, pidamos a Allāh, Altísimo, la luz de Su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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