Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos, en un tiempo de tanto ruido como el nuestro no está de más meditar sobre el silencio. El silencio es un gran desconocido para nosotros, tan saturados de información, tan esclavos de la palabra, tan dependientes de la grafía. Nuestro mundo es comunicación, pero pocas veces nos paramos a sentir el vacío, a oír el silencio. Dice el Corán

Y cuando oyen palabras vanas, se vuelven y dicen: «Sean nuestras acciones para nosotros, sean para vosotros las vuestras, ¡Paz sea sobre vosotros! Nosotros no buscamos a los ignorantes». (Corán 28: 55)

Puede pasar inadvertido en el Corán que se nos da el ejemplo del ayuno de palabras, aquel que experimentan Zakariyya y Maryam antes que la palabra (kalima) por excelencia irrumpa en sus vidas. Sinceramente, no fui consciente de esto hasta que no me puse a reflexionar sobre sura Al-Imran y sura Maryam. Por eso, quisiera poder transmitiros mis impresiones.

La historia de Maryam, junto a la de su tío Zakariyya, es la historia del silencio. Un silencio que sirve como paradoja ante la llegada de las dos palabras que habrán de preparar la venida de Sayyidina Muhammad ﷺ. Dos profetas de la palabra: Yahya, el que ha de vivificar la tierra con el agua, e ‘Isa, fruto de la palabra sellada. Tanto Maryam como Zakariyya provenían de un linaje sacerdotal que hacía mucho hincapié en la sabiduría y en el silencio. El Corán nos cuenta como Maryam pasó mucho tiempo en la cámara sagrada del templo de Jerusalén (mihrab), en silencio, donde era alimentada y sustentada por el Altísimo (Corán 3: 37). Una khalwa (retiro) necesaria, aún involuntaria, que marca su destino. La contemplación inspira a su tío Zakariyya a pedir un descendiente como ella:

Ahí, entonces, fue cuando Zakariyya imploró a su Señor, diciendo: «¡Mi Señor! Otórgame Tú una descendencia purificada y excelsa, Tú que escuchas a quien te implora». Así le exhortaron los ángeles mientras la azalá, con firmeza en la sagrada cámara del Templo, hacía: «Ciertamente, Allah te da la buena nueva de Yahya, que confirma que la Palabra procede de Allah. Y será noble, casto y profeta entre los justos». Él respondió: «¡Mi Señor! ¿Cómo habrá un hijo para mí, si la vejez me ha alcanzado y yerma es mi mujer?», a lo que se le dijo: «Así sea, pues Allah hace lo que Él quiere».  Él dijo: «¡Señor mío! ¡Muestra un Signo!» y se le dijo: «Sea tu Signo que, durante tres días, no podrás hablar con la gente excepto por gestos. ¡Recuerda a tu Señor en abundancia y alaba a tu Señor a la caída de la tarde y en las mañanas!».  (Corán 3: 38-41)

Un fragmento tan simbólico que volverá a repetirse (Corán 19: 10-11), pero que deja una idea fascinante: Es Yahya quien prepara el camino para ‘Isa, por eso a Zakariyya se le impone un silencio con la humanidad. Las palabras, el agradecimiento solo pueden ser durante tres días para Allah, un ayuno de palabras y discurso que preparan la llegada de una palabra mayor.

***

El silencio de palabras se le impone a Maryam después de la anunciación, aunque el texto coránico no nos deja duda de su praxis con sus retiros. Previamente, durante la anunciación (Corán 19: 16-22), se le revela la palabra a través de Jibril. Incluso ella intenta esgrimir su lógica, pero la palabra de Allah está más allá de toda lógica posible, pues es rahma. Por eso, se retira voluntariamente, protegiéndose, ante las miradas, los chismes y el exceso de palabras. Maryam acabará aceptando una situación que implica el sacrificio de tener que alejarse del mundo, un sacrificio que se hará más notorio en el parto, que es simbólicamente más que un parto físico:

Y el parto junto al tronco de una palmera le sobrevino y dijo: «¡Oh! Desearía haber muerto antes de esto… ¡Que todo sea olvidado con olvido!». Pero una voz, bajo ella, la llamó: «¡No te aflijas! Pues un arroyo bajo tus pies ha sido puesto por tu Señor y si sacudes el tronco de la palmera, sobre ti caerán dátiles frescos, maduros. Así que ¡come! ¡bebe! ¡que vuelva el gozo a tus ojos! Y aún si algún ser humano te viera, tú le dirás: «Yo he hecho, ciertamente, voto de silencio al Rahman. Hoy de palabras para cualquiera estoy ayunando». (Corán 19: 23-26)

Ante el deseo de morir, pero su muerte simbólica la transporta a un nuevo espacio que Allah prepara para ella. Se le impone ayuno de silencio, como a Zakariyya, y se le dispone precisamente un espacio que remite al Jardín del Edén: una palmera datilera, un arroyo bajo sus pies para que se regocije. Algo que coindice con las innumerables descripciones coránicas del Paraíso y el recuerdo de que Allah es el único que puede reconfortar al ser humano. En el Jardín ya no habrá discusiones vanas:

Reclinados en solios alineados, emparejados con bellezas de grandes ojos y a los que creyeron los reuniremos con su progenie. No negaremos ninguna de sus obras, cada persona será responsable de lo que hizo. Y les daremos frutas y carnes a su gusto, pasándose entre ellos un cáliz que no los llevarán a las palabras vanas ni a la vileza (Corán 52: 20-23)

Tras el nacimiento de ‘Isa, su familia le reprende con una vana conversación su supuesta inmoralidad, pero ella, aún en silencio, le señala al niño que se impone ante ellos revelando su naturaleza y la verdad que está en su profecía (Corán 19: 27-34). La palabra verdadera produce silencio y rompe las lógicas de los que dudan, de los cafres de manera rotunda. Ante las palabras vanas, lo mejor es el ayuno de silencio para que la verdad (haqq) se manifieste.

Quiera Allah, Altísimo y Poderoso, darnos el conocimiento y el valor de las palabras. Quiera Allah darnos el ayuno de silencio para conozcamos mejor Su Realidad. Quiera Allah que sigamos el ejemplo de los nobles Profetas. Quiera Allah que nuestras bocas no profieran palabras vanas y vacías. Quiera Allah que Sus palabras siempre estén en nuestra mente y en nuestras gargantas. Quiera Allah darnos Allah.

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.