Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Ahora que nuestros queridos hermanos cristianos celebran el nacimiento del amadísimo profeta Isa (as), nosotros no deberíamos perder tiempo para reflexionar sobre la figura de Maryam (as), su madre y un ejemplo para todos aquellos que nos llamamos creyentes.

Queridas hermanas y queridos hermanos la historia de Maryam (as) es una llamada de atención sobre como se manifiesta la revelación en nuestra vida cotidiana y como asumirla. Hablábamos la semana pasada del qadr, del poder de Allāh sobre nosotros, y no hay experiencia donde el qadr se manifieste más que en la historia de Maryam (as). Ser siervo (‘abd) de Allāh, el altísimo, implica necesariamente aceptar el peso de la revelación y que no sea algo extraño en nuestra vida, sino que sea real.

La figura de Maryam (as) es de las más complejas del Corán. Con un rol plenamente activo supone la transformación desde la intuición a la realidad de la presencia de lo más sagrado e insondable (quddusiyya). Un camino complejo que supone, a través de la natividad de Isa (as), la ruptura con lo social en la búsqueda de algo mayor, de la gestación, de la crianza de un Profeta, un profeta que es palabra de Allāh, el altísimo, tal y como lo llamaba nuestro paisano Ibn ‘Arabi (ra) en sus Engarces de Sabiduría.

Ella no es solo la vasija donde crece el profeta Isa (as), ella es la fuente vital. Ella aporta la raḥma para que existan las probabilidades de que la palabra se transforme en vida. De nuevo, Ibn ‘Arabi (ra) habla que Maryam es el agua de la vida que reblandece la arcilla para que moldeada surja vida. Es un don que Allāh, que exaltado sea su nombre, le ha otorgado.

Por eso, Jibrīl (as) actuando como voluntad pura de Allāh transmite la vida soplando sobre Maryam (as) –como explican los sabios Baydawi y al-Razi en sus comentarios del Corán– infundiendo el espíritu que entra en una persona que no solo es pura, sino que ha dedicado muchos años en purificarse y prepararse, inconscientemente, para tal misión (Corán 3:42).

Maryam (as) –el único personaje femenino al que el Corán dedica una sura– experimenta el vértigo de la realidad absoluta, de la revelación más profunda en su propio cuerpo. Ella que es pura taqwa (conciencia de Allāh) se retira a Oriente –clara metáfora de la búsqueda de la luz– apartándose de la incomprensión de su familia, de las ortodoxias del templo donde creció (Corán 34:13) bajo la guía de su tío Zacarías. En ese estado de retiro, de purificación, es donde nace Isa (as) quien está llamado a ser uno de los profetas más importantes de todos los tiempos.

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Queridas hermanas, queridos hermanos la amada Maryam (as) es una figura con un poder de protección enorme, un ejemplo olvidado intencionadamente porque las tradiciones patriarcales le han reservado un rol secundario, pasivo. Y, sin embargo, muchos no son capaces de ver el potencial de protección cotidiana que guarda su figura. Su comportamiento no se alejaría de el de una mujer de poder del origen de los tiempos, que se protege contra lo agreste, contra lo violento y que, sin embargo, al reconocer lo que es superior se deja poseer por la maravillosa violencia del absoluto representada por Jibril (as).

Su poder radica en su contención, en su protección, en el conocimiento de la profundidad del ghayb (lo oculto). Un mundo que no se puede mesurar, pero en el que se debe de creer. Eso es taqwa, conciencia de Allāh, que es sentir la inmensidad de la creación y saber donde está el límite.

En el Corán se dice, de forma explicita, que María se protegió (ijāban) de su entorno yéndose a un lugar oriental (Corán, 19:16). Además, en este divino texto, se muestra otro momento clave, puesto que cuando vio al mensajero (Gabriel) en el momento de la anunciación, exclamó la fórmula: “Yo me refugio en el matricial (raḥmān) contra ti, si tienes taqwa(Corán, 19:18). Ésta es una formula de exhibición del poder de María frente a lo desconocido, invoca la protección de lo telúrico (el nombre de alraḥmān tiene según André Chouraqui un sentido de matricialidad). Así, en el Corán a María no se la presenta como un ser pasivo o sumiso, sino como una mu’mina, una mujer con taqwa que no dudará en usar las armas que le ha concedido su rabb (señor) para defenderse de lo hostil, de lo desconocido desde la profundidad de lo real.

Por último, en este episodio de la sura Maryam se nos dice que tras concebir a Isa (as), ella se marcha con él a un lugar remoto (Corán, 19:22), y es que las protecciones que realiza María en el Corán siempre son físicas. incluso la de la exclamación contra el mensajero es física, puesto que es verbal e invocando de forma explicita el poder telúrico de Allāh, y por ello es vibracional/energético. Los poderes de protección de María no le son revelados por el ángel, María parece conocerlos muy bien y la revelación actúa como purificación (Corán 3:37) y como recepción de la kalimat Allāh (palabra de Allāh), más allá de revelar quien es ella misma. Es un asunto de reconocerse.

La protección de María es contra lo desconocido, contra la desestabilización de lo real, aunque no contra el hecho de su misión. Al igual que Balqis (ra), la reina de Saba y esposa del Profeta Sulayman (as), o Hajar (ra), ella reconoce cuando comienza la revelación porque la posesión que forma parte de su experiencia biológica y social. La violencia de la revelación no es el peligro, sino el encuentro con lo absoluto, con lo desbordante (fayḍa). Superado eso no hay ninguna situación ni murmuración social que pueda dañar la realidad y el mandato que Allāh ha marcado sobre el mundo. Un mandato que es siempre lo mejor para todas nuestras vidas.

Queridas hermanas, queridos hermanos no hay mejor ejemplo que ella para cualquier creyente sincero. Aceptar la realidad, ponerse en tawakkul (confianza plena) y con una sinceridad desbordante es lo que aprendemos del episodio Maryam (as). Sin ninguna expectativa ni apego nuestro camino debe proseguir hasta el absoluto, hasta finalizar el mandato que nos ha sido otorgado. Por eso, pedimos que Allāh abra nuestro corazón y nos ayude a aceptar nuestra vida a través del ejemplo de Maryam (as) con raḥma, sinceridad y protección.

Pidamos a Allāh salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh ser purificados para recibir su mandato con la mayor alegría y disposición, a fin de que podamos beneficiar a los demás.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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