﷽
Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Queridas hermanas, queridos hermanos en las khutbas anteriores hablábamos del Qadr, ese poder con el que Allāh, el altísimo, rige nuestras vidas. Un poder que no denota, de ningún modo, una sensación de predestinación o fatalismo. Y es que el islam, tal y como nos es contado por la tradición, no debería haber destino fatal, sino que sobre elementos decretados por el Altísimo hay, necesariamente, un margen para vivir nuestra plenitud.
Aquellos que no conocen el islam en profundidad sienten que nuestro camino vital es asfixiante, en el que somos esclavos de un dios que nos tiraniza y para el que vivimos sin poder disfrutar de este mundo… ¡Cuan equivocados están! Pues el islam es apertura, es conexión con la creación y con los sentidos, es alabar las maravillas que al-Raḥman ha puesto para nosotros. La actitud de un creyente sincero debe ser comprender la complejidad que se amalgama en la unicidad y darse cuenta que se es, tan solo, una pieza de un enorme engranaje lleno de signos.
Vivir no puede ser de ninguna forma asfixiarse, vivir es expandirse a través de esos signos que Allāh, que exaltado sea su nombre, ha puesto a lo largo de toda su obra y sus mensajeros (as), y muy en especial nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ, se esmeraron en mostrarnos a nosotros. Vivir es un trascender los límites del intelecto (‘aql) para entregarse al saboreo (dhawq) de la realidad que se presenta ante nosotros.
La realidad que percibimos no es rígida como una roca, sino que es dúctil como el barro que mezclada con la baraka de Allāh, ¡que alegoría podríamos hacer con la bendita agua!, para hacer de nuestra vida algo dinámico. Así, se cumple la idea de khalq al-jadīd (creación dinámica) hasta en lo más cotidiano, pues queridas hermanas y queridos hermanos nosotros construimos nuestra vida con las pautas que Allāh, el altísimo nos ha dado. Y no debemos olvidar que tenemos una herramienta maravillosa para hacer eso: el du‘a.
El du‘a es uno de los mayores regalos que se nos han concedido y uno de los mayores que nosotros podemos tener. El poder del du‘a radica en que es capaz de inscribirse entre los márgenes del decreto de Allāh, apelando a su divina misericordia creadora (raḥma) hasta tal punto que podemos sentirnos dueños de nuestras acciones. Es ahí donde entra la Sunna de nuestro amado Mensajero ﷺ puesto que es la que hace que esas acciones sean equilibradas y correctas, y que en ningún momento perdamos el control. El creyente sincero toma los ejemplos que Allāh ha mandado y lleno de taqwa(conciencia) sonríe porque se sabe al borde del precipicio, pero con unas vistas plenas de la belleza más sublime.
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El du‘a –según revela su raíz trilítera en los antiguos tratados etimológicos– es el acto de pedir, de anhelar, de invocar, de llorar pidiendo, de invitar e, incluso, de succionar. Tal y como el niño anhela la leche del pecho de su madre, el creyente pide a Allāh evocándolo, llamándolo que le nutra con el bien, con una acción que sabe que, en su corazón, es la mejor para él. El du‘a es una acción petitoria tan antigua como el ser humano y, sin embargo, es tan cotidiana como el respirar.
A la vez, la raíz cercana y, casi, hermana de dal-‘ayn-waw es dal-‘ayn-‘ayn y cuanto debería sorprenderos pues el significado de esta es expulsar, repeler, tirar con violencia, enterrar, corromperse. Todo lo contario al du‘a pues el solo cambio de una letra en la trilítera la waw por la ‘ayn hace que descienda la bendita raḥma en vez de ser repelido y no comprendido. Eso es lo que hace el du‘a ante el mundo, un cambio de letra, un cambio de fonema es tan cósmico atrae las bendiciones en vez del rechazo y la corrupción. Alḥamdulillāh que se quiere lo mejor para los creyentes… Y me fascina como todo eso se imprime en el lenguaje que usamos.
Ser consciente de todo esto, queridas hermanas y queridos hermanos, es algo muy necesario. ¿Cuántos du‘as hacemos en una semana? Pensadlo… En mi caso yo pido mucho, pido hasta que me duelen las manos y no me canso. ¡Es tan maravilloso que Allāh, el altísimo nos de esta posibilidad! Y la tenemos al alcance de nuestras manos y nuestro corazón. Y pensar que no solo es para otros, sino que es para influir en el bien de toda la creación.
Queridas hermanas y queridos hermanos esto es lo que, sin duda, más me fascina. Pero, al mismo tiempo, el du‘a solo se materializa desde la pureza y la intención. No puede haber apego ni interés en la petición. Por eso, se te exige estar purificado por dentro (tazkiyya) y por fuera (tahara) para poder formularlo porque es una proyección de tu ser interno hacia el cosmos, y Allāh atiende al puro primero, a aquel que se ha sacrificado internamente para trascender. Pero además necesita de la intención (niyā) que es más importante que la acción en si. Y de esa conjunción surge la karama (el milagro), algo tan natural en Allāh y tan distante en nosotros.
Es por eso, porque el du‘a es una expresión del corazón por lo que Allāh, el altísimo, hace tanto caso. Y es que solo el du‘a de corazón es escuchado, aquel que está impregnado por el amor y la raḥma hacia el mundo. Un du‘a sincero no es igual que un deseo, un du‘a sincero es un anhelo de moldear la existencia. ¿Os imagináis que poder se esconde en este acto?
El poder humano empalidece frente a esta realidad tan luminosa que tan solo se puede decir alḥamdulillāh, porque son esas alabanzas hacia Allāh las que revisten de brillo al du‘a. Un brillo que trasciende mundos y del que somos beneficiarios.
Queridas hermanas, queridos hermanos hoy quiero pedir –en este du‘a final– que Allāh, el altísimo, a través de su amado Profeta ﷺ nos enseñe el verdadero camino de anhelo divino que transforma realidades y que con ella construyamos un mundo mejor lleno de luz y amor. Que esos du‘a sean tan sinceros que ayuden a resaltar la realidad y belleza de su creación. Y que todos seamos capaces de hacerlos.
Así, pidamos que Allāh el altísimo y la luz de su Mensajero ﷺ no nos limiten aparentemente los dictados qadr, que lo aceptemos y podamos vivir en plenitud y con conciencia en esta creación.
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.