Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos, alhamdulillāh al Señor de los Mundos por este nuevo juma‘ (viernes), pleno de las más bellas bendiciones que provienen del Altísimo. Permitidme que hoy reflexionemos sobre el hecho que vivimos en un mundo de sombras (ẓilāl). En la lógica dual de nuestro mundo podríamos preguntarnos: ¿Es bueno vivir entre ellas?

Esta es una pregunta estéril, vacía y propia de la dualidad que asfixia nuestros ojos, oídos y corazón. Es una cuestión que no es capaz de trascender hacia el auténtico fondo de la realidad, de la grandeza de la creación de Allāh, que exaltado sea su nombre, del visto (hadhir) y el no visto (ghayb). El ser humano es la más excelsa criatura y, a la vez, la más tozuda y miope. Tiene la realidad (ḥaqq) tan cerca y no la sabe ver. Pero, demos gracias a Allāh que ese es nuestro trabajo de vida: reconocerla e integrarla en nosotros.

La sombra (ẓil) es uno de esos conceptos que deben trascender la lógica, el juicio moral y el dogma teológico. Nuestro mundo actual, de clara herencia platónica, nos enseña que las sombras son cuanto menos indeseables pues tapan la verdad. Sin embargo, nuestra herencia de ahl al-kitāb (gente del libro) nos enseña otra cosa, en el paraíso tendremos la tan ansiada sombra de Allāh (ẓil Allāh) como recompensa por una vida donde shari‘a y ḥaqīqa (ley y realidad) se han unido siguiendo el ejemplo de la Sunna del Profeta ﷺ y los mandatos de Allāh, que exaltado sea su nombre.

La grandeza del Creador no puede ser percibida por ojos humanos, por eso Él, que exaltado sea su nombre, ha dispuesto de una sombra que evita que nos quedemos ciegos ante su intensidad y grandeza. Muslim recoge un bello ḥadīth en el que el más perfecto de los Mensajeros ﷺ decía lo siguiente:

Ciertamente, Allāh dirá el día de la Resurrección: ¿Dónde están aquellos que se amaban por mi Majestad? Hoy los protegeré bajo mi sombra cuando ya no hay otra sombra que no sea la mía. (Muslim 45: 46).

Queridas hermanas, queridos hermanos ¿Os imagináis el significado tan profundo que tiene este bellísimo ḥadīth? En las palabras de nuestro amado Profeta ﷺ se nos advierte que el día donde todo volverá al orden, la sombra de Allāh nos cubrirá y protegerá como la ropa evita que nos quememos ante el Sol, pues su Majestad será tan radiante que nuestra existencia humana solo puede aguantar si su sombra está con nosotros.

Y así es en nuestra vida cotidiana, la sombra de Allāh evita que nos deslumbremos en este bello y arduo camino que es el dīn, la experiencia del islam, para encontrar el tan ansiado salām (paz) y por ende la tranquilidad de nuestro corazón. Su sombra es la protección de nuestros frágiles sentidos, de nuestro conocer la realidad (ḥaqīqa). Esa es la sombra que tenemos que tener en cuenta.

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Vivimos en un mundo lleno de sombras (ẓilāl) que a veces no son la tan ansiada sombra de Allāh (ẓil Allāh). Esas otras sombras nos alejan de la experiencia pura, nos distraen en el camino del conocimiento de Allāh (ma‘rifa) porque juegan a superponerse en la realidad como las sombras chinescas. Esas, las que no provienen de Allāh, son con las que hay que tener precauciones.

Las sombras no son la oscuridad, hay luz y oscuridad. Es el mejor ejemplo del mundo que nos ha tocado vivir. El ser humano conoce con esfuerzo, pero conoce. Desbordado por la realidad sus sentidos exigen coherencia, y así el ser humano ve sombras. Esas sombras que proyecta cada esencia de la creación y en las que, a veces, creemos ver absolutos. De esa manera nacen los dogmas. De nuestra propia comodidad espiritual, pues el camino hacia Allāh, hacia al-Ḥaqq (El Verdadero) es tan complicado y arduo. Y así preferimos la comodidad de un mundo sombrío sin la auténtica sombra de Allāh, parapetados y alejados de la luz (nūr) y la verdad (ḥaqq).

El dogma y el fanatismo nace, precisamente, de absolutizar ese mundo lleno de sombras, de darle una entidad real y de no comprender que las sombras son protecciones para no caer en la locura. Pues así, queridas hermanas y queridos hermanos, las sombras se van transformando progresivamente en oscuridad y ceguera malsana y creemos que esa es la auténtica realidad (ḥaqīqa) cuando no es más que una falsa realidad donde nuestro ego (nafs) dicta y donde el olvido (ghafla) de Allāh se hace evidente.

Ese olvida son sombras oscuras y espesas que distorsionan la realidad. Un sentimiento de finitud finita, de no haber nada más allá, de olvidar las dos shahadas y el triunfo del materialismo. Todo ello trae el miedo, la ignorancia, el dogmatismo y la ceguera. Ese olvido, esa ghafla, es la tónica de nuestro mundo. Y, ante eso ¿qué podemos hacer?

Es sencillo, lo único que nos puede devolver al recuerdo (dhikr) es, sin duda, aferrarnos al ejemplo (Sunna) de nuestro amado Muhammad ﷺ y a su luz (nūr) que desgarra las sombras con su brillantez que todo traspasa. Esa luz, que toca nuestro corazón (qalb) es la que nos debe guiar para trascender el materialismo, la finitud finita y esas sombras que no pertenecen a Allāh.

Queridas hermanas, queridos hermanos yo os invito a alcanza esa luz a través del dhikr (recuerdo) para Allāh y su noble Mensajero ﷺ. Trascendamos la sombra estéril y busquemos la sombra luminosa de paraíso, para que la luz de ambos descienda sobre nosotros, humildes siervos, y nos eleve hacia una posición (maqām) donde el miedo no exista, donde el ejemplo del Profeta ﷺ sea norma y donde la ḥaqīqa (realidad) de Allāh se nos muestre en plena Belleza (Jamāl) y Majestad (Jalāl).

Pidamos a Allāh, el altísimo, que esa nūr (luz) muḥammadiyya  nos de apertura y sabiduría para vivir con armonía, paz y amor junto a nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros hermanos y el resto de la humanidad.

Pidamos a Allāh su sombra (ẓil) para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino, y enfrentarnos a los ídolos y cadenas que brotan en nuestra vida.

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar las sombras (ẓilāl) que no sean suyas.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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