11. Y, en verdad, Nosotros os creamos y luego os moldeamos. Tras eso Nosotros le dijimos a los ángeles: «¡Prosternaos ante Adam!» y así lo hicieron todos salvo Iblis, que no se prosternó.

12. Él dijo: «¿Qué te imposibilita prosternarte cuando Yo te lo mando?» y respondió él: «Yo soy mejor que él, pues Tú me creaste de Fuego, mientras que a él le creaste de barro».

13. Él le dijo: «¡Desciende de ahí! Pues no es este un lugar para tanta arrogancia. Así que, en verdad, eres tan nimio…»,

14. pero él replicó: «¡Permíteme quedarme hasta el Día de la resurrección!».

15. A lo que le contestó Él: «En verdad seas de los que se han de quedar».

16. Dijo él: «Porque Tú me has hecho ir a la oscuridad, yo he de corromperles en Tu recto sendero.

17. Luego llegaré, por delante y por detrás, por izquierda y por derecha, y ya verás Tú como son unos ingratos…».

18. Respondió Él: «¡Fuera de aquí! Seas desgraciado y expulsado. En verdad con quien te siga he de llenar la Gehena, estaréis todos juntos».

19. «¡Oh, Adam! Habita con tu esposa el Jardín y comed de lo que deseéis, pero no os acerquéis a ese árbol, pues si lo hacéis seréis unos réprobos».

20. Mas cuanto mal susurró sobre ambos el Shaytan, mostrándoles que estaban desnudos y así les dijo: «Tan solo os prohíbe vuestro Señor este árbol porque si no ambos podrías llegar a ser ángeles o inmortales…»

21. y les juró: «En verdad, con ambos soy sincero».

22. Así es como les hizo caer, con gran pesar. Cuando ambos comieron del árbol se vieron frágiles y comenzaron a cubrirse con las hojas del Jardín. Entonces, su Señor les llamó: «¿Acaso no os prohibí este árbol? Ya os dije a ambos que el Shaytan era vuestro enemigo».

23. Ambos dijeron: «¡Señor nuestro! Nosotros mismos nos equivocamos y pedimos que nuestras faltas Tú nos hagas olvidar con tu rahma. En verdad, hemos fallado».

24. Él dijo: «¡De aquí habréis de descender! Unos de otros enemigos seréis, que sea, pues, la tierra vuestro hogar y sustento por un tiempo».

(Corán 7: 11-24)

***

La confrontación entre Allah e Iblis (Corán 7: 11-17) es presentada como un dialogo sobre el poder y la soberbia, pues Iblis quería ser el creyente perfecto, pero su exceso de celo y perfección le llevo a la caída. Nos narra Al-Qurtubi que hay consenso entre los sabios que fue la envidia y la soberbia lo que impidió a Iblis postrarse con el resto de los ángeles, pues Iblis creía que él era más noble que el barro al poder subir con ligereza sin saber que Allah prefería el barro no solo por su fragilidad sino por su consistencia. De hecho, Al-Qurtubi nos explicará, un poco más adelante, que la tierra es una mezquita de barro que se fundamenta en la pureza, mientras que la Gehena estará hecha de Fuego abrasador. Allah le indica que ya no es digno del cielo, pero él le pide tiempo para demostrar la fragilidad del ser humano y se le concede hasta el Juicio Final.

El mal de Iblis —que volveremos a ver, por ejemplo, en la sura de La Caverna (Corán 18: 50-53)— es un exceso de ortodoxia y una excesiva creencia en sí mismo, la falta de diálogo cimentando sus prejuicios y manteniendo una actitud de rebeldía al ver las imperfecciones propias del ser humano. La actitud de Iblis es excluyente y puramente  exterior generando, con ella, un mal propio y autodestructivo. Su mal no afecta a lo divino, sino que le aleja de Allah. Sin embargo, afecta al ser humano porque incide en su nafs (ego) como un susurro, que es lo que vemos en la escena de la tentación y la caída de Adam (Corán 7: 20-25). Shaytan susurra al ego (nafs) de Adam y al de su esposa, Hawa, tan solo dos cosas: su desnudez y la prohibición de comer del fruto del bien y del mal. Su desnudez era la fragilidad humana, la vulnerabilidad y, a la vez, su estado primordial (fitra), sin embargo, para ellos va asociado con la mortalidad frente a la inmortalidad o la naturaleza angélica. Pero Allah no quería que el ser humano fuese un ángel —nos dice Al-Qurtubi citando sura Hud (Corán 11: 31)— sino ser humano y eso exigía libre albedrío. Pero aquel fruto significaba, a la vez, la emancipación de lo divino, la caída necesaria para una vida plena. Por eso, en cuanto comen del fruto del árbol prohibido sienten que deben cubrir lo natural, pues su nueva libertad está lejos de Allah y su protección. La libertad del ser humano, tras la caída del Jardín, exige una búsqueda aceptando la fragilidad que Allah había hecho natural. Por eso, comienzan a cubrir su desnudez física (‘awra) para tomar conciencia (taqwa) —como mencionan Al-Qurtubi y Al-Razi— de que la libertad solo se puede conseguir pacificándose en Allah. Solo aceptando el origen humilde y frágil (barro), pero amado por lo divino, se puede volver a la naturaleza primordial (fitra) tras el día del Juicio. Este es el tiempo prescrito por Allah al final del fragmento.

La escena de la caída de Adam en el islam es más poderosa, aún si cabe, que en las narraciones bíblicas porque nos habla de la fragilidad humana y de cómo conseguir la libertad gracias a un error necesaria. Se debe remarcar que la teología islámica no comprende esta caída como un pecado, sino como un error necesario para que la historia y el ser humano se inicien, pues —como decía René Guènon— en toda iniciación hay un sacrificio. Y el sacrificio de nuestro placer en el Jardín fue necesario para que nos diésemos cuenta de la taqwa (conciencia) de Allah y Su trascendencia.