Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Nuestro dīn (camino vital y spiritual) es sencillez. Así lo explicaba nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ para vivir llenos de paz (salām) nuestra cotidianeidad. Nuestra creencia sincera no exige extravagancia, ni riquezas, ni vacías retóricas ni falsas ascesis solo sencillez.

Queridas hermanas, queridos hermanos estos días ha aparecido en redes una foto poco menos que brutalmente bella. El ḥarām (el espacio sagrado) de la mezquita de Meca, donde se encuentra la Kaaba, totalmente vacío. Con el blanco refulgiendo en una belleza que yo antes nunca había visto, con la Kaaba desnuda, sin ídolos, sin ruidos, sin turistas. Sola en la sencillez de la existencia, reflejando algo que no se puede explicar. Y esta foto me ha hecho modificar la khutba que traía para hoy.

Porque esta imagen es mucho más islam que horas y horas de charlas, de reflexión, de creencia mecánica. Porque nuestro mundo está inmerso en el reino de la cantidad y huye aterrado de la cualidad. Porque el Ḥājj (la peregrinación a Meca), que significa profundamente un viaje ante nuestra propia muerte y resurrección, se ha convertido en un viaje turístico con guías obviando la individualidad y la búsqueda del viaje. ¿Quién va a buscar si te enseñan y te guían hasta el último rincón? ¿Quién va a querer trascender cuando se vive bien en la ilusión? ¿Quién va a ser sencillo cuando te lo dan todo?

La sencillez es connatural al islam, está en su esencia. Aunque algunos se empeñen en dorar y platear la creencia, nuestra experiencia es sencilla, es humilde. Acogemos la sencillez, en plena humildad, para sobrecogernos ante ella. Y así tenemos conciencia (taqwa) de la enorme inmensidad de lo divino. Infinitud que se alza frente a nosotros como un gran tesoro que el Altísimo ha puesto ante nosotros. ¡Somos afortunados de poder hacer tawba, retornando a su presencia, y entrar en el maqām de la sencillez!

La creación de Allāh, el altísimo, es complejamente sencilla. Y eso debería asombrar a todo creyente sincero. Todo es tan simple y a nuestros ojos, y a los de nuestra razón (‘aql), se complejiza hasta niveles desorbitados. Pero porque somos hijos de un mundo en el que la razón se emancipó y esclavizó a los dos corazones: al cuerdo (qalb) y al ardiente (fuad). El corazón, en sus manifestaciones, son el reflejo de la sencillez de la creación. Y la razón (‘aql) no puede, no debe, vivir sin ellos.

Esa Kaaba solitaria, con todos los ídolos destruidos y refractando la divina luz, es la mejor imagen de lo que deberíamos ser nosotros, aún incardinados en un bosque de mármol y oro, vigilados por el terrible paso del tiempo y la cantidad. ¡Que Allāh nos permita llegar a sí desde la sinceridad!

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A veces nos empeñamos en hacer difícil todo. Yo, el primero. Me gusta la retórica, los datos y el conocimiento vacío. Es un alimento para mi ego (nafs). A veces no es mala opción pues nos ayuda a construir para que Allāh, al derrumbar nuestra construcción, nos permita reflexionar. ¡Alḥamdulillah! Pero queridas hermanas y queridos hermanos tenéis que saber que es fundamental pasar por ahí para llegar a la humildad. Porque esa humildad viene cargada de fitra (naturaleza primordial).

Como si fuéramos niños, esa debería ser la premisa de un creyente sincero. Una mirada limpia y sincera al mundo, una visión sencilla de todo lo que Allāh ha creado para nosotros y que nos empeñamos en quererlo excluyentemente. Y así ocurre con la creencia.

Nos enrocamos en conocimientos eruditos, densos, oscuros –pero sin raḥma (matricialidad)–; creemos que nuestra visión es la certera y nos permitimos el lujo de dictar verdades. No acompañamos, sino que imponemos el camino. Forzamos la búsqueda de otros a lo que nosotros creemos y perdemos la sencillez. Hace tiempo que la perdimos para vender retórica vacía, llena de ese vacío estéril que no se rellena con realidad (ḥaqīqa). Y creamos ídolos y más ídolos y le llamamos creencia. ¿Es eso espiritualidad?

El Profeta ﷺ nos previno de eso. En un conocido ḥadīth nos dice: «¿Acaso no lo oyes? ¿No lo oyes? La sencillez es parte del imān, la sencillez es parte del imān» (Abu Dawud cit. en Riyad al-Salihin, 1:517). Y si la sencillez es parte de la creencia… Por qué nos empeñamos en complicarlo todo… ¿Por qué la adornamos con cosas accesorias?

No se trata de ser puritanos, ni literalistas textuales, ni ascetas que renuncien al mundo sino vivir bajo el criterio de la sencillez. En nuestras palabras, actos e incluso sonrisas. Acogiendo al mundo con raḥma y alabando eso que nos ha sido dado, desde nuestra soledad. No se trata de renunciar al mundo sino de recordar (dhikr) y saborear (dhauq) lo que Allāh ya ha dispuesto para cada uno con las herramientas que el Mensajero ﷺ dispuso en la Sunna (la tradición profética) buscando la baraka.

Es en esa sencillez y naturalidad sobre la que se sustenta el mundo. Y desde ahí debemos crecer, y desde ahí debemos construir. Porque la vanidad se derrumba como lo hizo la torre de Babel. Porque el orgullo y el nafs son malos y peligrosos compañeros de viaje. Porque nuestra soledad acoge mejor a la sencillez como guía en los difíciles senderos de la espiritualidad, del dīn. Queridas hermanas, queridos hermanos pidamos a Allāh, el altísimo, que nos haga fuertes para buscar la sencillez plena y pura para construir un mundo sólido, una creencia sincera y un camino al Jannah (jardín). Y que cuando estemos en las puertas de la sencillez absoluta de Allāh no sintamos miedo sino plenitud, pues ahí empezará nuestro camino para hacer un mundo mejor.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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