Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos el bendito mes de Ramadán llega a su final. Poco a poco se atenúa la argéntea luz de la luna, aquella que marca nuestras horas de plenitud ante que el resplandor del sol nos marque el ayuno. La luna se silencia para que un nuevo mes pueda nacer de la oscuridad. Y en estos momentos cuando toca purificarse. Purificar nuestro cuerpo, nuestro corazón y, por supuesto, nuestros bienes. La purificación de nuestros bienes es muy importante.

Y es que la zakat, esa purificación de los bienes, tanto como la que hacemos cada día en nuestro cuerpo con el agua o la que hacemos en nuestro corazón con el dhikr, recordando a Allāh. La zakat es una auténtica práctica profética. No solo se trata de dar “limosna” sino de una fraternidad de hondo calado, de un retorno de la justicia. Sin exagerar la cantidad, proporcional al poder terrenal que se tiene. La zakat es una obligación en tanto nos permite que no se pudra nuestra riqueza, el rizq que Allāh, el altísimo, nos ha dado. Es un signo de progreso espiritual tener más para entregar más, que denota una enorme humildad. Un acto de purificación y generosidad como pocos.

En el Corán se nos habla de que la zakat es una Sunna preexistente (70:25). Es de esos mandatos que Allāh, el altísimo, ha puesto para que se ejecuten en la eternidad, más allá de la historia y la cultura. Porque aun pareciese que la purificación estaría ceñida a los asuntos del visto (hadhir) en concreto esta tiene mucho más con el no visto (ghayb). Una zakatentregada a los profetas, los cuales han sido custodios de ella, como un camino hacia el bienestar (salīm) y la paz (salām) de la sociedad y, sobre todo, de la persona.

Pensemos que si aquellos que fueron perfectos, los profetas, ejecutaban tal mandato deberíamos pensar los sentidos profundos del por qué. Y es que decía un sabio maestro: «Sabed que, si en un año no te has elevado espiritual y materialmente, es vuestro nafs (ego) el que domina en vosotros». Purificamos los alimentos del nafs para que en su hambre tenga que obedecernos. Y Allāh, el Sabio, sabe infinitamente más.

***

Todos los profetas antiguos, antes del amado Mensajero ﷺ pagaban la zakat con este sentido y en plena conciencia (taqwa). Desde Ibrāhīm (as) quien incluso le fue solicitado su bien más preciado: su hijo primogénito. Y es que Allāh quería ver hasta donde podía llegar un hombre de tal pureza, y con buen criterio no fue más que una prueba y lo sustituyo de un pago que excedía lo humano a un pago hacia la humanidad. El pacto con Allāh, el altísimo, implicaba servirle no solo a Él sino servir a otros, proporcionar paz y bienestar.

Sus hijos heredaron esta actitud del padre. Isma’il (as) se convirtió en un siervo del Altísimo y con humildad hacía su ṣalāt y entregaba su zakat (19:54-55). Un dar hacia los otros en recuerdos de la raḥma de Allāh había dado para él (2:83). Su hermano Isḥāq (as), entre los hijos de Israel, hizo lo mismo. Se convirtió en un hombre justo y bueno que velaba por los otros y así lo transmitió a su hijo Ya’akub (as). Y de ellos se nos cuentan que establecieron la ṣalāt y la zakat (21:73). Como vemos estos conceptos siempre van unidos pues uno es la ‘ibada (acción para Allāh) interior y la otra la exterior. Purificarse por dentro y purificarse por fuera.

Y así fue entre el resto de profetas que generosamente enseñaban a los demás cuan importante era la justicia. Y de entre ellos destacaba el profeta Sulaymān (as), hijo de Dawūd (as), el más rico y justo de cuantos han pisado esta tierra. De él quien una antigua leyenda morisca —de aquellos tiempos que no se podía mostrar el islam sincero y bello, donde la zakat estaba penada con el fuego— cuenta que enviaba a sus genios más poderosos a entregar la zakat a aquellos que más lo necesitaban, y por eso Allāh, el más generoso, le dio más y más haciéndole un rey de una riqueza sin parangón. Porque él supo doblegar su nafs (ego) con el dhikr (recuerdo de Allāh) y con la zakat que purificaba su riqueza. Ese es un buen ejemplo de que significa la zakat.

Llegamos así a los últimos profetas antes del amado Muhammad ﷺ, los cuales practicaron la zakat de corazón. Con una sinceridad que pocos habían visto. Así, Yahya (as) practicaba un zakat con el que revivía (yuhya) a los creyentes sinceros entregándoles la riqueza que Allāh le había facilitado: El agua del río Jordán. Queridas hermanas, queridos hermanos ¿Os imagináis cuanto es un 2,5% de un caudal que no cesa? ¿Os imagináis el valor de un agua que revive el corazón? Pues uno de los privilegiados por tal agua fue el profeta ‘Isa (as). Él hacía su ṣalāt diaria y entregaba su zakat sincero explicando que es lo que le permitiría permanecer vivo, el sentido de darse a Allāh, el altísimo, y después a los demás (19: 30-31).

Seamos conscientes estos días de ayuno y de gozosa privación de lo que supone entregarse sinceramente, ya sea a Allāh o a los otros, lo hagamos plenos de intención (ni’ya) y sinceridad (ṣidq) para que la paz (salām) nos pacifique. Pidamos pues a Allāh, queridas hermanas y queridos hermanos, que el deseo de purificación (ṭahāra) sea nuestra guía y sostén en tan sublimes momentos. Que comprendamos que ahí está la clave del salām (paz) y del salīm (bienestar) y que es la senda que guía hasta el todopoderoso Allāh.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

Print Friendly, PDF & Email