Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos comenzamos un nuevo ciclo de khutbas que, a la vez, supone la posibilidad de ofrecer una traducción y un comentario en español a los cuarenta hadices (al-arba‘in) seleccionados por Shah Waliullah, uno de los grandes sabios islámicos de la India.

La tradición de los cuarenta hadices —como el propio Shah Waliullah cuenta en el prólogo a su obra— se basa en otro hadiz en el que Sayyidina Muhammad ﷺ narraba que aquel que preserve, en sí mismo, cuarenta hadices sobre el din, el Día del Juicio él ﷺ será testigo e intercederá por él ante Él. Este hadiz ha generado todo un subgénero en el que diversos sabios optan por ofrecer los cuarenta hadices que mejor pueden ir para su tiempo. Quizás la compilación más conocida sea la de Imam al-Nawawi, cuyos cuarenta hadices se estudian como introducción para conocer lo básico de nuestro din pacificado.

Shah Waliullah trazó unos cuarenta hadices muy particulares, para un tiempo sombrío donde el islam comenzaba a experimentar dificultades. Consciente de eso, la selección hace mucho hincapié en la vida cotidiana y en la construcción de una ética personal y espiritual frente a la superstición y el esencialismo de su tiempo. Simplificar la vida re-conociéndola (ta‘rif) es lo que hace nuestro autor que nos invita a vivir el núcleo de la vivencia muhammadiana y sentirnos plenos de su luz, sin extravagancias, sin durezas. Por esa razón me parecía tan interesante traducirlos al español y ofrecer un pequeño comentario al hadiz para ponerlos en nuestro contexto y paladear (dhawq) de la universalidad del mensaje del Mensajero de Allah ﷺ y de ese Jardín en la tierra que nos promete Allah, el Altísimo. Queridas hermanas y queridos hermanos sea este un pequeño regalo para que en tiempos sombríos, como los que vivió Shah Waliullah, podamos experimentar el islam en plenitud. Solo se trata de escuchar y meditar.

El primer hadiz de esta colección dice así:

لَیْسَ الْخَبَرُ کَالْمُعَایَنَةِ

Laysa al-khabaru kalmu‘āyanat

Nada que cuenten es como haberlo presenciado

(Musnad Ahmad, 1: 215)

Este hadiz tiene una enorme sabiduría (hikma) en su interior. Hoy en día estamos muy acostumbrados a vivir en un mundo de narraciones, de virtualidades, de falta de Realidad (haqiqa), en el sentido más profundo de la palabra. Esta vivencia supone un enorme desafío para todas y todos nosotros, cada vez presenciamos y vivimos menos y nos creemos todos. Ha elegido el Altísimo que los actos se transformen en palabras y las palabras tengan que ser actos plenos de sentido.

Resulta curioso, y a la vez estimulante, que Shah Waliullah elija este hadiz para comenzar su compilación, pues los hadices son narraciones sobre el Profeta. Sin embargo, este hadiz debería hacernos pensar y reconsiderar qué leemos sobre din y cuál es su objetivo/efecto sobre nosotros. Presenciar con nuestros propios ojos, vivir en plenitud es una característica del islam, cuyo pacto es precisamente ese: llegar a vivir pacificados (salam) y en plenitud.

Queridas hermanas, queridos hermanos, y es que nuestro autor bien sabe afinar con su precisión lingüística. En ningún caso usa hadith, sino khabar. Y el cambio de un término, que, según los sabios, nos abre un mar de significados: khabar hará referencia a una narración de un hecho que se posee y se ha de probar, es decir, un saber que necesita de experiencia. Sin embargo, un hadiz hace referencia a un acontecimiento, a un comienzo, a una declaración. Y aunque el matiz sea diminuto, los hadices no son una simple narración de un hecho sino un acontecimiento que resuena en nuestras vidas porque para el tiempo, porque es el principio de una praxis, de una tradición, de una cadena que conecta con nosotros. Por eso, aunque no seamos testigos vivenciales del hadiz, aparentemente, el evocar al silsila (la cadena de transmisión) se hace vida en nosotros por lo bendito de sus compañeros (ra) y las palabras del Mensajero ﷺ que están hechas para vivificarse. Muhammad ﷺ nunca será narración, sino vida y ejemplo para todas y todos nosotros.

***

Queridas hermanas, queridos hermanos volviendo al hadiz que nos presenta Shah Waliullah nos debe impactar. Si «nada que cuenten es como haberlo presenciado» nos abre una reflexión ética, con respecto a lo espiritual, muy profunda. Esta sería en dos niveles, pues vendría a proponernos que la cultura de la escucha y el juicio moral sería invalida ante las enseñanzas de nuestro amado Profeta Muhammad ﷺ. Y, a la vez, nos advertiría del peligro del taqlid (imitación) que proponen algunos líderes, una imitación ciega y dogmática que intenta restringir la vivencia del din, el camino personal que todo creyente sincero debe de hacer.

La elección de Waliullah no es baladí, en su época, como en esta, se vivía un momento en donde el taqlid era norma y la gente no podía vivir con taqwa (conciencia de Allah) su din porque la imitación se lo restringía. Y hay muchos tipos de imitaciones, no solo la dogmática, también aquella que intenta forzar una vuelta a un estado primigenio que, a duras penas, puede existir pues en la Creación (khalq) todo continuamente se está renovando.

Desde un punto de vista ético este hadiz de Sayyidina Muhammad ﷺ nos invita a pensar sobre las limitaciones de hacer juicios morales sin ser testigos directos, algo que complementa al Corán cuando dice:

Pero aquellos que acusen a una mujer honrada sin aportar cuatro testigos que ochenta veces sientan en su piel el vergonzante dolor y jamás volváis a aceptar su testimonio… Esos… ¡que perversos son! (Corán 24: 4)

El testigo, aquel que presencia, es el encargado de atestiguar que sus ojos vieron un acto y no hay mayor corrupción que el perjurio o la hipocresía por intereses que corresponden al ego (nafs). Por eso, es tan importante vivir los hechos y no dejarse llevar por narraciones de otros que pueden tener otras intenciones. La meditación sobre este hadiz nos deja abierta la puerta de que la sinceridad (sidiqiyya) va profundamente unida a la experiencia profunda de del islam, una sinceridad que nos ayuda a trascender y a tener una ética donde la justicia (‘adl) sea el centro de nuestro ‘amal (acciones). Solo desde ahí se puede construir una ‘ibada sólida y sincera. Ese es el creyente sincero, ese es el ejemplo del Mensajero ﷺ, eso es lo que Allah nos pide.

Queridas hermanas, queridos hermanos, vivir es algo importante y más ser consecuente con lo vivido. Debemos aspirar a ver la vida con nuestros ojos y no con los ojos del ateísmo, del materialismo y del nihilismo, tampoco con los de Shaytan, pues a él le encanta compartir sus narraciones (akhbar) con nosotros entre susurros. Sin embargo, nuestros ojos son los mejores testigos ante la Realidad (haqiqa), una Realidad que hace falta mirarla con el corazón cuerdo (lubb) y humildad (khushu). Vivir con esos ojos conscientes, llenos de taqwa, es lo que nos permite gozar de la ‘ibada y alcanzar el salam (equilibrio) que el Altísimo nos han prometido. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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