Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos comenzamos un nuevo año lunar. Bajo su resplandeciente luz proseguimos comenzamos un mes cargado de intensas bendiciones porque Muharram es un mes especial, es el mes de la liberación. Los musulmanes tenemos dos fechas estos días que hacen que nuestros corazones se ensanchen y que comprendamos el sentido de la vida. La primera es la conmemoración del inicio de la hégira, la fundación de una nueva era en la comunidad islámica. La segunda es la fiesta de Ashura, un día clave para los musulmanes que tienen conciencia de la grandeza de Allāh, el altísimo.

Son esos primeros rayos de luna de Muharram los que nos indican un año nuevo, un tiempo nuevo, una nueva esperanza. Recordamos dos fiestas donde la liberación toma un rol preeminente y poderoso.

Una nueva época implica, necesariamente, un esfuerzo que Allāh recompensa y un dejar atrás viejos hábitos y comodidades. Porque Allāh, el altísimo, es al-Fattāḥ, aquel que facilita y da las aperturas. El creyente (mu’min), como la luna, avanza día tras día en su camino haciéndose más fuerte, deseando la plenitud, venciendo la oscuridad, brindándose a iluminar el camino de los que aún están en tinieblas. Un camino para volver al creador poco a poco, con la conciencia de lo bien hecho.

Y es esa luna nueva –aún débil frente a la oscuridad de la noche– la que trae progresivamente asilo para el migrante, libertad para el oprimido y agradecimiento para los que ya están asentados y prosperan. Se trata de una vida nueva que Allāh, el altísimo, nos ofrece año tras año. Los musulmanes no podemos olvidarnos de migrantes y oprimidos, porque toda la misericordia (raḥma) que vertamos sobre ellos será devuelta por Allāh, que exaltado sea su nombre, multiplicada por diez.

Este año nuevo, este 1442 que comenzamos, debe significar para todos y todas el nuevo compromiso y la reconexión con nuestro mundo, con nuestro lado social, con la justicia y con el bien común (maṣlaḥa). Por eso, el primero de Muharram es una fiesta resiliente. No hay una celebración con grandes fastos, ni fiestas con confeti. Al revés, es la fiesta del silencio, del recuerdo de la generosidad de Allāh, quien jamás olvida a sus criaturas. Por eso, este mes está prohibido hacer la guerra o luchar. Nada debería cambiar en la tierra para que desde cielo todo cambiase. Y es que el musulmán ama lo cotidiano y no lo excepcional.

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Poco antes de que luna llena ilumine el cielo tiene lugar el día de Ashura. Este día es más especial aún que el primero de Muharram. Es el día en el que resiliencia se convierte en acción, por eso se ayuna, se libera, se recuerda (dhikr). Por eso, el nieto de nuestro amado Profeta ﷺ , Hussayn (ra), luchó valientemente y fue asesinado este día.

Ashura es una fecha que la tradición islámica contempla, simbólicamente, como cósmica. Es el día de los Profetas. Ibn Hibban, uno de los más grandes sabios del siglo VIII, en su libro al-Taqasim wa al-Anwa relataba que el décimo día del mes de Muharram es el día en el que Allāh creó los cielos y la tierra. Igualmente es el día que expulsó e hizo regresar al Profeta Adam (as) y que hizo desembarcar al profeta Noé (as). También fue el día que Yusūf (as) se liberó del pozo donde le habían arrojado sus hermanos y el rey Dawūd (as) se arrepintió entregándose por completo a Allāh, el altísimo. Es una fecha de renacimiento, aceptación y liberación según los ejemplos proféticos.

Pero, sin duda, el hecho más significativo fue la liberación del pueblo judío de la tiranía del Faraón según se narra en diversas partes del Sahih de Bukhari (65/4737; 13/162; 30/109). Poco más hay que contar sobre esto, simplemente es inspirador en un mundo como el nuestro. En mi opinión pocas narraciones son tan sugestivas como esta. Todo se fraguó con los primeros rayos de la luna de Muharram y se materializó su décimo día, poco antes de la luna llena. Allāh, el altísimo, liberó a un pueblo esclavizado, a través de la guía de Musa (as), haciendo gala de su omnipotencia frente al aparente poder terrenal del faraón. Una victoria que llevaba el sello de Allāh, que exaltado sea su nombre.

La figura de Musa (as) es la de un líder cuyo poder está en Allāh. Es una entrega como una gran recompensa, un esfuerzo bendito que consigue el bien común. Todos deberíamos seguir el ejemplo de Musa (as) en nuestra vida cotidiana, liberarnos de los faraones que intentan que no veamos la realidad y la trascendencia. Hoy que las cadenas son de brillante oro y placeres vacíos, hace mucha falta que pensemos en Muharram.

En el mismo Sahih de Bukhari (63/177) se nos cuenta como nuestro amado Profeta ﷺ les advirtió a sus compañeros que los judíos de Medina ayunaban el décimo día de Muharram, e hizo que toda su comunidad siguiera su ejemplo. El ayuno de Ashura honra al pasado y recordar la acción libertadora del Profeta Musa (as). Se trataba pues de una purificación liberadora. Y como agradecimiento a todo esto se liquida la zakat, una inversión del 2’5% de la riqueza personal en las personas necesitadas, precisamente el día de Ashura.

Por todo esto, dicen los hadices que las faltas son perdonadas porque Allāh hace retornar la misericordia de sus siervos ante su propia creación. Es un ejercicio de humildad que nos hace ver cuanto poder guarda la misericordia (raḥma) de Allāh, el poderoso.

Queridas hermanas, queridos hermanos, pidamos a Allāh el altísimo que nos invista de paciencia para que resilientes, sin luchar, se haga su voluntad y seamos liberados. Que nuestro dhikr, ayuno y pago de la zakat sean las armas para construir un mundo mejor con su permiso. Que como Musa (as) se nos clarifique el camino y aunque parezca tortuoso acabe en la liberación que susurra la luna llena de Muharram.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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