Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos la luz de la luna se ha agotado en el cielo, en un par de días celebraremos el ‘Eid con gran júbilo y bendiciones. El ayuno cesará y nos regocijaremos por ello. Después de un mes de esfuerzo, y en muchos casos de silencio, volvemos a la vida plenos de energía por ello.

Es un renacer, un revivir, un levantarse para encarar el resto del año con pureza y energía reconsiderada. Un vencer a un enemigo, nuestro propio ego (nafs) que nos da certeza que Allāh, el altísimo, siempre está con nosotros. Y llega en forma de esa conciencia de alegría, de victoria, del maqām (posición espiritual) de Sayyidina Dawūd (as).

Sayyidina Dawūd (as) es un desconocido entre nosotros a pesar de ser un rasūl (mensajero) pleno de bendiciones, belleza y un corazón tan inmenso que en el cabrían todos los mares de la tierra. No se habla de él tanto como de otros y sin embargo era un profeta muy querido por Muḥammad ﷺ. El amor (maḥabba) de Dawūd (as) por toda la creación (khalq) era tal que Allāh, el altísimo, le concedió el regalo de la eterna felicidad y llevar una sonrisa en su rostro, el sello más importante para aquellos y aquellas que tienen intimidad (uns) con Él. Le hizo bello (jamāl) porque amó la belleza de la creación que Allāh había dispuesto. Y por eso le hizo su Califa (Corán 38:26) dándole poder terrenal (mulk) para reinar justamente sobre los creyentes sinceros frente a aquellos que corrompían la creación de Allāh (Corán 2: 251).

Como rey no tuvo igual, tan solo su hijo Sulaymān (as) podría superarlo en justicia (‘adl) y sabiduría (ḥikma), pues él reinó desde la certeza (ḥaqīqa) de que Allāh, el altísimo, era el centro de sus acciones para con los otros. Un Allāh de jamāl (belleza) y, por supuesto, de jalāl (majestad). Una búsqueda de la belleza en el visto (hadhir) venciendo a la maldad y a la fealdad del gigante Goliath y en el no-visto (ghayb) haciendo que su entrega (‘ibāda) a Allāh, que exaltado sea su bello nombre, fuese la más sincera.  Decía nuestro amadísimo profeta Muḥammad ﷺ de él (as) en un ḥadīth que todos los grandes han recogido:

«La ṣalāt más amada por Allāh es la de Dawūd (as) y el ayuno más amado es el de Dawūd (as). Él solía dormir la mitad de la noche y rezar en la tercera parte, volver a dormir y rezar en su sexta parte; y ayunaba en los días alternos» (Sahih Bukhari, 19: 11).

Su esfuerzo y su sinceridad deberían servirnos en estos últimos días de Ramadán para vender a la maldad y a la fealdad, buscar la belleza perfeccionado nuestra entrega sincera (‘ibāda ṣadiqa) intentando buscar una perfección anhelada. Siendo regentes del dominio (mulk) que Allāh, el altísimo, ha puesto para nosotros, para que gocemos, para que venzamos. Y así luzcamos la sonrisa del profeta Dawūd (as).

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Un siervo sincero como Dawūd (as) es humildad y ama la humildad, incluso siendo un rey y más si es el Califa de Allāh en la tierra. La regencia con conciencia (taqwa) aniquila al ego (nafs) que se ve asfixiado por la enorme presión que sobre él genera el corazón amante (fuad) hacía el Altísimo. Por eso el profeta Dawūd (as) comía de lo que trabajaba con sus manos y no esperaba a que otros le trajeran porque se encomendaba al Altísimo y era Él quien le proveía (Sahih Bukhari, 34: 25).

Humildad que se traducía, igualmente, cuando luchaba. Su confianza en Allāh era tal que ayunaba antes de luchar con sus enemigos del visto (hadhir) y del no-visto (ghayb), como acto de purificación, pero también de reconocimiento de sus límites. Algo que como narran los ḥadīthes, el propio Muḥammad ﷺ identifica como el máximo poder que puede tener un ser humano (Sahih Bukhari, 30: 86). El ayuno da humildad ante la realidad (ḥaqīqa) de Allāh, por eso es el estado perfecto para enfrentarse al mayor enemigo: el ego (nafs).

En Ramadán, a menudo, nos fijamos en lo cultural y olvidamos el ejemplo de Dawūd (as) ya no solo como siervo (‘abd) sino como creador de belleza. Creemos que ayunar también implica ayunar de belleza y alabanzas y ¡no es así! Queridas hermanas, queridos hermanos no se ayuna de conseguir más alabanzas y bendiciones ni sobre Allāh ni sobre su amado Mensajero ﷺ . Omitir belleza estos días no es de ningún modo negociable y quien lo proponga con rigores impropios o dureza del corazón no conoce cuantas bendiciones se amalgaman en la alabanza en el Ramadán. Así que recordemos la bendita voz del profeta Dawūd (as) que recitaba (Sahih Muslim, 6: 280) que alababa (ḥamd) y se nutría de su Rabb hasta serle descendido el libro de los Salmos (Zabūr) como realo. Un texto lleno de bāraka que nos invita a reconocer las maravillas de Allāh desde la poesía, la música y sobre todo la sonrisa.

Porque es desde esta el última desde la que se manifiesta, como en el profeta Dawūd (as), el goce del corazón profundo (lubb) cuando se presentifica el conocimiento (marifa) de Allāh, el altísimo. Sonreír es una costumbre bien arraigada entre aquellos que tiene un amor (ḥubb) intenso hacia Allāh y hacen de él candil en las noches de luna nueva mientras Allāh espera para enseñarnos el camino.

Queridas hermanas, queridos hermanos, seamos con Dawūd (as) y sonriamos estos días. Entreguémonos a la sinceridad, al amor y a la humildad y no temamos en el combate contra la fealdad. Que solo venza la belleza y las bendiciones, que Allāh nos de su intimidad (uns) para conocerle y amarle aún más. No permitamos que ningún injusto Goliath nos prive de tal hecho y seamos como Dawūd (as) venciéndole con la luz que nos ha dado Allāh, que exaltado sea, para hacer un mundo más justo y bello. Amin.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.