Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Hoy empieza el mes de Rajab queridas hermanas, queridos hermanos. El calendario islámico está lleno de belleza y sabiduría, cada mes guarda una bendición y despliega un símbolo ante nosotros. Rajab se trata de un mes bendito, de un mes de preparación, de un mes de trabajo interno, de un mes de siembra.

Nos cuenta el gran sabio Ibn Rajab al-Hanbali (ra) en su libro Lataif al-ma‘rifa (El conocimiento sutil): «En el mes de Rajab se siembra la semilla. En el mes de Sha‘ban se riega y en el de Ramadán se siega la cosecha».

Nuestra vida, nuestro dīn toma los benditos tiempos del campo. Hay baraka en este hacer, en esta intención. En este mes, que aún es invierno, vamos a sembrar para recoger los frutos en la bendita primavera de Ramadán. La metáfora no puede venirnos mejor en este momento y, en particular, en las circunstancias que vivimos. Nuestro mundo se empeña en hacernos parecer que todo tiene que ser inmediato, pero Allāh, el Altísimo, nos recuerda que «Yo soy el tiempo» y que «alterno los días y las noches» (Sahih Bukhari 65: 348).

Nosotros, insertos en el bendito tiempo de Allāh, vivimos no muy conscientes del significado de las horas, de los días, de los meses, de los años, de los eones y de la eternidad. No muy conscientes porque somos hijas e hijos del instante, necesitamos del dhikr para volver a pensar en presente, en el tiempo del Altísimo.

Rajab es una llamada de atención para el creyente sincero ante un ciclo temporal, una llamada al respeto, a observar, al oír lo que Allāh tiene para nosotras y nosotros. Todos significados profundos en la raíz trilítera donde proviene. Es el mes donde el tiempo cobra un profundo sentido para invitarnos a plantar semillas en nuestro corazón (qalb) que fructifiquen en un frondoso Jardín o en una cosecha bendita y llena de baraka. Por eso, los ancestros de nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ no debían batallar este mes, porque era un mes dedicado a reflexionar sobre el inicio de un ciclo y por eso cuando se instituyó el calendario islámico guardó este significado. Seleccionemos las semillas de nuestras acciones y plantémoslas en el fértil suelo de nuestro corazón para que en Ramadán podamos disfrutar de sus frutos y decir: ¡Alabado sea Allāh, Señor de los Mundos y dueño del Tiempo, que nos da frutos si tenemos paciencia y conciencia de su presente!

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En el mes de Rajab ocurrió un evento que recordamos con gran devoción, pues nuestro Mensajero ﷺ en la vigésimo séptima noche del mes experimentó el isra’ wa-l mirāj (el viaje nocturno). Nada comparable con haber ascendido a los cielos, nada comparable con haber dirigido la ṣalāt de los profetas, nada comparable con ver al Verdadero (Al-Ḥaqq) en toda su majestad (jalaliyya). ¿Nos imaginamos qué significa esto?

Ese viaje es equivalente a cuando el comerciante negocia la ruta y el pago de la cosecha. Él ﷺ nos avisa del valor de nuestra cosecha que, antes de Rajab, solo son simples semillas y que tendremos que labrar en estos próximos tres meses. Recibir un pago simbólico por nuestra cosecha del dīn, trascender más allá… ¿Acaso somos conscientes que valor tiene esto?

Agradezcamos a Allāh el viaje de su Mensajero ﷺ haciendo ṣalawāt sobre él ﷺ y dhikr (recordando) sobre Allāh, el Altísimo. No hay mejor formar de comenzar a sembrar este mes que haciendo a ambos presentes en nuestra vida, en nuestro trabajo, en nuestra cotidianeidad, en los momentos buenos y malos, en los sueños y en las realidades. Que el creyente sincero are el campo de su corazón para poder plantar cosas bellas, buenas acciones de lo cotidiano, intenciones y sueños que amalgamados con el du‘a nos permita crecer y trascender tras el Ramadán. Igual que el recitar el corazón del Corán, la sura Ya-Sīn, después de fajr ayuda a trascender según narró Sayyida Aisha (ra) para que Allāh, que exaltado sea su nombre, nos haga olvidar la mundanal vida y nos permita alcanzar la felicidad que da Allāh a quien recuerda y reconoce sus palabras.

Sinceramente os invito a reflexionar sobre esta situación y sobre lo que atañe. Un mes no es simplemente una unidad de tiempo sino un espacio profundo, como la tierra fértil, en en el que vivir en presente. Nada de nostalgias, nada de futuros es un aquí y ahora. En el tiempo de Allāh no se piensa en la cosecha pasada que se arruinó o en la futura que venderemos sino en el instante.

Seamos conscientes en cada acto de ‘ibada que hagamos, pongamos nuestra intención para amplificar nuestras acciones, sembremos con la esperanza que el tiempo y la vida son de Allāh y no de nadie más. Solo así trascenderemos del olvido (ghafla), del ruido, de las ilusiones baldías, de los sueños vacíos. Hagamos de Rajab el bendito mes donde podemos construir nuestra ‘ibada, reconocer nuestro dīn, seguir el ejemplo de la Sunna del Mensajero ﷺ. Sembremos ahora para recoger. Y que eso, tan solo eso, nos baste. Amen.

Así, pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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